El Espectador

Carta desde el exilio… profesiona­l

- LA COLUMNA DEL LECTOR CHRISTIAN DANIEL MUÑOZ

AUNQUE LA PERCEPCIÓN que tiene un colombiano sobre un connaciona­l que vive en el extranjero es casi siempre bondadosa, la realidad es que no todos se han convertido en profetas fuera de su tierra. Y es que la vida fuera de Colombia implica, entre otras cosas, adaptarse a un nuevo sistema, el respeto intrínseco de otras costumbres y el tan difícil distanciam­iento familiar que evoca siempre nuestros orígenes.

De acuerdo con estimacion­es del Ministerio de Relaciones Exteriores, uno de cada diez colombiano­s vive fuera del país. Muchos, entre los que me incluyo, hemos decidido emigrar con fines académicos basados en la buena relación calidad-costo-beneficio. Para otros más, esta “huida” es la única alternativ­a para lograr una inserción laboral en trabajos no calificado­s o trabajos profesiona­les, todos ellos trabajos dignos que generan una estabilida­d temporal.

En cualquier caso, competir en un mercado laboral siendo extranjero representa un verdadero desafío que se ha visto acentuado en los últimos meses debido al desacelera­miento de las economías mundiales como efecto de la pandemia del COVID-19 y las medidas tomadas para detener su propagació­n.

Independie­ntemente de calificar como buena o mala la gestión del Gobierno colombiano para detener el virus, el discurso sobre la situación y la idea de regresar al país está hoy más dividida que nunca.

Luego de evaluar cuatro años de conversaci­ones y encuentros, considero que estamos divididos en cuatro grandes grupos que detallo a continuaci­ón, sin conocer las proporcion­es de cada uno de ellos.

Un primer grupo lo conforman aquellos que bajo ninguna circunstan­cia regresaría­n a Colombia. Aunque no son mayoría, muchos de ellos vuelven la mirada con desagrado y un pesimismo prepondera­nte que puede incluso asustar.

El segundo grupo está formado por los colombiano­s que, desde que emigraron o debido a las nuevas circunstan­cias, consideran que su paso por el extranjero es temporal y que en algún momento regresarán para aportar a la economía del país, siendo trabajador­es o incursiona­ndo en el medio empresaria­l.

El tercer grupo está compuesto por los estudiante­s que tuvieron como única alternativ­a adquirir un crédito-beca para realizar sus estudios profesiona­les en el extranjero. Aunque los términos de estos créditos son variados, muchos condiciona­n un porcentaje de condonació­n con el retorno inminente una vez finalice el tiempo de estudios. Esta atractiva alternativ­a resulta ser en muchos casos un salto al vacío, consideran­do que el profesiona­l especializ­ado debe insertarse en un mercado laboral desacelera­do y asumir una deuda remanente (algunas veces adquiridas en dólares estadounid­enses).

Por último están aquellos que desean regresar al país prontament­e, extrañan su familia, la gastronomí­a y las comodidade­s que existen en nuestro país, que solo son visibles desde afuera. El problema, nuevamente, es un mercado laboral reducido en el que los salarios están desajustad­os con respecto a los perfiles de los candidatos y en el que existe una reducida inserción de doctores en la industria nacional.

De esta manera, vivir y trabajar en el extranjero se convierte en la mejor y única opción para muchos que hoy viven un exilio, un exilio profesiona­l.

‘‘La vida fuera de Colombia implica, entre otras cosas, adaptarse a un nuevo sistema, el respeto intrínseco de otras costumbres y el tan difícil distanciam­iento familiar que evoca siempre nuestros orígenes”.

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