No es un humedal
Con el estudio de caracterización de la CAR queda en firme la decisión de la ANI de cambiar el trazado de la variante a Chía para no afectar un ecosistema. Ambientalistas cuestionaron que se negara su perfil de humedal.
La CAR entregó el estudio de caracterización del ecosistema de la Troncal de los Andes. A pesar de que no lo declaró humedal, dijo que debe conservarse como zona de protección hídrica. Con el informe, la ANI dejó en firme la decisión de cambiar el trazado para no afectar el cuerpo de agua. Sin embargo, los ambientalistas cuestionaron la posición de la autoridad ambiental e insisten en que sí es un humedal.
La Troncal de los Andes, variante que conecta el municipio de Chía (Cundinamarca) con la autopista Norte y que se diseñó como una vía alterna para evitar que el tráfico pesado cruzara todo el municipio antes de seguir hacia el norte del país, podría concluirse en los próximos meses y sin generar ninguna afectación ambiental.
La Agencia Nacional de Infraestructura (ANI) espera concluir en los próximos dos meses los nuevos diseños, proyectar junto con la concesión Accenorte una actualización del estudio de impacto ambiental y tramitar el permiso de la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (ANLA), tras tomar la decisión de cambiar el trazado de la vía que lleva meses estancada en una ejecución del 54 % para no pasar sobre un ecosistema que la comunidad pidió fuera declarado humedal. “Vamos a iniciar los trámites para estos ajustes de manera inmediata. Una vez nos aprueben podríamos iniciar el proceso constructivo, vamos a tratar de que la afectación en tiempo no sea tan grande”, dijo el vicepresidente de Gestión Contractual de la entidad, Luis Eduardo Gutiérrez.
El funcionario le confirmó a El Espectador que la modificación del proyecto consiste en desviarse del trazado original en una longitud de más de 1.500 metros después del río Bogotá hacia el costado de la finca de Mongibello, luego se retomaría el trazado actual por casi un kilómetro hasta la intersección El Humero, lo que significa que la adquisición de predios, hoy en proceso de expropiación judicial, continuará.
Aún no se tiene un costo estimado por los cambios en la obra, lo que sí se sabe es que no se necesitarán recursos de la nación, lo va a hacer a su cuenta y costo la concesión bajo la figura de eximente de responsabilidad, según Gutiérrez, un acuerdo que se ha discutido por semanas en las mesas de trabajo que convocó la entidad.
La decisión cobró sentido luego de que el pasado 26 de marzo la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR) entregara el estudio de caracterización del ecosistema, en el cual concluye que no es humedal, pero sí una Zona de Protección Hídrica (ZPH), por su importancia ecológica. “La CAR lo declaró área de conservación, nosotros no podemos ser ajenos a esa exigencia”, destacó Gutiérrez.
Sin embargo, la conclusión de la CAR más allá de resolver las dudas respecto al ecosistema avivó el debate. En primer lugar, no lo reconoció como un humedal a pesar de que al menos cuatro estudios independientes ya lo habían hecho: el informe de la bióloga y doctora en conservación Loreta Rosselli y el observador de aves estadounidense Gary Stiles sobre biodiversidad; el análisis multitemporal del colectivo Voces del Río, dedicado a la defensa de ríos, humedales y lagunas en Cundinamarca; el estudio de caracterización in situ del grupo de investigación de la Universidad El Bosque, y el concepto técnico hidrológico del ingeniero ambiental Gonzalo Forero. En segundo lugar, desestimó y contradijo las pruebas documentales sobre la mesa a pesar de que usaron los mismos recursos técnicos.
Para la CAR, el cuerpo de agua no es natural ni permanente, de hecho, se ubica en una zona denominada planicie de inundación, que se reserva en caso de que el río Bogotá tenga una crecida. Su surgimiento, según la autoridad ambiental, es producto de años de alteraciones en el terreno que cambiaron los patrones naturales de lo que solía ser un área de praderas. Esto llevó a que se formara una depresión topográfica donde se acumula el agua lluvia y la proveniente de un canal de desagüe de la vereda, conocido como Proleche, cuando se desborda y no alcanza a llegar al río, lo que, a su vez, profundiza la cuenca y atrae más especies. Este fenómeno se intensificó en los últimos días, después de que biólogos de la Universidad El Bosque decidieran, durante un estudio in situ, romper el jarillón que separaba el canal del ecosistema bajo el argumento de que por normatividad las aguas no podían estancarse en un predio privado.
El director de la CAR, Luis Fernando Sanabria, el dijo a El Espectador en entrevista que el ecosistema no puede ser elevado a categoría de protección especial porque, a diferencia de un humedal, “no tiene la capacidad natural de filtrar agua ni presta los mismos beneficios”. En otras palabras, a un humedal no lo hace el aspecto, sino una estructura biótica especial. “Los encharcamientos pueden presentarse en cualquier momento y en cualquier lugar”, explica el informe.
La autoridad ambiental se apoyó en fotografías desde 1939 para demostrar que el predio era llano y se destinaba al ganado vacuno y al pastoreo de caballos. Según detalló, por décadas no hubo signos de cuerpos de agua o rastros de un ecosistema, ni siquiera características de encharcamiento, hasta 2007, cuando la construcción de un terraplén separó este predio del resto y lo supeditó a los desbordamientos del río Bogotá y el canal Proleche por tiempos más prolongados. Dos años después ya había pequeños cuerpos de agua artificiales sobre un suelo arcilloso compacto que repele la humedad. Luego, en 2011, el fenómeno de La Niña lo inundó por completo, como les ocurrió a muchas zonas en Chía, dando origen a zonas irregulares o desniveles en lo que solía ser una planicie. Los cambios físicos, según la entidad, vendrían después de 2016, con la aparición de nueva vegetación y un depósito de agua por la falta de drenaje y de manejo de aguas superficiales.
Sanabria fue enfático en que la entidad no generó una alerta