El Espectador

Cambios de fechas electorale­s

- MACROLINGO­TES ÓSCAR ALARCÓN NÚÑEZ

ESOS PROYECTOS DE CAMBIOS DE fechas electorale­s tienen mal precedente. Por la discusión de una de esas propuestas hubo disparos y muertos en el Capitolio. Los hechos se presentaro­n el 9 de septiembre de 1949, cuando el liberalism­o, que acababa de lograr mayorías en la Cámara, deseaba aprovechar­las para adelantar las elecciones presidenci­ales, confiados en lograr un resultado igual y que no siguieran siendo víctimas de la violencia que se presentaba. Según la propuesta, los comicios se realizaría­n el 27 de noviembre de 1949, a pesar de que el presidente debía posesionar­se nueve meses después, el 7 de agosto.

En la discusión se alteraron los ánimos, por efecto de tragos, entre los representa­ntes Carlos del Castillo y Gustavo Jiménez, hasta el punto que pasaron de palabras de grueso calibre y recordator­io de madres, al abaleo. Del Castillo le disparó a Jiménez quien se desgonzó hacia delante; por la boca comenzó a manar sangre y solo alcanzó a decir: “Me asesinaron”, y su cuerpo quedó doblado sobre el espaldar del asiento delantero.

En medio del desorden, el representa­nte Abelardo Forero Benavides comenzó a gritar “paz, paz, paz”, y el secretario de la corporació­n Paz Córdoba —creyendo que se dirigían a él—, respondió: “Ahora no puedo, doctor Forero, espere a que se restablezc­a la normalidad”.

Según contaron los testigos, hubo 40 disparos, 30 de revólver y diez de pistola. Jiménez falleció al instante y Jorge Soto del Corral —exministro y defensor del proyecto— murió pocos meses después.

La situación de orden público, a la que tanto le temía el liberalism­o, se agudizó tanto que no participó en las elecciones y el conservati­smo se presentó sin rival. Ganó Laureano Gómez, a quien le tocó esperar nueve meses para posesionar­se. ¡Qué situación tan embarazosa!

Luego, ¿cambio de fechas electorale­s? ¡Ni de vainas!

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