Sobre las tiras cómicas
En su reciente libro Cómic, la aventura infinita, Felipe Ossa, un erudito del tema, mostró la importancia de esta forma a veces menospreciada de arte y vale la pena recordar algunos de sus predecesores. Una de las probables razones para que muchas veces las tiras cómicas no sean tomadas en cuenta es su desafortunado nombre, ya que este hace pensar que se concentran exclusivamente en lo chistoso, cuando lo cierto es que las hay de aventuras, dramáticas e incluso algunas filosóficas. De hecho, el llamado tapiz de Bayeux (del siglo XI) tiene una especie de historia de Inglaterra con imágenes tejidas en la forma secuencial de las historietas. Muchas biblias de la Edad Media dibujan la respectiva historia con los personajes dibujados con palabras saliendo de sus bocas. En el siglo XVIII Hogarth hizo una serie de cuadros como Matrimonio a la moda y El progreso del libertino que satiriza historias mediante imágenes en forma serial.
Fue el caricaturista suizo Töpffer quien, en 1827, comenzó a crear historias ilustradas que se aproximaban a las tiras modernas y algunos lo consideran el padre de los cómics. Fue la inspiración para Max y Moritz, del alemán Wilhelm Busch, que mostraba las travesuras de dos niños, quienes posiblemente fueron los predecesores e inspiradores de El niño amarillo, la primera tira cómica publicada en periódicos, en 1895. Este se puede considerar como el principio del desarrollo de las historietas, que por mucho tiempo fueron una de las principales secciones de la prensa.
La tira cómica ha originado un importante movimiento que sigue en pie, con momentos triunfales como las obras de Will Eisner o el famoso Maus, de Art Spiegelman, que se dio el lujo de ganar el premio Pulitzer cuando fue publicado como libro. Muchos creen que este arte secuencial (como lo llamara Eisner) es una de las formas características de nuestros tiempos y el hecho es que hay muchos creadores que aportan con su vitalidad a esta importante forma de la cultura.