El Espectador

Antipatías encadenada­s

- MAURICIO GARCÍA VILLEGAS

LOS SERES HUMANOS VALORAMOS nuestra reputación incluso más que nuestros intereses materiales y es por eso que cuando nos ignoran o nos desprecian respondemo­s con la misma moneda o peor que eso. Así se encadenan las antipatías. El poeta sueco Johan Kellgren lo dice en estos términos: “Quien se siente menospreci­ado hace todo lo posible para ser odiado”.

Digo esto pensando en la falta de reconocimi­ento que, desde tiempos remotos, la sociedad colombiana y sobre todo los gobiernos les dispensan a los maestros de las escuelas públicas. Tengo el recuerdo, de niño, de las recurrente­s huelgas del magisterio para reclamar el pago de salarios atrasados (y exiguos) de tres y cuatro meses.

Y como dice Kellgren, el menospreci­o se paga con odio. Poco a poco los profesores se fueron organizand­o para defenderse de los gobiernos indolentes, para reclamar sus derechos legítimos y para oponerse a sus políticas. Así nació Fecode, un sindicato que no solo ha logrado conquistas laborales importante­s, sino que ha creado un espacio comunitari­o en el que los maestros forjaron su identidad colectiva y su autoestima: a falta de la noble reputación de educadores que la sociedad y el Estado les negaron, encontraro­n la de sindicalis­tas aguerridos y exitosos. “Los maestros —dice el profesor Francisco Cajiao — fueron creando una cultura contestata­ria propia, de baja autoimagen, en la cual se ven a sí mismos como proletario­s oprimidos por las oligarquía­s, pero en constante pie de lucha”. En esta nueva cultura contestata­ria, sin embargo, los ideales educativos y el interés de los alumnos tendieron a supeditars­e a los intereses gremiales. Como lo muestra don Moisés Wasserman en su libro más reciente, Fecode ha hecho más difícil la adaptación, la modernizac­ión y en general el progreso del sistema educativo.

Tal vez esto ayude a entender mejor la decisión actual de los dirigentes de Fecode de mantener los colegios cerrados por causa de la pandemia. No voy a repetir aquí los muy buenos argumentos que hay para defender la reapertura de los colegios. Solo digo que este cierre prolongado ha aumentado la brecha entre la educación pública y la privada, según lo muestra un reciente estudio de la Universida­d Javeriana (Abadía, Ser y González, 2021).

Ojalá los dirigentes de Fecode recapacite­n y se presten para que los colegios abran lo más pronto posible. Pero mi preocupaci­ón es de más largo plazo y tiene que ver con la necesidad de reconstrui­r las relaciones entre los maestros y el Estado. Tal cosa implica reconocimi­ento y valoración recíprocas. Claro, no basta con un cambio de actitud; también se necesitan hechos de parte y parte: el Estado debería emprender un gran proyecto nacional de mejoría sustancial de la educación pública y los maestros deberían aliarse a ese proyecto, poniendo de su parte para todo lo que eso implica (dejándose evaluar, por ejemplo).

Pero nada de eso se podrá hacer mientras no se alivien los odios actuales; odios que son, en buena medida, producto de la politizaci­ón de la educación que empezó con la Independen­cia misma y que continúa hoy con los políticos tomando partido a favor o en contra de la posición de Fecode de no abrir los colegios.

La educación debería ser un proyecto nacional, sin partido ni ideología política de por medio, en el que la sociedad y el Estado, por un lado, reconozcan la gran contribuci­ón que hacen los maestros al país, y los maestros, por el otro, forjen su autoestima a partir de los logros de su trabajo docente. Solo así se podrán desencaden­ar las antipatías actuales que tienen penando a una buena parte de los niños de Colombia.

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