Noel Ramírez: la nieve de los años
El cantante y compositor quindiano fue una figura fundamental del tango, la música popular y el bambuco; además, pionero de las grabaciones e integrante del legendario dueto Ramírez y Arias.
“Nuestra historia”, escribió el maestro Elkin Obregón, “quizá no encuentre mejor campo que el musical para constatar el fenómeno de la creación artística hecha por ese hombre que, muchas veces mecánicamente y sin adivinar el elogio y el preciso sentido de la frase, llamamos hombre de pueblo”. Esa descripción se adecúa perfectamente a José Noel Ramírez Londoño, un humilde cantor del centro del país que con su voz y su ingenio hizo las delicias de una generación ya ida, cuyos inolvidables discos son joyas de coleccionistas que siguen sonando en emisoras nostálgicas y en algunos salones de tertulias donde se toma tinto o uno que otro aguardiente.
“Nací en una finca, al pie de un cafetal, de la vereda Buena Vista, de Circasia (Quindío), el 11 de abril de 1921”, en el hogar formado por Francisco Antonio Ramírez y Natalia Londoño Arias, y doce hermanos, contó el artista Noel Ramírez Londoño en alguna entrevista. De niño comenzó a trasegar por la música y con su hermana Aura formó de manera temprana la dupla de Los Hermanos Ramírez, que entretuvo la muelle vida campesina de aquellos tiempos. Entre Armenia, Bogotá, Pereira y Manizales, adquirió experiencia con músicos que supieron encaminarlo.
Hacia 1941 en Pereira, mientras trabajaba en la emisora La Voz Amiga, se encontró con José Barros, que regresaba de Manizales de grabar discos para la RCA Víctor, la cotizada marca del fonógrafo y el perrito. El compositor banqueño lo contactó con don Antonio Pinzón, director de la emisora Electra de Manizales, y la relación dio frutos al firmarle un contrato para la grabación de ocho piezas en cuatro discos de 78 rpm: los dos primeros con el dueto —Rionero (tango), Dulce ensoñación (pasillo), Carnaval de la vida (pasillo) y El sepulturero (corrido)— y los dos restantes con el ecuatoriano Alfonso Medardo Arroyo, Triqui Traque, excelente guitarrista y cantante que además era payaso del circo Hermanos Domínguez. El dueto Arroyo y Ramírez grabó los temas Amargura (pasillo) y Deseo (vals), más otro disco que no ha sido posible hallar.
Este primer acercamiento a las grabaciones, cuando apenas estaba comenzando a desarrollarse la industria fonográfica nacional, lo convirtió en uno de los músicos populares más tradicionales y recordados del país. La venta de su tango Rionero logró una cifra récord. En Bogotá formó, con Nano Molina y Alfredo Pérez, el grupo Los Trovadores Nacionales, intérpretes de músicas un poco más elevadas que las de la mayoría de los músicos populares de entonces. Los tres se dieron el lujo de estrenar en Colombia el repertorio de grandes compositores como Agustín Lara, Gonzalo Curiel y Ernesto Lecuona, y fungieron como artistas publicitarios de grandes empresas, viajando por todo el país.
Al desintegrarse ese conjunto nació el conocido Trío Grancolombiano, formado por Molina, Ramírez y el artista ecuatoriano José Renán Salazar, cuyas actuaciones en Medellín colmaron la radio y los teatros, con quienes grabó para el sello Silver. De allí pasaron a Cartagena, donde don Antonio Fuentes, propietario de la famosa empresa discográfica que lleva su apellido, les grabó 19 discos de 78 rpm. Corría el año 1951. Su prestigio los consagró y viajaron hasta Panamá, de donde regresaron decepcionados tras el incumplimiento del contrato que los iba a llevar a México, donde discos Peerless prensó dos de sus grabaciones: el porro Hermosa panameña y el bolero Guajirita del alma.
Ramírez se estableció en Medellín y allí, en 1952, se reencontró con Obdulio Arias, un viejo amigo de la región cafetera. Así nació el popular dueto Ramírez y Arias, que grabó para sellos como discos Leo, Zeida, Torbe (de Venezuela) y Sonolux, en cuya casa discográfica dejarían los más bellos y populares registros de su carrera musical: Tan mía y tan ajena, La nieve de los años, Calvario, Llorar, llorar, Vuelve, Misterios del corazón y Olvídame sin rencor, entre otras, que tuvieron ventas millonarias y contaron con el acompañamiento del maestro León Cardona y su guitarra eléctrica.
Si bien vendrían otros proyectos colectivos para Noel Ramírez, fue en calidad de solista como se consagró. Ahí afloró el trovador, el sin igual cantor de tangos, valses, zambas, rancheras, boleros y otros aires populares de la época. Su dulce y timbrada voz puede oírse en cerca de dos centenares de piezas con acompañamientos variados, como el de las orquestas y conjuntos de Tita Duval, Raúl Iriarte, Joaquín Mauricio Mora, Los Caballeros del Tango, la Marimba Niña de Guatemala, Ramón Ropaín, Juanito López, Edmundo Arias, el Mariachi Silver, Cholito Gómez y su conjunto de guitarras, y Felipe Henao y su piano, para sellos como Tropical, Universal, Vergara y Discos Mundo.
Si bien sus composiciones no son muchas, las pocas que se grabaron lograron éxito; por ejemplo, el clásico bambuco Flor manizaleña, Las cosecheritas, Amargo llanto, Desconsuelo, Sueños del pasado, Esperanza muerta, Flor incaica, Rionero, Hermosa panameña, El farol de mis recuerdos y Dulce ensoñación.
Enrique Benavides R., investigador de artistas del Eje Cafetero, escribió acerca de Ramírez: “Compañero ejemplar por su calidad humana de excelente amigo y profesional intachable, su voz está catalogada como una de las mejores que ha dado Colombia para la música popular, por eso es muy larga la lista de casas disqueras en las cuales grabó Noel Ramírez”.
Se casó con la dama antioqueña Dolly Echeverría, con quien tuvo seis hijos; vivió algún tiempo en Estados Unidos, posteriormente volvió a Medellín y en sus últimos años regresó a Pereira, donde exhaló su último aliento el 22 de diciembre de 2012. Este 11 de abril se conmemoró el centenario de su natalicio, a la espera de que la nieve de los años, a la que le cantó en el vals del mismo nombre, no caiga sobre su recuerdo.
››Fue en calidad de solista como se consagró Noel Ramírez. Ahí afloró el trovador, el sin igual cantor de tangos, valses, zambas, rancheras, boleros y otros aires populares de la época.