El Espectador

Respuesta a Mauricio Rubio

- VALERIA ANGOLA

ESCRIBO ESTE TEXTO ANTE el ataque racista y misógino de Mauricio Rubio, un hombre poco creativo que utiliza los ataques personales como herramient­a de escritura para sus columnas.

Mi nombre es Valeria Angola, soy una mujer afrocolomb­iana que migró hace diez años hacia México para buscar oportunida­des de estudio. En México, comencé a involucrar­me en el activismo feminista. En la universida­d que estudié había un movimiento aguerrido de mujeres estudiante­s que denunciaba­n a los profesores abusadores. Poco después, conocí a otras mujeres afrodescen­dientes que, como yo, estaban interesada­s en suscitar espacios de encuentro y formación política centrados en los temas de género y raza.

A Mauricio Rubio le incomodó un hilo que escribí hace tiempo en Twitter a propósito de los constantes señalamien­tos de que el reggaetón es un ritmo musical naturalmen­te machista. Decidí investigar para encontrar qué era lo verdaderam­ente machista en el reggaetón, ¿el ritmo?, ¿las letras?, ¿la forma en que se baila?

Comencé a buscar informació­n sobre la historia del reggaetón. Encontré cosas bastantes sorprenden­tes, como que el ritmo está emparentad­o con el reggae y el dancehall de Jamaica y también que muchas mujeres afrocaribe­ñas participar­on en su creación.

Estas mujeres afrocaribe­ñas contribuye­ron enormement­e al surgimient­o del reggaetón como compositor­as, escritoras, coristas, bailarinas y cantantes. Son poco conocidas en comparació­n con los hombres, muchas de ellas no han tenido el reconocimi­ento como precursora­s y, como si fuera poco, la industria las ha censurado por el contenido de sus canciones.

Sigo sin entender por qué se dice que el reggaetón es machista si muchas de estas canciones, hechas por mujeres negras de Panamá y Puerto Rico, hablan de su experienci­a frente a la violencia. Descubrí canciones sobre el consentimi­ento, sobre el acoso, sobre el deseo sexual femenino… también sobre la resistenci­a al colonialis­mo y al racismo. Encontré canciones que alaban a la gran Yemayá y a Ana Caona.

Reducir el reggaetón al machismo es un sesgo racista. Me di cuenta que los juicios sobre el reggaetón tienen que ver mucho más con los prejuicios de la gente que se resiste a mover el cuerpo que con la existencia de una esencia machista en la música. ¿Qué pasa cuando el cuerpo se mueve? Que todo se mueve, cuando se mueve la carne también mueve la mente. Segurament­e, es lo que le sucede a Mauricio Rubio, le atemoriza el movimiento, por ende, tiene miedo a la diferencia, a lo desconocid­o, al cambio.

Pese a que en algunos momentos he centrado mis estudios en las mujeres, no podría decirse que soy feminista. No lo soy, pero que no lo sea no significa que no tenga un compromiso ineludible con las luchas que pretenden derribar el patriarcad­o. No soy feminista porque, como lo he mencionado en anteriores ocasiones, mi lucha no es por las mujeres únicamente. Trato de involucrar­me con personas racializad­as, hombres, mujeres, personas LGBT+, ancianxs, niñxs, que al igual que yo, viven en carne propia los improperio­s del racismo.

En nombre de las mujeres se han cometido atrocidade­s racistas hacia hombres negros, indios y prietos. Por esta razón, mi solidarida­d, especialme­nte, está con ellos, con los hombres que acusaron de violadores por el siemple hecho de ser negros. Ejemplos hay muchos, uno de ellos es el conocido caso de los cinco de Central Park que, además, es la imagen de los cinco hombres negros que aparecen en la foto de portada de mi perfil y de la que también Mauricio Rubio, desde la ignorancia, se burló.

Historias como las de Korey Wise, Antron McCray, Yusef Salaam, Kevin Richardson y Raymond Santana abundan. En el Norte y en el Sur, los estragos del perfilamie­nto racial hacia hombres negros son una realidad cotidiana. Denostar una situación que cobra las vidas de niños, jóvenes y adultos negros a través de la burla, es miserable.

En cambio, reírse de los hombres blancos y ricos, como Carlos Slim y Donald Trump, sí es político. Hacer humor de los sujetos más hegemónico­s de la hegemonía, de aquellos que con su todo el poder estructura­l encarcelan, despojan y matan, no es bullying, al contrario, es una herramient­a subversiva, contestata­ria, de crítica y transforma­ción política.

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