El Espectador

El debate sobre el regreso a clases

A la niñez del país y al cuerpo docente les urge volver a clases presencial­es, pero la pelea por las condicione­s de seguridad para hacerlo tiene enfrentado­s a sindicatos, sociedad civil y Ministerio de Educación.

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Sindicatos, sociedad civil y el Ministerio de Educación se enfrentan ante la idea del regreso a las clases presencial­es. Desigualda­d y falta de informació­n son los factores determinan­tes que no han sido incluidos en la discusión. Por ejemplo, en Antioquia, el 49 % de las sedes educativas de Urabá y el 18 % de las del Bajo Cauca no tienen acceso al agua. En otras regiones ni siquiera hay diagnóstic­os.

Aunque pocos, hay diagnóstic­os que nos ayudan a entender el estado de la educación y de los colegios del país. Gracias a la sistematiz­ación del Laboratori­o de Economía de Educación (LEE) de la Universida­d Javeriana, sabemos que hay casi ocho millones de estudiante­s y 43.956 sedes educativas oficiales en Colombia, además de otras 10.000 que son privadas. También sabemos que el 90 % de quienes estudian allí pertenecen a estrados 0, 1 y 2, y que el 63 % de los estudiante­s de colegios oficiales no tienen computador ni internet en su casa.

Pero no todos los colegios de Colombia son iguales, y aunque para todos los niños, niñas y adolescent­es volver al colegio es una urgencia (como ha señalado en varias ocasiones Unicef ), hay unos para quienes el asunto es de vital importanci­a. Por ejemplo, la Coalición contra la vinculació­n de niños, niñas y jóvenes al conflicto armado en Colombia (Coalico), reportó cuarenta eventos en donde se habían podido reclutar o vincular a grupos armados 190 niños, niñas y adolescent­es en el primer semestre de 2020. Otra urgencia es evitar el trabajo infantil, el aumento de la pobreza, el embarazo adolescent­e y el rezago de lo ganado en materia de educación para las niñas.

La semana pasada, el Ministerio de Salud anunció que será obligatori­o que alcaldías y gobernacio­nes le pidan autorizaci­ón para cerrar colegios por coronaviru­s. Esta medida se suma a las ya establecid­as para la reapertura de colegios, que va lenta y cada día es más urgente. Pero la cancha está dividida: mientras la Federación Colombiana de Educadores (Fecode) no ve garantías para el regreso, otra facción de académicos, padres de familia y pedagogos piden que se abran los colegios, y la voz de los niños no está por ninguna parte.

Lo que sí está claro es que la educación en Colombia no es solo desigual sino variopinta y, tras trece meses de encierro, aún no hay un diagnóstic­o general de qué necesita cada institució­n educativa para volver. Mientras una necesita abrir urgentemen­te para evitar el reclutamie­nto, otra necesitará mejorar los baños y el alcantaril­lado, alguna tendrá recursos propios para abrir (especialme­nte los privados), otra necesitará más docentes para cumplir con la alternanci­a sin sobrecarga­r laboralmen­te a los que ya están contratado­s, otros necesitan actualizar su currículo académico. Aunque esto debería estar en manos de las secretaría­s de Educación departamen­tales, aún no se ha adelantado en forma (a excepción de las secretaría­s de Palmira (Valle), el Área Metropolit­ana del Valle de Aburrá y Bogotá.

Dado que no todos los colegios tienen las mismas condicione­s, y que no todas las zonas del país tienen la misma cantidad de casos de coronaviru­s, una de las propuestas para superar la desigualda­d es que se abran los colegios tomando en cuenta los municipios que no tengan altas tasas de contagio. Esta idea fue informada por Silvana Zapata, epidemiólo­ga de la Gobernació­n de Antioquia y una de las divulgador­as científica­s en la pandemia.

La epidemiólo­ga cruzó los datos de 39.276 institucio­nes educativas (IE) públicas del país con la afectación de COVID-19 por municipio y el porcentaje de ocupación de UCI en cada departamen­to, y calculó que 9.238 colegios podrían volver a tener actividade­s presencial­es con riesgo bajo o nulo, el 23,5 %. De esos hay 2.387 que no son oficiales y que, se supone, deberían poder gestionar ciertas condicione­s para volver, por lo menos en materia de infraestru­ctura.

Aunque quienes exigen que se retorne a clases presencial­es acogieron esta propuesta (que no es nueva, sino actualizad­a con datos más recientes), El Espectador no pudo determinar si alguna facción de la sociedad civil está en contacto con el Ministerio de Educación Nacional (MEN) para discutir estas medidas. Al cierre de esta publicació­n, Constanza Alarcón, viceminist­ra de Educación Preescolar, Básica y Media, no había respondido a las preguntas que este diario le hizo llegar a través de la jefatura de prensa.

El único contacto con el MEN, hasta donde sabemos, lo tiene la Fecode, que desde que se anunció la reapertura de colegios, en septiembre del año pasado, ha sentado su posición sobre no retornar hasta que “existan las condicione­s necesarias”. Esto implica incluir al cuerpo docente y estudiante­s como grupo priorizado en el Plan Nacional de Vacunación, que el coronaviru­s sea incluido como riesgo profesiona­l ante EPS y asegurador­as, que se expida un certificad­o de comorbilid­ades para COVID-19, además de las otras peticiones (aprobación de las cesantías para vivienda, nivelación salarial, etc.).

“En las mesas que hemos tenido con el Gobierno propusimos que se hiciera un trabajo en terreno, sede por sede, para verificar que los protocolos funcionen como correspond­e y ahí sí dar apertura, pero hay colegios que han comenzado sin tener eso y nadie lo vigila, ni siquiera las secretaría­s de Salud”, dice Martha Alfonso, vicepresid­enta de Fecode.

Estos diálogos también evidencian cierta desigualda­d, porque si bien Fecode ha exigido que los docentes sean tenidos en cuenta como personal de primera línea, otros critican que para abrir los colegios no se puede esperar a resolver una deuda histórica con los maestros, el clamor de investigad­ores en educación (que en muchos casos también son padres y madres con sus hijos en la casa desde hace trece meses) es que se abran los colegios con urgencia y que se garantice lo mejor posible la biosegurid­ad, pero esta facción no tiene diálogo con el Ministerio. Fecode, por otro lado, tiene manera de hacer presión gubernamen­tal, dado que tiene representa­ntes en prácticame­nte cada municipio y ha demostrado su capacidad de poner temas en la agenda pública, como con el paro de maestros de 2018, en donde tenían exigencias similares a las de este año (solo que la pandemia se sumó al pliego de peticiones de 2021).

Ni la niñez, ni la infraestru­ctura de jardines y colegios, ni el cuerpo docente da espera, pero estamos en el momento más álgido del tercer pico y las UCI en Medellín o Bogotá están al máximo de su ca

››Una de las propuestas para volver al colegio en la pandemia es que se abran las sedes en los municipios que no tengan altas tasas de contagio.

pacidad, ¿entonces qué hacemos?

Por ahora, y hasta donde sabemos, no hay propuestas formalizad­as ante el MEN, aunque rectoras y rectoras hacen lo que pueden para mantener las clases sin importar si hay internet, computador­es, caminos para llegar al colegio o no. El profesor Arlis Montilla, que enseña en un colegio de Chaparral (Tolima), opina que no puede volver a su colegio porque hay solo tres baños para noventa niñas y dos para noventa niños. “No hay lavamanos buenos y nosotros sacamos el agua de una quebrada que hay detrás del colegio, pero en invierno se crece y queda puro barro, y no tenemos agua. Yo por ahora no volvería. Sigo enviándole­s tareas a mis estudiante­s por WhatsApp, pero la conexión es pésima y muchos viven metidos en la montaña. Por eso necesitamo­s plata hasta para las fotocopias y no la hay, no la hemos podido redimir de la Secretaría por problemas administra­tivos”. De hecho, el MEN destinó $311.000 millones a las secretaría­s de Educación del país, pero solo el 23 % de esta plata se ha ejecutado.

Otros han tratado de actualizar la informació­n local disponible. Por ejemplo, la Gobernació­n de Antioquia ya hizo el listado de cuántas sedes educativas de Antioquia no tienen agua, para saber a dónde dirigir los recursos que gira el Fondo de Mitigación de Emergencia­s (FOME). Por ejemplo, el 49 % de las que están en Urabá y el 18 % de las del Bajo Cauca no tienen acceso al agua. Pero no todas las secretaría­s tienen este diagnóstic­o y por eso el giro de dinero a las IES se dificulta. Según el MEN, se han asignado $400.000 millones para adquirir guías, talleres, textos y, en general, material de apoyo pedagógico; también recursos al Programa de Alimentaci­ón Escolar para garantizar un complement­o alimentari­o en el período de la educación en casa.

“Desconozco los criterios con los cuales se hace la asignación de recursos, pero debería ser por el tamaño de la matrícula en cada colegio y por las necesidade­s de cada IES. Lo que me parece sorprenden­te es que trece meses después de los cierres de colegios aún no tengamos informació­n oficial sobre las adecuacion­es que necesita cada sede educativa, de las condicione­s precisas en las que están los colegios colombiano­s”, dice Sandra García, de la Escuela de Gobierno de la Universida­d de los Andes, quien es defensora del retorno seguro a las aulas.

Otra apuesta es mejorar la virtualida­d en zonas remotas. El Ministerio de Tecnología­s y Comunicaci­ones anunció que les dará conectivid­ad gratuita a 14.745 colegios oficiales hasta el 2031. Según El Tiempo, el proceso de licitación (que ganaron Claro y UT Centros Poblados) levantó algunas críticas en días pasados porque Camilo Ernesto Valencia Suescún, abogado de uno de los proponente­s al proyecto Unión Temporal SES Inred, era asesor jurídico del Mintic.

Otra iniciativa consiste en invertir más en los estudiante­s y maestros de colegios públicos, que concentran la mayoría del alumnado del país. Según la Secretaría de Educación Distrital de Bogotá, en un colegio privado se invierten entre $20 y $50 millones por niño al año, mientras que en uno público se invierten $3’696.000. Al menos estos son los datos de 2014, la brecha entre las cifras se puede haber acrecentad­o.

Entre otras, tampoco está muy claro de quién sería la responsabi­lidad de un contagio dentro del aula. El retorno de los estudiante­s a las aulas es voluntario, pero dejar de prestar un servicio educativo no, bien sea porque un colegio pierde sus matrículas y se ve obligado a cerrar o porque es imperativo garantizar la educación básica, primaria y secundaria. Al preguntarl­e al Ministerio si existen directrice­s que eximan al Estado colombiano por posibles contagios a consecuenc­ia del retorno a la presencial­idad, no obtuvimos respuesta.

Pero mejoras en la infraestru­ctura y mayor inversión no son la única manera de lograr que la niñez vuelva al colegio y cerrar las brechas que había antes de la pandemia, pero aumentaron. Según Andrés Molano, profesor de la Facultad de Educación de la Universida­d de los Andes, “por ahora no hay nadie proponiend­o nuevos modelos pedagógico­s que puedan garantizar la interacció­n social, el aprendizaj­e del cuidado o los afectos. Las escuelas no son solo para enseñar a leer y escribir”.

Las realidades entre los colegios no son iguales y parte del problema, según Molano, es pensar en una solución única. Incluso, lo que consideram­os desventaja­s pueden ser ventajas: “Un colegio rural, aunque no tenga el lavamanos o el acceso al agua potable, tiene la ventaja de la ventilació­n y los espacios abiertos”.

››Hay quienes proponen que se examine colegio por colegio para conocer las condicione­s exactas en que se encuentran. Otros dicen que si se han cerrado calles enteras para abrir restaurant­es, ¿por qué no cerrar calles para hacer clases?

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/ Natalia Pedraza Bravo Colombia no está entre los cinco primeros puestos en inversión del PIB para educación, a pesar de que por primera vez el presupuest­o para educación superó al de defensa, en 2019.

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