El Espectador

Una vacuna para la humanidad

- JUAN MANUEL SANTOS ESPECIAL PARA EL ESPECTADOR

El expresiden­te de Colombia y Premio Nobel de Paz opina: “Deberíamos sentir vergüenza por el estado del plan global de vacunación, porque la mayoría de países pobres enfrentan la posibilida­d de esperar, por lo menos, hasta el 2024 para tener a su población inmunizada”.

Los grandes desafíos definen el legado de los líderes. El presidente Obama, por ejemplo, dirigió el rescate de la economía después de la crisis financiera mundial. La canciller Merkel lideró la acogida de refugiados que huían de las guerras, cuando pocos lo hacían. Nelson Mandela luchó contra el apartheid en Sudáfrica e hizo la paz con sus adversario­s de toda la vida, como lo hicimos en Colombia.

Hoy el presidente Biden tiene sobre sus hombros no uno sino varios desafíos de gran envergadur­a. No han transcurri­do cien días de su gobierno y, para fortuna del mundo, estamos viendo un buen ejemplo de liderazgo: desde acciones internas para controlar la pandemia hasta esfuerzos globales para luchar contra el cambio climático o para alcanzar una tributació­n corporativ­a progresiva.

Sin embargo, la prueba más urgente, y que requiere esfuerzo y liderazgo de la comunidad internacio­nal, es ponerle fin a la pandemia. Deberíamos sentir vergüenza por el estado del plan global de vacunación: el 86 % de todas las vacunas se ha destinado a los países más ricos, con solo el 0,1 % para los países de ingresos bajos. La mayoría de países pobres enfrentan la posibilida­d de esperar, por lo menos, hasta el 2024 para tener a su población inmunizada. Puede que algunos nunca lleguen a ese punto.

En el mundo sobran líderes que están tomando medidas apropiadas para vencer la pandemia dentro de sus fronteras. Pero el fin de la pandemia no se puede lograr individual­mente. El COVID-19, en cualquier lugar, es una amenaza para la humanidad entera. Como tanto se ha dicho, nadie está a salvo hasta que todos estemos a salvo. Y vencer este virus depende inevitable­mente del liderazgo de Estados Unidos.

Por esa razón, junto a 175 líderes mundiales, entre premios Nobel y jefes de Estado de todos los continente­s, le pedimos al presidente Biden que juegue el papel que solo él puede jugar: aumentar el suministro mundial de vacunas seguras y efectivas, y darles a las personas de todo el planeta la oportunida­d de despertar en un mundo libre del virus.

Le estamos pidiendo al presidente Biden que apoye una exención temporal en la Organizaci­ón Mundial del Comercio (OMC) de las reglas de propiedad intelectua­l sobre las vacunas y tecnología­s contra el COVID19. Esta medida, combinada con el liderazgo de EE. UU. en la transferen­cia de tecnología a través de la Organizaci­ón Mundial de la Salud y una inversión global coordinada en la distribuci­ón de la capacidad de fabricació­n, permitiría al mundo producir miles de millones de vacunas más, particular­mente en el mundo en desarrollo, para que podamos vencer este virus en todas partes y lo más pronto posible.

Nadie debería tomar este llamado a la ligera. Todos creemos en el poder de la competenci­a y los mercados. También reconocemo­s el papel de la propiedad intelectua­l para estimular la innovación, uno de los motores del progreso económico y tecnológic­o incluido, por supuesto, el de los medicament­os. Pero en este caso el sistema de propiedad intelectua­l se ha vuelto un impediment­o para obtener los resultados que se requieren, y no debe ser protegido a toda costa.

Esta pandemia sin precedente­s, que ha matado a más de tres millones de personas, ha llevado a decenas de millones a la indigencia y además amenaza con nuevos brotes mortales exige medidas también sin precedente­s.

El apoyo cerrado de los países ricos a la protección de la propiedad intelectua­l genera una gran frustració­n —y mucha rabia— porque le impide al resto del mundo usar la capacidad disponible, o incluso aumentarla, para fabricar las vacunas que se necesitan. Seamos claros: ponerse del lado de los monopolios de las farmacéuti­cas en una pandemia es permitir que muchísimas personas mueran, cuando podrían salvarse. Es así de simple.

Las soluciones globales que se basan en donaciones o que apoyan la muy limitada iniciativa COVAX son útiles, pero lejos de ser suficiente­s. Lo que realmente se necesita es que fabricante­s calificado­s en todo el mundo puedan producir las vacunas contra el COVID-19.

Es en momentos como este cuando se necesita una acción gubernamen­tal con sentido estratégic­o. Son, después de todo, los gobiernos los que han financiado el desarrollo de las vacunas contra el COVID-19. Una exención temporal hasta que se elimine el virus sería una solución global pragmática y eficaz. Es alentador que la administra­ción Biden esté consideran­do apoyar la propuesta de exención que Sudáfrica, India y otros países presentaro­n a la OMC. Esperamos que los demás países se unan para sacar adelante esta iniciativa.

Apoyar una acción de este tipo para lograr que la vacuna se ponga a disposició­n de todos y en todas partes —una verdadera vacuna para la humanidad— haría que Estados Unidos y el resto del mundo fueran más seguros y prósperos. Y ayudaría a prevenir el desarrollo de nuevas variantes de COVID-19 que amenazan incluso a quienes ya se vacunaron.

También tiene sentido desde el punto de vista económico. Según datos recientes, la actual desigualda­d en la distribuci­ón de las vacunas podría costar aproximada­mente US$9,2 billones en pérdidas económicas globales. Estados Unidos podría perder hasta US$1,3 billones del PIB y US$2.700 por persona en 2021, que es US$1.300 más que el reciente cheque que cada ciudadano estadounid­ense recibió como ayuda de su gobierno.

Una exención de la OMC, para permitir que todos los países puedan producir las vacunas y una inversión coordinada para su fabricació­n, sería además un gran gesto de solidarida­d, muy necesario en un mundo tan agobiado. Todo el mundo desarrolla­do haría bien en seguir ese camino. De hecho, esta es una gran oportunida­d para que Estados Unidos recupere su liderazgo global, tan ausente y necesitado en estos últimos tiempos. Los países y ciudadanos de todos los continente­s nunca olvidarán dónde estuvo la democracia más antigua del mundo en esta hora de necesidad.

He tenido el privilegio de trabajar de cerca con el presidente Biden, como vicepresid­ente y antes como senador, y siempre ha sido un defensor incansable de la paz y de la seguridad. El mundo es afortunado de tenerlo hoy en la Casa Blanca. Junto a otros líderes mundiales, le pedimos que tome las medidas urgentes necesarias para poner fin a esta pandemia. Ese sería uno de sus grandes legados.

‘‘Es alentador que la administra­ción Biden esté consideran­do apoyar la propuesta de exención que Sudáfrica, India y otros países presentaro­n a la OMC”.

 ?? / AFP ?? Juan Manuel Santos, junto a 175 líderes mundiales, entre premios Nobel y jefes de Estado de todos los continente­s, le piden al presidente de EE. UU., Joe Biden (foto), que “juegue el papel que solo él puede jugar: aumentar el suministro mundial de vacunas seguras y efectivas”.
/ AFP Juan Manuel Santos, junto a 175 líderes mundiales, entre premios Nobel y jefes de Estado de todos los continente­s, le piden al presidente de EE. UU., Joe Biden (foto), que “juegue el papel que solo él puede jugar: aumentar el suministro mundial de vacunas seguras y efectivas”.
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