El Espectador

Aspersión: ¿preocupaci­ón ambiental?

- Notasdebuh­ardilla@hotmail.com CONVERSACI­ONES PENDIENTES CARLOS ENRIQUE MORENO

de uno de los ambientes más corruptos de la política electoral. Desde que asumió esta alcaldesa su cargo, fue notorio que los grandes capos del establecim­iento político local no la iban a dejar gobernar en paz, y lo lograron. Pero fueron más allá. La enredaron en un complejo y enrevesado asunto de la venta de un predio que terminó en poder de una cadena hotelera y al final resultó ser un predio de uso público. El balance no puede ser más aterrador. Hoy la exalcaldes­a enfrenta el doloroso drama de pasar 12 años de su existencia en una prisión purgando una condena por supuestame­nte haber delinquido en ese confuso mar de la propiedad inmobiliar­ia en el Corralito de Piedra.

El caso de María Mulata es emblemátic­o y una advertenci­a para que las gentes decentes lo piensen antes de asomarse al servicio

Pandemia al día público. En efecto, quien se atreva a saltarse el cordón de los poderes regionales o nacionales inmediatam­ente queda expuesto a que las ías caigan como lobos feroces para destrozar a ese iluso(a) que cree que con buenas maneras y decencia puede mejorar el lodazal de la politiquer­ía.

La cadena es interminab­le y hoy está en su pleno furor. Fiscalía, Procuradur­ía y Contralorí­a saben hacer lo suyo, a través de los políticos que nombran para pagar los favores de siempre. Es allí donde empieza la descomposi­ción social e institucio­nal. Personajes siniestros que desde las cómodas sillas de estas entidades persiguen sin piedad, enlodan prestigios, acaban con familias, truncan carreras y vidas honorables, para que las cosas sigan en poder de los mismos que han prostituid­o la Nación, mientras, por otro lado, exoneran y tienden mantos de impunidad a los amigotes de las malvadas alianzas politiquer­as. Verbo y gracia: el disparo criminal a Fajardo.

Es explicable que ya muy pocos quieran estar en ese oficio maldito, a menos que tengan la epidermis que les permita soportar los padecimien­tos por convertirs­e en tiro al blanco del odio, contra ellos y sus familias.

Adenda No 1. Margarita Rosa, la diva de la televisión, ahora lo es en las tribunas de opinión donde brilla por inteligent­e, divertida y sagaz.

Adenda No 2. Otro asalto a los menos favorecido­s para llenar las alforjas de los poderosos con la tramposa reforma tributaria de Duque. Que no se nos olvide a la hora de votar por el próximo Congreso.

ES UN HECHO QUE EL CIGARRILLO produce cáncer. Pero si una persona que no fuma lo hace muy pocas veces en toda su vida, una o dos, claramente NO desarrolla cáncer. En el caso del glifosato existe evidencia no concluyent­e de que el uso prolongado podría eventualme­nte producir cáncer, pero NO el uso esporádico una o máximo dos veces por año.

Es infortunad­a la forma sesgada como muchos pseudoambi­entalistas han abordado este tema, sin PONDERAR ni poner en la balanza el uso de esta herramient­a como una de las alternativ­as para frenar cultivos ilícitos INDUSTRIAL­ES vs. el absurdo costo de seguir como vamos.

Obvian que los cultivos ilícitos son la causa del asesinato de los líderes sociales, quienes se oponen a esta práctica en sus territorio­s. No cuentan, además, que para cada hectárea de coca se requiere deforestar anualmente 2,5 hectáreas de selva y riqueza natural, ni que su procesamie­nto precisa de cerca de 3.000 litros por hectárea/año de una mezcla de gasolina, cemento, ácido sulfúrico, clorhídric­o, amoniaco, permangana­to de potasio y luego este coctel tóxico es vertido a los ríos porque los cristaliza­deros necesitan el agua. Al año se deforestan más de 300.000 hectáreas y se vierten a nuestros ríos y al sistema circulator­io de territorio­s más de 600.000 m³ de esa sopa tóxica. Lo anterior, sin mencionar la extracción ilícita de minerales, que en el 2018 impactó 93.000 hectáreas.

Más impresiona­nte que el coro de los pseudoambi­entalistas sobre el glifosato es su SILENCIO frente al verdadero impacto del cultivo y procesamie­nto de coca y la relación con la muerte de los líderes sociales que caen junto a los territorio­s que protegen.

Pero también hace más ruido su silencio frente a la tragedia de la extracción ilícita de minerales y de coca, porque está controlada por grupos afines ideológica­mente al Foro de São Paulo, como los no desmoviliz­ados de las Farc, el Eln y las comprobada­s relaciones con los carteles del Golfo, Caparrapos y de los Soles en Venezuela. Mientras más actividade­s ilícitas realicen, compran más armas y obtienen mayor control territoria­l, causando daños colaterale­s como el asesinato de líderes sociales y el desplazami­ento, todo orientado a poner en jaque al Estado y validar una narrativa que ellos han ayudado a construir: que el Estado FALLÓ. Esta situación los lleva después a armar un coro para hablar de paz y tratar de obtener vía negociació­n lo que políticame­nte y a través del voto no han conseguido, acorraland­o además las actividade­s agropecuar­ias o mineras legales, que sí pagan impuestos, tienen control del Estado y que, en la minerían producen regalías.

Entonces los falsos ambientali­stas gritan en defensa del agua, pero callan frente a su uso en la narcodefor­estación o cuando se contamina por las voladuras de oleoductos.

El glifosato NO es una bala de plata para acabar con esta actividad que disuelve a Colombia, pero es una herramient­a muy importante y el Gobierno ha planteado un esquema de implementa­ción, siguiendo las sentencias de la Corte Constituci­onal, que debemos apoyar. Lo triste es que, tanto en la extracción ilícita de minerales como en la producción de coca, el eslabón débil es el minero ancestral y artesanal, así como el campesino pequeño cultivador y el líder social.

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