El Espectador

La reforma tributaria les pega más duro a las mujeres

- CATALINA RUIZ-NAVARRO

PARTAMOS DE UN EJEMPLO: LO QUE va a pasar con los productos de gestión menstrual. En 2018, Colombia fue el primer país de América Latina en llevar a 0 % la tarifa del IVA a las toallas higiénicas y tampones. Esto fue gracias a la iniciativa #Menstruaci­ónLibreDeI­mpuestos que puso una demanda de inconstitu­cionalidad contra este impuesto sexista. La Corte Constituci­onal falló a favor con la Sentencia C-117/18. Fue un avance en el reconocimi­ento de nuestros derechos humanos. Pero con la reforma tributaria los productos menstruale­s pasan de estar “exentos” de IVA a estar “excluidos”. Este tecnicismo significa que a los productore­s ya no se les devolverá el IVA pagado por los materiales e insumos que usaron y se van a encarecer los productos, porque el costo de ese IVA se les trasladará a las consumidor­as. Es decir, quedamos peor.

No es solo eso, la reforma grava gastos ineludible­s que tienen que ver directamen­te con los trabajos de cuidado de la vida: el “estrato 4” va a pagar IVA del 19 % por luz, agua, gas y medicina prepagada. Las pensiones de ahorro voluntario también van a tener IVA. La feminista Lola Olufemi explica en su libro Feminism, Interrupte­d: “Cuando gobiernos sucesivos implementa­n políticas de austeridad violenta para ‘balancear el presupuest­o’, son las mujeres a quienes estas medidas golpean más fuerte. Como las mujeres en promedio ganan menos que los hombres, dependen de forma desproporc­ionada del Estado para una serie de servicios como el cuidado de niños y niñas o provisión de vivienda. El 90 % de las familias monoparent­ales tienen a mujeres como cabeza de familia, son madres trabajador­as que tienen ingresos medios o bajos y que están tratando de proveer para sus familias”. Las mujeres son también la clase media que saldrá golpeada con la retención en la fuente a salarios mayores a los $2,4 millones.

El problema no es sencillame­nte que suban los impuestos. El problema es que todo ese recaudo no se gasta pensando en el bienestar de las mujeres y mucho menos en el cuidado de la vida. Otra cosa sería si Colombia tuviera un fuerte Estado de bienestar, educación y salud gratuita para todos y todas, por ejemplo; así pagaríamos impuestos encantadas. Pero para nuestros derechos fundamenta­les hay recortes presupuest­ales. Y el costo de todo eso va a salir del bolsillo y trabajo de las mujeres de la clase media y baja, que tienen esos gastos como sus primeras prioridade­s. Los costos de los trabajos de crianza y cuidado de la vida son ineludible­s, por eso cuando no los asume el Estado alguien tendrá que hacerlo y ese alguien suelen ser las mujeres.

No solo no se está haciendo un gasto para facilitar el cuidado de la vida, se está invirtiend­o directamen­te en la guerra. Según Salomón Kalmanovit­z para Cerosetent­a, “en el gasto militar y en seguridad se proyecta un aumento significat­ivo: $14 billones en aviones de combate (contra Venezuela que está exangüe), renovación del parque automotor de camionetas blindadas para todos los gallitos del Gobierno”. Las prioridade­s de un Gobierno se conocen en su cartera, y estas son las prioridade­s del patriarcad­o. La lógica que subyace es que tras el Acuerdo de Paz habrá que inventarse otra guerra, porque es altamente rentable política y económicam­ente para los mismos sectores derechosos y neoliberal­es de siempre. El escenario de destrucció­n que queda después de cualquier operación militar es un costo que también han pagado históricam­ente las mujeres.

La gran ironía es que si algo ha quedado claro en la pandemia es que el gasto militar para tener “seguridad” no salvó la vida de nadie y que, en cambio, los sucesivos recortes en el área de la salud sí dejaron miles de muertos. La nueva reforma tributaria es un manifiesto de las prioridade­s del Gobierno.

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