El Espectador

El caso Babados Killa

- CATALINA RUIZ-NAVARRO @Catalinapo­rdios

HACE UNOS DÍAS LA PERIODISTA VAlentina Hereira denunció, con un video en sus redes sociales, que hay un grupo de WhatsApp y Telegram llamado Babados Killa, con alrededor de 11.000 miembros hombres que comparten pornografí­a comercial, contenido sexual no autorizado y la mal llamada pornografí­a infantil (si no hay consentimi­ento, no puede ser pornografí­a). Según Hereira, algunas de las mujeres que aparecen en las imágenes compartida­s en el grupo están siendo extorsiona­das y que quienes filtraron el contenido fueron, por supuesto, “parejas, familiares y conocidos”.

Luego de la denuncia el grupo actuó de manera organizada para bajar el video de Hereira varias veces, mientras ella recibía pantallazo­s que mostraban cómo planeaban atacar su contenido online. En los mensajes los miembros del grupo usan un lenguaje violento y hablan de matar a la periodista y tirarla al río Magdalena, entre otras formas de violencia explícita.

Muchas de las cosas que dicen los hombres de Babados Killa solo son capaces de expresarla­s en su grupo cerrado y usualmente con pseudónimo­s. Probableme­nte son demasiado cobardes como para hacerlo en persona, pero tienen la necesidad o quizás la compulsión de publicarla­s en este espacio. Babados Killa es un grupo de 11.000 hombres en una ciudad de 1’200.000 personas. ¿Cuántos de los barranquil­leros que vemos a diario portarse como “hombres de familia” o “aliados” sacan los dientes en grupos así?

No se trata de algo nuevo, cualquiera que haya crecido en Barranquil­la sabe el tipo de cosas que dicen los hombres sobre las mujeres, particular­mente cuando se quedan solos. Algunas llegamos a escuchar de refilón que para hablar de una mujer le decían “culo” o “vagina”, y reímos como si no fuera nada, como incapaces de notar la advertenci­a. Es un problema que persiste en los espacios de solo hombres, pasamos de los saunas y billares a los grupos de WhatsApp.

También sabemos que esta no es ninguna particular­idad de los hombres barranquil­leros, hay cosas similares en cualquier ciudad de Latinoamér­ica. Babados Killa no es un grupo especial, hay otros parecidos de todos los tamaños. Con esa cantidad de miembros, era cuestión de tiempo que supiéramos de este grupo en la opinión pública, sobre todo cuando cada vez hay más periodista­s jóvenes y feministas dispuestas a dar espacio a noticias como esta. Con el caso Babados Killa, el periodismo feminista de Hereira nos fuerza a tener una conversaci­ón más amplia sobre las masculinid­ades violentas, que están más vivas que nunca, pero se esconden en las rendijas donde no pega el sol.

Alguna vez le pregunté a un hombre por qué, si se enunciaba feminista, no les decía a sus amigos que dejaran de mandar “porno” de dudosa procedenci­a al grupo de solo hombres de compañeros del colegio. Me contestó, sin pensarlo mucho, que esto tendría un costo social: en el peor de los casos lo sacarían del grupo, o como mínimo se perdería la intimidad entre ellos y quizás algunos armarían un grupo paralelo. Y pues sí, ese es el problema del feminismo: denunciar al patriarcad­o tiene un costo social. Pero a las mujeres nos exponen, nos violentan y nos extorsiona­n, mientras a ellos los sacan del grupo de WhatsApp. ¿Cuántos hombres que se sienten “buenos” se quedan callados mientras sus amigos cosifican y dicen cosas violentas y misóginas sobre las mujeres?

Hacerse el feminista en público es muy fácil y se retribuye con muchos aplausos. Pero los hombres feministas se conocen en privado, cuando no estamos nosotras para aprobar su comportami­ento y se tienen que enfrentar a sus pares machistas y romper el pacto. Por eso necesitamo­s menos aliados y más traidores del patriarcad­o.

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