El candidato que no es
INTENTARON NOMBRARLO CANDIdato por todos los medios, y por todos los medios intentó decir que no. Lo perfilaron en las encuestas y lo pusieron a competir en intención de voto. Lo enviaron a la Casa de Nariño a hablar con el presidente, en clara posición de director tácito del partido de su papá. Le preguntaron si estaba aspirando a la Presidencia. Su respuesta fue que no.
Pese a ello, ni adeptos ni detractores terminaban de fiarse del todo de sus palabras. Las negativas no satisfacían a la cohorte de funcionarios del exmandatario.
Se le hicieron semblanzas y publirreportajes en los medios gobiernistas a quien tiene por solo mérito ser hijo de un expresidente. En entrevista publicada el 25 de abril, conoció el país una historia que permite una lectura que trasciende lo anecdótico y familiar. Contó el hijo del expresidente que a su hermano le disgustaba el «jugo con pepitas». El hijo vomitó el jugo y su padre, haciendo alarde de un autoritarismo inclemente, violento y desalmado, lo obligó a bebérselo.
Si leemos entre líneas tal vez podamos descubrir la intención al hacer pública una anécdota que hace parte de su intimidad familiar. Resulta evidente que de ninguna manera ayuda a mejorar la desprestigiada figura del expresidente —cuya aceptación, según la encuesta de Pulso País (febrero de 2021), es del 27 %—; antes bien, narrándola parece querer el hijo sepultar la imagen de su padre.
La historia contada por el propio hijo manda también el mensaje subliminal de que una persona que gobierna de este modo el hogar pudo (y puede) gobernar del modo que fuese el país; cuestión que el exmandatario se empecina en negar, en connivencia con ciertos órganos de control que de manera burda su partido ha sabido cooptar, y acusación que no cesan de hacer sus opositores.
Y dice la historia del jugo, con muda elocuencia, que no lo jodan más, que él es emprendedor, que a eso dedica su talento y que no es ni quiere ser candidato presidencial.