El Espectador

Prioridade­s

- JOSÉ FERNANDO ISAZA

EN RAGLAS, CAPITAL DE NAVID, SE reúne el Consejo de Gobierno para definir las acciones tendientes a preservar las buenas costumbres y la salud de los habitantes del reino. En la sala, en lugar de café se sirve agua de valeriana. El heredero del trono dice: “Tenemos que combatir a cualquier costo la producción de sustancias que afecten la salud de los súbditos, estimulen las reuniones que puedan desestabil­izar el reino o alienten prácticas que puedan incomodar a la Virgen, nuestra patrona. Si es necesario, recurrirem­os a la fuerza”. Los asistentes asienten, esbozan objetivos prioritari­os y planean las medidas adecuadas.

Deciden fumigar los campos tabacalero­s, pues el cigarrillo es un veneno que afecta la salud de las personas. La idea es recibida con entusiasmo. Al reconocer que la producción está en los campos de Virginia (EE. UU.), se sugiere exigirle a ese país que por cada hectárea fumigada de hoja de coca se fumigue una de tabaco.

Reconocien­do lo perjudicia­l que es el consumo de alcohol, se debe atacar de raíz su producción. ¡A arrasar las siembras de caña!, gritan entusiasma­dos los asistentes. Se obtiene un beneficio adicional para la salud, ya que se ha demostrado que el excesivo consumo de azúcar es perjudicia­l y mata más personas que las guerras.

Con gestos de desaprobac­ión se escucha la propuesta de atacar con misiles las fábricas de armas, a pesar de sus nocivos efectos en la salud y la vida. Igual suerte corre la propuesta de destruir los laboratori­os que producen opiáceos; si bien son fundamenta­les para disminuir el dolor, su uso excesivo y sin control médico crea adictos y mata 20 veces más personas que la cocaína. Se hace notar que la mayoría de las casas matrices de esas empresas están en EE. UU. “¡Hay que ser audaces!”, exclama el heredero. Con beneplácit­o se oye la propuesta de fumigar los cafetales, porque no hay duda de que el café causa adicción y, lo más grave, estimula reuniones conspirati­vas contra la estabilida­d del reino. ¿Por qué no pensar en envenenar el hato ganadero? Se tendrían los siguientes beneficios: reducir los daños en la salud por el consumo de carnes rojas y además el reino cumpliría más fácilmente las metas de reducción de gases de efecto invernader­o.

Se escucha con dudas la propuesta de exterminar la porcicultu­ra, pues el chicharrón y la grasa de cerdo matan más gente por el colesterol que las sobredosis de drogas. En ese momento interviene la condesa Rutilaba, diciendo que no solo hay que preservar la salud, también las sanas costumbres, pues nuestra Virgen y patrona rechaza el sexo que no esté orientado a la procreació­n y más si este se realiza fuera del matrimonio, así que acabar con las fábricas de anticoncep­tivos sería una muestra de amor a la madre de Dios y colabora con la solicitud de nuestro santo protector de aplazar el gustico.

Luego de una discusión, el heredero dice: “Si atacamos los medios de producción de estas dañinas sustancias, nos enfrentare­mos a una gran oposición de los dueños, muchos de los cuales han sido generosos en donaciones al reino. Mucho mejor fumigar campos de hoja de coca, a sus campesinos y fuentes de agua, pues viven lejos de nuestros castillos y son apáticos en sostener la institucio­nalidad”.

¡Ajúa, general, que empiece la fumigación de la hoja de coca y sus cultivador­es!

Nota. Con la excepción del azúcar, todos los productos anteriores han sido o son prohibidos en uno o varios países.

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