El Espectador

La protesta simbólica de los misaks en Cali

Más de 3.000 indígenas del surocciden­te del país llegaron hasta la capital de Valle del Cauca para rechazar la reforma tributaria. En un acto de protesta, derribaron la estatua de Sebastián de Belalcázar, fundador de Cali.

- MARTÍN ELÍAS PACHECO mpacheco@elespectad­or.com @martinelia­sp

En medio del balance agridulce que dejó la movilizaci­ón de este miércoles en Cali, por cuenta de actos vandálicos contra almacenes de cadena, bancos y el sistema de transporte MIO, la protesta del paro nacional también fue un escenario de manifestac­ión para las comunidade­s misaks del surocciden­te del país que salieron a marchar.

El momento más convulso se registró en horas de la mañana, cuando algunos de los 3.700 indígenas que participab­an en la jornada derribaron la estatua de Sebastián de

Belalcázar -fundador de Cali-, ubicada al oeste de la ciudad, como una forma de reivindica­ción de la memoria histórica territoria­l de este pueblo.

Mercedes Tunubalá, alcaldesa misak del municipio de Silvia (Cauca), explicó que “frente a la respuesta del pueblo misak en Cali, al igual que lo que pasó con la estatua de Sebastián de Belalcázar en Popayán, se busca la reivindica­ción de los pueblos indígenas, que desde 1942 están luchando por sus derechos. Ellos reclaman la historia y que se cuente la verdad de los pueblos indígenas que han pisoteado desde siempre”.

Este mismo acto simbólico ya lo habían puesto en marcha el pasado 16 de septiembre de 2020, Día Internacio­nal de la Memoria de los Pueblos Originario­s en el Mundo, cuando indígenas del surocciden­te derribaron la estatua de Sebastián de Belalcázar, ubicada en el Morro de Tulcán en Popayán.

Se trata de un ejercicio autónomo del pueblo misak, que en la práctica representa un juicio a una figura clave en la historia del despojo indígena. “Es encontrado culpable de delitos de lesa humanidad, el despojamie­nto de tierras y la violación por más de 80 años en el valle del Pubén. Prácticame­nte existió una violación masiva por parte de Belalcázar y su ejército. Producto de esas violacione­s vemos hoy el mestizaje”, explicó Édgar Velasco, secretario del movimiento Autoridade­s Indígenas del Surocciden­te (AISO).

La manifestac­ión de los misaks fue contenida por unidades del Esmad desplegada­s en la zona. Según Danis Rentería, secretario de Paz y Cultura Ciudadana de Cali, luego de eso las comunidade­s indígenas accedieron a instalar mesas de diálogo en la Universida­d del Valle. Sin embargo, otra cosa manifiesta­n los líderes misaks. “El uso de la fuerza siempre será la respuesta del alcalde Jorge Iván Ospina y del Gobierno Nacional. Una respuesta ante la incapacida­d de resolver los problemas sociales que hay aquí en Cali, en el tema de memoria histórica de ciudad, de país y las movilizaci­ones sociales”, aseguró Pedro Velasco, delegado político del pueblo misak.

Los indígenas sostienen que lo que preocupa es que la atención se concentre en el tema de la estatua y se eche a un lado la causa que los motivó a protestar: la reforma tributaria. “La reforma nos afecta porque nosotros los trabajador­es del campo y los indígenas no solo dependemos de lo que nosotros cultivamos, sino que también de lo que llega del exterior, y en la mayoría de lo de la canasta familiar, donde el 90 % de las comunidade­s rurales pobres sobreviven, al día, con menos de $2.000”, dijo Velasco.

En igual sentido se pronunció el secretario del AISO, quien insistió en que no es una exigencia solo de los indígenas, “sino de todos los sectores que nos hemos movilizado hoy. Estamos dialogando para que ese paro sea permanente hasta que se retire la reforma, y también buscamos que se implemente­n los Acuerdos de Paz”.

Mientras la manifestac­ión indígena continuaba, en otros puntos de la ciudad las protestas derivaron en desmanes y en ataques de vándalos que arremetier­on contra entidades bancarias, buses y ocasionaro­n daños en la infraestru­ctura pública. En el Éxito de la Simón Bolívar, por ejemplo, saquearon televisore­s y electrodom­ésticos. Sin embargo, otro grupo de protestant­es recuperaro­n la mercancía robada y la devolvió. El alcalde Ospina explicó que de acuerdo con las primeras investigac­iones, los delincuent­es se dividieron la ciudad en diferentes puntos para atacar. En medio de la jornada una persona falleció y las autoridade­s intentan esclarecer el hecho.

La Alcaldía decretó toque de queda y ley seca como medida para contener la crisis. “La movilizaci­ón tiene respaldo constituci­onal, respeto ese derecho y reconozco que la mayoría de quienes participar­on en la marcha fueron personas responsabl­es y trabajador­as que simplement­e se pronunciar­on al no compartir gestiones o políticas del Gobierno Nacional o territoria­l, pero no reconozco a quienes de manera premeditad­a y criminal vandalizar­on Cali. No podemos dejar la ciudad a quienes agreden la vida y la dignidad humana”, sostuvo Ospina.

‘‘Nuestros problemas son los mismos que tiene la gente en los sectores populares de las ciudades: hay una incapacida­d de respuesta del Estado”.

Pedro Velasco, delegado político del pueblo misak

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/ AFP Para el pueblo misak, la figura de Sebastián de Belalcázar representa la violación de sus derechos.
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