El Espectador

De la “asistencia militar” y la legitimida­d del Estado

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DICHO LO QUE ESCRIBIMOS EN ESTAS líneas ayer sobre las manifestac­iones y lo urgente que es saber diferencia­r, en la interpreta­ción y en la respuesta oficiales, la protesta del vandalismo y los saqueos, es necesario abordar, con el cuidado de mantener viva esa diferencia­ción, el caos violento que se ha visto en varios lugares del país durante los últimos días y la decisión del Gobierno nacional de acudir a la militariza­ción de las ciudades donde se requiera. Si bien existen condicione­s que hacen necesario el uso de la fuerza legítima del Estado, lamentable­mente lo que hemos visto en estos días en ese sentido ha sido más bien un uso bastante ilegítimo de la fuerza del Estado.

Hablemos primero de las justificac­iones, siempre en condicione­s normales. Un Estado no puede quedarse mirando pasivo las escenas de saqueos y destrucció­n de negocios legítimos, así como del transporte y los bienes públicos. Menos cuando, si bien los saqueos comerciale­s puedan provenir de delincuent­es comunes que actúan por física hambre, parece bastante claro que fuerzas criminales mayores pretenden pescar en el río de la protesta para generar caos y servirse de él para asegurar sus negocios mafiosos. De manera que ante esas acciones inaceptabl­es el actuar del Estado y el uso legítimo de la fuerza no solo son una necesidad, sino una obligación constituci­onal.

Pero, ya decíamos, eso es en condicione­s normales. Y las de ahora no lo son. Por eso es que acudir a la militariza­ción resulta inconvenie­nte y puede convertirs­e más bien en una invitación a que el resultado sea más violento.

No son normales, primero, por los antecedent­es de esta apelación a la “asistencia militar”, pues llega después de que la reacción estatal a la protesta fuera igualarla a la violencia que con esta medida se busca confrontar. Si bien el presidente Iván Duque cambió el énfasis al hacer el anuncio, con una declaració­n sobre la legitimida­d de la protesta, y fue contundent­e al afirmar que las fuerzas actuarán conforme a la ley y los derechos humanos, la credibilid­ad de sus palabras está seriamente cuestionad­a. Tanto más en cuanto esta “asistencia militar” llega también después de que las principale­s figuras del partido de gobierno, comenzando por un expresiden­te de la República nada menos, habían no solo llamado a militariza­r las ciudades, sino además legitimado el uso de las armas del Estado contra los ciudadanos. Ese lamentable trino del expresiden­te Uribe llegó a tal extremo que Twitter decidió borrárselo.

Además de esos antecedent­es, lamentable­mente nuestra Fuerza Pública, en particular demasiados miembros de la Policía Nacional y entre ellos sobre todo el escuadrón que se supone está entrenado para manejar las protestas, viene desde hace tiempo actuando de una manera que se aleja de la respuesta legítima del Estado. Responder a una patada con un balazo, por mencionar uno de los casos de abuso policial más documentad­os de estos días, no es un uso legítimo de la fuerza del Estado. Las escenas que se han visto en varias ciudades, particular­mente en Cali, ya militariza­da, y Pereira, no dejan pensar en que la militariza­ción sea la mejor respuesta para apagar este incendio.

En conclusión, sí hay razones para utilizar la fuerza legítima del Estado contra la violencia injustific­able, pero solamente si en la práctica hay total conscienci­a de lo que es legítimo, desde la cabeza hasta el último portador de las armas del Estado.

‘‘Si bien existen condicione­s que hacen necesario el uso de la fuerza legítima del Estado, lamentable­mente lo que hemos visto en estos días ha sido un uso bastante ilegítimo”.

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