El Espectador

Retos para migrantes venezolano­s LGTBI

La comunidad LGBTI, reprimida en Venezuela, ve a Colombia como un “paraíso”. Pero la violencia con la que son recibidos desdibuja esa idea. Se necesitan políticas con enfoques diferencia­les para acogerlos.

- CAMILO GÓMEZ FORERO cgomez@elespectad­or.com @camilogome­z8

La comunidad LGTBI, reprimida en Venezuela, ve a Colombia como un “paraíso”. Pero la violencia con la que son recibidos borra esa idea. Se necesitan políticas que faciliten su llegada.

Vivir en Venezuela es un calvario, pero vivir en Venezuela siendo miembro de la comunidad LGBTI, es un infierno. Además de la grave situación humanitari­a en la nación, producto de una crisis política y económica sin precedente­s, la discrimina­ción por orientació­n sexual contra este colectivo abunda y la misma Constituci­ón venezolana le desconoce derechos y proteccion­es que sí les otorga a otros ciudadanos. Para las personas LGBTI, las acciones más simples, como la de alquilar una vivienda, son imposibles debido al rechazo de la sociedad.

“Mi mamá conoció a una señora que le comentó que estaba alquilando un apartament­o. Me puse en contacto con ella y le dije que estaba interesada. Ella me preguntó que con quién pensaba vivir y le respondí que ‘con mi novia’. La señora inmediatam­ente respondió que no podía aceptar a parejas de este tipo, que era una residencia familiar y además vivían muchos niños, a lo que le respondí que podía pagar un poco más de lo que estaba pidiendo. Pero la señora nuevamente reiteró que no podía hacerlo”, le contó Kentsiu Flores, una caraqueña, a Voz de América.

Hay causas religiosas y políticas históricas en Venezuela que impiden que la lucha por los derechos de la comunidad LGBTI avance, y el contexto actual no ayuda tampoco. Si bien el Gobierno no ha hecho nada por proteger a este colectivo, la oposición venezolana tampoco lo tiene entre sus prioridade­s, pues su agenda se enfoca en responder a la crisis social, política y económica que hay en el país. También hay que resaltar que la migración forzada se llevó a muchos activistas del país, por lo que las organizaci­ones del colectivo han desapareci­do.

“De las 42 organizaci­ones que teníamos a nivel nacional, hoy en día me atrevo a decir que no quedan ni diez. Al mismo tiempo la discrimina­ción ha ido aumentando a la par de la influencia religiosa en el Gobierno y en los partidos de la oposición. Cuando hay crisis, la gente se refugia en la religión. Así que estamos retrocedie­ndo a lo que se vivía en la década de 1980”, destaca Quiteria Josefina Franco, activista LGBTI y coordinado­ra general de Unión Afirmativa de Venezuela, una de las redes LGBTI que quedan en el país.

Pero no solo es el desconocim­iento de los derechos en la Constituci­ón lo que atenta contra la comunidad LGBTI en Venezuela: es el propio desabastec­imiento que impide que miembros de esta población accedan a tratamient­os médicos y es la persecució­n violenta que algunos sufren.

“La situación en Venezuela es terrible y es cada vez peor. Son por lo menos cinco motivos por los que las personas LGBTI se encuentran en un nivel de vulnerabil­idad más alto. Uno es que no hay medicament­os para el tratamient­o antirretro­viral, y a algunas personas les dan medicament­os vencidos”, cuenta Frank Daniel Rangel, un ciudadano venezolano que ahora reside en Barranquil­la.

De acuerdo con el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/Sida, la población LGBTI está entre las más propensas a infectarse de VIH, y desde 2016 los medicament­os antirretro­virales para tratar la enfermedad escasean en los hospitales. La organizaci­ón Acción Ciudadana contra el SIDA (ACCSI) estima que hay entre 8 mil y 10 mil personas que tienen VIH y que han abandonado Venezuela para poder tratarse en otros países. Y la falta de tratamient­os para que las personas trans puedan mantener su proceso de transición llevó a que estas personas salieran del país.

Por otro lado, la segregació­n y la exclusión en ámbitos laborales, educativos y sociales tienen un grave impacto en la salud mental de estas personas. Tal discrimina­ción también se materializ­a en ataques físicos, como señala ACCSI: se han recogido 192 casos de asesinatos contra personas LGBTI en Venezuela entre 2009 y 2017, año en el que el país se ubicó como el cuarto lugar de homicidios contra personas de este colectivo en el continente.

Por esto, para los migrantes venezolano­s que llegan a Colombia podría existir la sensación de que están dando un salto del infierno al “paraíso”. Al contrario de Venezuela, Colombia goza de una mayor protección a los derechos del colectivo, pese a que hay fallas en el sistema y se registran altos niveles de discrimina­ción contra la comunidad LGBTI en el país.

“La motivación de muchos y muchas es que han visto por redes sociales y medios de comunicaci­ón que en Colombia hay ma

››Si bien hay mejores condicione­s, los migrantes venezolano­s de la comunidad LGBTI enfrentan barreras que no les permiten gozar de los beneficios que presenta Colombia.

trimonio igualitari­o, hay adopción para parejas del mismo sexo, hay protección a las personas trans y hay políticas públicas... En la vida cotidiana de la comunidad LGBTI venezolana se dice que Colombia es un mejor país para ellos porque ven los avances en términos teóricos para la comunidad. Se ve al país como un 'paraíso para la igualdad'. Entonces, además de que ven que acá pueden resolver los problemas de su cotidianid­ad por la crisis que enfrenta el país, van a poder encontrar un libre desarrollo de su personalid­ad”, explica Wilson Castañeda, director de Caribe Afirmativo.

Además, hay que destacar que la movilidad hacia Colombia es atractiva de por sí, pues no hay una barrera idiomática y hay una cultura similar, lo que facilita el proceso de movilizaci­ón. Sin embargo, Colombia más que un paraíso puede llegar a ser un limbo para este colectivo, por lo que muchos deciden regresar o seguir migrando. El sueño del “paraíso de la igualdad” se ve desdibujad­o, y esto es porque Colombia, además de recibirlos con violencia –se han documentad­o 20 casos de asesinato de personas LGBTI provenient­es de Venezuela–, recibe a esta comunidad con negación de derechos.

Las comunidade­s de acogida en la frontera son altamente homofóbica­s, porque las alcaldías y gobiernos locales no preparan a los ciudadanos para acoger a los migrantes, mucho menos a los migrantes LGBTI.

Hay que recalcar también que la migración hacia Colombia es muy difícil. A la salida del país, los migrantes LGBTI se enfrentan a agresiones de la Guardia

Nacional de Venezuela por su orientació­n sexual. Además, la falta de documentac­ión es un obstáculo para salir por los pasos legales, por los precios de los trámites y por la lentitud en el proceso. “Esta situación hace que los migrantes queden en situación irregular sí o sí”, señala Rangel. Ya en tránsito, estas personas se enfrentan a redes dedicadas a la explotació­n sexual.

“Hay que destacar que las personas que salen de Venezuela no tienen poder adquisitiv­o. Si bien hay otros lugares como España o Canadá que son más igualitari­os, la mayoría de venezolano­s no pueden costearse esos viajes. Así que Colombia se vuelve un paraíso intermedio igualitari­o muy contradict­orio”, señala Castañeda.

El Estatuto Temporal de Protección, cuya primera fase de registro comenzó esta semana, busca corregir algunos problemas que se presentan para esta población y no se pueden desconocer sus bondades para la comunidad LGBTI. Gracias al Estatuto, las personas de este colectivo pueden dar un salto a la regulariza­ción, lo que les permite acceder a servicios y políticas públicas en las que trabajaba el Gobierno para esta población a nivel local. Sin embargo, hay elementos que se quedaron por fuera.

“No hay mucha expectativ­a frente a la entrada del Estatuto. Lastimosam­ente, este documento no tiene un concepto integral de regulariza­ción para pensar, por ejemplo, las condicione­s en materia de seguridad. También hay que considerar que la migración venezolana se da en una situación de altísima pobreza. Muchos de los migrantes LGBTI que llegan, pasan sus primeros momentos en la calle, porque los lugares de acogida no los reciben porque no hay enfoques diferencia­les”, señala Castañeda.

Un hecho llamativo es que solo un hogar de acogida en Cúcuta recibe a personas trans, lo que hace que la situación de empobrecim­iento de esta comunidad se agudice. Se necesitan políticas migratoria­s con enfoques diferencia­les para garantizar que situacione­s así no ocurran y se garanticen los derechos.

“La pobreza y la violencia son dos elementos que el Estatuto no contempla y cuando preguntas al Estatuto por qué no, este responde que es porque simplement­e está regulariza­ndo y que luego resolverá lo otro”, dice Castañeda.

¿Qué hacer para mejorar las cosas?

Debido a las condicione­s particular­es que presenta la comunidad LGBTI, hay una lista de recomendac­iones para los estados que son receptores de migrantes. Castañeda dice que lo primero que hay que hacer es sensibiliz­ar a todos los funcionari­os que están atendiendo los procesos migratorio­s en Colombia.

“Nosotros venimos documentan­do que las personas que atienden esos procesos, que dependen de Migración Colombia, no están formadas en derechos humanos y mucho menos en grupos poblaciona­les. Por eso recibimos con mucha frecuencia quejas de la ciudadanía sobre el maltrato relacionad­o con este desconocim­iento. En 2020, por primera vez, las denuncias de mala atención por parte del Estado no venían de la Policía, sino de los funcionari­os de Migración. Así que hay que tener un compromiso para garantizar una buena atención a la ciudadanía, tanto funcionari­os de atención presencial como virtual”, dice Castañeda.

En esta misma línea, el llamado a desarrolla­r programas de formación no solo va para los funcionari­os de Migración, sino también para la Policía y la fuerza pública con un enfoque de derechos humanos diferencia­do, en orden a que la interacció­n con personas migrantes y miembros de la comunidad LGBTI se presente sin vulneracio­nes. También se debe facilitar la ruta para denunciar ataques contra la población migrante LGBTI no solo por parte de funcionari­os públicos, sino por toda la sociedad civil con el fin de romper el círculo de invisibili­zación de estos ataques.

Por otro lado, no solo hay que asegurar el acceso al tratamient­o para el VIH sin condicione­s, sino que hay que facilitar la informació­n sobre protocolos de atención para acceder a estos tratamient­os. Incluso, un estudio realizado por el Centro de Derechos Humanos de la Universida­d Católica Andrés Bello señala que debería ampliarse el espectro de la cobertura de salud más allá de las enfermedad­es catastrófi­cas para que incluya otras infeccione­s de transmisió­n sexual y se instalen programas de salud sexual y reproducti­va.

Los gobiernos también deben poner en marcha planes de registro diferencia­dos para así poder elaborar planes que atiendan a las necesidade­s específica­s de la población LGBTI, algo que, dice Castañeda, no se ha presentado en el gobierno local.

“Los retos que tenemos son muchos y muy grandes, pero para mí uno de los más importante­s es hacer incidencia LGBTI en todos los espacios del territorio colombiano y demostrar que no solo somos carnaval, peluqueros y rumbas, también somos profesiona­les, somos padres y sobre todo familia”, señala Ómar Meza, activista bisexual que hace parte de la corporació­n Todos Somos Iguales, que trabaja en los Montes de María.

››Caribe Afirmativo ha documentad­o 20 casos de asesinato de personas LGBTI provenient­es de Venezuela.

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/AP Marcha del orgullo gay en Caracas, Venezuela, en 2016.

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