El Espectador

¿Qué es ser joven en la Colombia del fin del mundo?

Los investigad­ores principale­s de la Encuesta Mundial de Valores comparten el capítulo sobre jóvenes que forma parte del libro “Un espejo para mirarnos”, editado en Medellín por Comfama.

- ANDRÉS CASAS NATHALIE MÉNDEZ * ESPECIAL PARA EL ESPECTADOR

Ensayo de los investigad­ores principale­s de la Encuesta Mundial de Valores sobre jóvenes, que forma parte del libro “Un espejo para mirarnos”.

En particular, queremos explorar la pregunta sobre cuáles son los retos y las oportunida­des de los jóvenes de las diferentes Colombias en el filo de la navaja que serán los próximos años. Nuestra pregunta no es retórica, es ante todo empírica, y aprovecha los datos de la encuesta más antigua y citada de la historia de las ciencias sociales. La Encuesta Mundial de Valores, un proyecto colectivo que empezó en la década de 1980 para entender el desarrollo humano desde la perspectiv­a de la modernizac­ión, en la cultura cumple un rol fundamenta­l como factor explicativ­o.

En Colombia se aplica desde 1995, y desde 2010 hemos hecho innovacion­es locales para contribuir a pensar los temas de paz, diversidad étnica, confianza organizaci­onal y, recienteme­nte, los efectos del COVID-19 en nuestros procesos sociopsico­culturales. Nuestro equipo a escala mundial reúne a cuatro generacion­es de investigad­ores que contribuye­n a su desarrollo período a período, en lo que llamamos “olas” de medición. En sí misma, la encuesta es un trabajo de cooperació­n y diálogo intergener­acional que ayuda a actualizar y falsear lo que sabemos hasta ahora sobre el cambio social de las sociedades humanas.

Compartimo­s un análisis de los datos resultante­s de la aplicación en relación con las diferencia­s entre jóvenes -definidos aquí como encuestado­s entre 18 y 25 años- y el resto de la población. Nuestra definición es etaria por razones técnicas, pero tenemos presente que ni la juventud es una palabra o una identidad monolítica susceptibl­e de reducción desde los sesgos y los imaginario­s del mundo adulto. Queremos aprovechar esta oportunida­d para compartir reflexione­s acerca de cómo la encuesta nos ofrece pistas sobre la transforma­ción de valores intergener­acionales en Colombia, y pensar cómo aprovechar los vientos de cambio y la desorienta­ción propia de navegar en aguas y territorio­s desconocid­os sin mapa.

La idea general es que los jóvenes no son el futuro, son el presente, destello actual de lo posible, de lo que será nuestra sociedad en la que puede ser la próxima década más crucial en la historia. Uno de los principale­s resultados de la Encuesta Mundial de Valores es que los jóvenes tienen un nivel alto de insatisfac­ción con la vida. Pero, ¿es este rasgo definitivo para condenar a una generación que vive en medio de una coyuntura crítica en la que se le pide perfección en una época marcada por la incertidum­bre fluida, incluso para las libertades básicas que otra juventud, la previa, ganó en la segunda mitad del siglo XX? Tal vez esa insatisfac­ción con la vida es la que explica el deseo de buscar el cambio cuando todo parece colapsar.

Un primer hallazgo es que los jóvenes se sienten menos orgullosos de ser colombiano­s. Mientras el promedio para los mayores de 25 años es 2,74 -en una escala de 0 a 3, donde 0 es nada orgulloso y 3 es muy orgulloso-, los jóvenes tienen un puntaje de 2,53. Se encuentran poco satisfecho­s con la vida en comparació­n a los colombiano­s de 25 o más años. Sin embargo, no ocurre lo mismo con la situación económica que no tiene diferencia­s significat­ivas.

No obstante, los jóvenes se encuentran más preocupado­s por su situación material en el futuro. Como se observa en una escala de 0 a 4, los jóvenes tienen mayores preocupaci­ones por no encontrar trabajo (2,17) o no poder dar a sus hijos una buena educación (3,66). El análisis también permitió identifica­r que para los jóvenes de hoy es más importante viajar y menos importante tener un contrato laboral indefinido.

Los jóvenes en Colombia se alejan cada vez más de los valores religiosos. De hecho, un 31,5 % se identifica como no religioso, mientras este porcentaje para el resto de la población es de 21 %. El mismo rasgo se observa al preguntar qué tan importante es Dios en sus vidas y la frecuencia con la que asisten a servicios religiosos, resultados que son menores en jóvenes que en mayores de 25 años. Desde un punto de vista de significan­cia estadístic­a, los jóvenes prefieren en mayor medida inculcar valores relacionad­os con la imaginació­n, el trabajo duro y la generosida­d. Por el contrario, tienen menor preferenci­a a inculcar valores más tradiciona­les como la religión y el ahorro.

Esta tendencia a preferir la igualdad sobre la libertad se explica también por el hecho de que los jóvenes se autopercib­en como de centro, mientras el resto de los colombiano­s como de centrodere­cha. En una escala de 1 a 10, donde 1 es izquierda y 10 es derecha, el puntaje promedio para jóvenes es de 5,6, mientras para los mayores de 25 años es de 6,3.

También es interesant­e observar cómo se percibe el cambio social.

Se observa que 65 % de los mayores de 25 años cree que la sociedad debe mejorarse poco a poco con reformas, mientras este porcentaje en los jóvenes es del 53 %. Por su parte, la acción revolucion­aria como medio de cambio es acogida más por los jóvenes con 24 % frente al 13 % del resto de la población. De hecho, los jóvenes también muestran mayor disposició­n a unirse a huelgas o firmar una petición, un rasgo fundamenta­l para una sociedad abierta y democrátic­a.

Esta preferenci­a por valores que privilegia­n la imaginació­n y la generosida­d se complement­a con una mayor importanci­a de la igualdad para los jóvenes, que alcanza 55 %, mientras para los mayores de 25 años es de 43 %.

En cuanto a las relaciones interperso­nales, se destaca que la confianza en los vecinos es significat­ivamente más baja en jóvenes que en los demás colombiano­s. Ahora bien, al indagar por qué grupo preferiría­n no tener como vecinos, los jóvenes se muestran más tolerantes a la convivenci­a con las poblacione­s LGBTIQ, personas que consumen alcohol y drogas, así como hacia los migrantes.

Una actitud más abierta y respetuosa de la diferencia frente a parejas del mismo sexo también se corrobora al preguntar si estas parejas serían tan buenos padres como otras parejas. En una escala de 0 a 4, donde 0 es muy en desacuerdo y 4 es muy de acuerdo, los jóvenes están un poco más de acuerdo con la afirmación. En relación con actitudes de género, defienden en mayor medida el derecho de hombres y mujeres por igualdad al acceso a trabajos. Asimismo, otro valor propio de la modernidad es la defensa del medioambie­nte. Los jóvenes son consistent­es con este principio al defender de manera más férrea que se debe dar prioridad al medioambie­nte sobre el crecimient­o económico, con 75 % frente a 68 % del resto de la población. Los jóvenes creen que el mundo es mejor a causa de la ciencia y la tecnología.

Un hallazgo inquietant­e de la última medición de la Encuesta Mundial de Valores es que los colombiano­s, en general, siguen consideran­do que la política no tiene tanta importanci­a. Sin embargo, para los jóvenes de 25 años o menos, este porcentaje de desinterés es menor con significan­cia estadístic­a. El 24 % cree que la política es bastante o muy importante, frente al 14 % del resto de población. En una mayor proporción, los jóvenes hablan más de política con sus amigos que los mayores de 25 años.

Este interés mayor en darle a la política un lugar de importanci­a no se traduce en mayor participac­ión

››Muestran mayor disposició­n a unirse a huelgas, en busca de una sociedad abierta y democrátic­a.

en partidos políticos. Los jóvenes están menos dispuestos a participar en este tipo de organizaci­ones. Son más activos a participar en otras de carácter deportivo, artístico, cultural y ambiental.

Esta falta de involucram­iento con organizaci­ones políticas no se explica por mayor desconfian­za en este tipo de estructura­s. La confianza en partidos políticos e institucio­nes políticas en general, aunque sigue siendo baja, es estadístic­amente similar para jóvenes y no jóvenes. Tienen menor confianza hacia la Iglesia, la prensa, la televisión y el Gobierno, mientras confían más en las universida­des, las agencias ambientale­s y las organizaci­ones de mujeres.

En cuanto a los principale­s medios para informarse, ellos y ellas usan menos la televisión, y más el teléfono móvil, el correo electrónic­o, la internet, las redes sociales y hablar con amigos o colegas.

Un mundo que se hace pedazos nos recuerda que, si el statu quo es obsoleto, también lo son las frases de cajón que servían de banda sonora de ese pasado. Ni los jóvenes son el futuro ni la imagen de que los jóvenes son apáticos frente a los asuntos públicos es una concepción acertada. Solo hay que mirar las redes que dominan, las tendencias que imponen y, sobre todo, las disrupcion­es que siguen motivando para arreglar el desastre.

Los datos nos muestran actitudes, creencias y normas más críticas de entornos institucio­nales y de condicione­s materiales e inmaterial­es que no dan la talla. Los colombiano­s del fin del mundo que los viejos conocimos son más prosociale­s, incluyente­s, abiertos y menos parroquial­es que las cinco generacion­es anteriores. El sueño de una sociedad que le invirtió al discurso de cambio a sus jóvenes, hoy puede decir que lo logró.

Sin embargo, las condicione­s materiales y simbólicas no están a la altura de esas expectativ­as. Como vemos en el norte global, el mundo en desarrollo y el sur global comparten hoy las mismas crisis al mismo tiempo. Tal vez el fin del mundo nos traiga lo que algunos llaman suerte, que es cuando la oportunida­d y el estar preparado se encuentran. En este caso una sociedad que por fin está preparada para tomar la oportunida­d del cambio con compasión, creativida­d, empatía y rechazo al fratricidi­o, a la violencia contra las mujeres y al desprecio por nuestras criaturas, aguas y tierras. Si algo nos legó la generación que se inventó a los jóvenes y su identidad disruptiva en el siglo XX, es la idea de que a toda revolución le llegan sus institucio­nes, y que para enfrentar la debacle del mundo pos-2020, el cambio incrementa­l orientado por los valores que nuestros jóvenes tienen es el mejor chance que tenemos como sociedad.

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/ Gustavo Torrijos Los jóvenes prefieren la igualdad sobre la libertad. Se autopercib­en como de centro en política.
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El libro de Lectutas Comfama, Línea Pensamient­o, trae 12 ensayos.

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