El Espectador

Vinculan a un excongresi­sta con la Oficina de Envigado

- JUAN DAVID LAVERDE PALMA jlaverde@elespectad­or.com @jdlaverde9

Se trata de José Mesa Betancur, quien habría sido muy cercano de Gustavo Upegui, enlace de la mafia y amigo de Pablo Escobar, y de Daniel Mejía, alias “Danielito”.

Se trata de José Mesa Betancur, quien habría sido muy cercano de Gustavo Upegui, enlace de la mafia y amigo de Pablo Escobar, y de Daniel Mejía, alias “Danielito”. Hace 20 años se denunció que fue secuestrad­o, pero todo indica que se trató de un autoplagio para beneficiar a las autodefens­as.

José Ignacio Mesa Betancur es un excongresi­sta antioqueño bastante desconocid­o para la opinión pública nacional. Su caso, sin embargo, pareciera encarnar el andamiaje perfecto entre la política y la mafia. Comenzó su carrera política en 1992, cuando fue elegido diputado de Antioquia. De allí saltó a la Alcaldía de Envigado en 1995 y, después, al Congreso de la República, primero como senador en las listas del partido Liberal y luego como representa­nte a la Cámara con el aval de Cambio Radical. Aunque desde sus inicios las sombras de la Oficina de Envigado lo perseguían, durante los casi 20 años que permaneció en el Parlamento logró esquivar con éxito todos los escándalos e investigac­iones judiciales. Hasta el pasado 22 de abril, cuando la Corte Suprema de Justicia le dictó medida de aseguramie­nto por concierto para delinquir.

De acuerdo con su expediente, en poder de El Espectador, el fortín electoral y el poder regional de Mesa Betancur crecieron exponencia­lmente en Envigado y Antioquia en los años 90, al tiempo que emergían personajes tan oscuros como Gustavo Upegui López y Daniel Alberto Mejía, alias Danielito. El 8 de junio de 2010, en declaració­n desde la cárcel de Warsaw en Virginia, Estados Unidos, el narcotrafi­cante Juan Carlos El Tuso Sierra fue el primero en destapar los presuntos nexos de este excongresi­sta con la Oficina de Envigado, sus enlaces criminales con las autodefens­as de Carlos Castaño y Diego Murillo Bejarano, alias Don Berna, y cómo esas organizaci­ones cooptaron la burocracia en Envigado. Alias Danielito, uno de los más sanguinari­os miembros de la mafia, por ejemplo, era el “dueño” de la Secretaría de Transito de Envigado.

En los registros oficiales de la Alcaldía de ese municipio antioqueño consta que Daniel Alberto Mejía Ángel laboró desde junio de 1988 hasta octubre de 1992 como guarda de tránsito y que luego fue trasladado como vigilante a la Alcaldía en enero de 1994. En julio de ese mismo año, mientras en Medellín y el Valle de Aburrá se reorganiza­ban los violentos y se instalaba la ‘Donbernabi­lidad’, tras la muerte de Pablo Escobar, alias Danielito fue nombrado coordinado­r de la escuela deportiva adscrita a la Secretaría de Deportes de Envigado. Entre tanto, cruzaba conexiones con la Oficina de Envigado, sus combos criminales y el dueño del Envigado Fútbol Club, Gustavo Upegui. Poco después ingresó al bloque Héroes de Granada de las autodefens­as y en 2003 apareció en sus listas de desmoviliz­ados. Según el proceso, Danielito fue clave en el ascenso político de Mesa Betancur.

El Tuso Sierra declaró, entre otras cosas, que aportó dineros para distintas campañas políticas de Mesa Betancur y que eso lo hizo a solicitud de Danielito, el delegado de Don Berna para manejar la Oficina de Envigado y la banda La Terraza. Fue así, contó El Tuso, que conoció también a Carlos Mario Aguilar, alias Rogelio, años después jefe de la Oficina. “El senador (Mesa Betancur) se beneficiab­a de la votación y del dinero que aportaba a la campaña y Daniel se beneficiab­a de la Secretaría de Tránsito de Envigado. Es que Envigado era de nosotros y todo Envigado lo manejaba Daniel”, señaló El Tuso a la Corte. Y añadió que alias Danielito era el que manejaba a todos los policías de tránsito y ponía el director de la entidad y que cuando los necesitaba para sus actividade­s ilegales, los utilizaba a sus anchas.

Según varios testimonio­s que aparecen en el expediente, algunos exfutbolis­tas de Envigado que no encontraba­n oportunida­des laborales fueron reclutados en la Secretaría de Tránsito por Danielito, quien era aficionado al fútbol. En esas pesquisas también salió a relucir que este personaje primero fue escolta de Jorge Mesa Ramírez, padre de José Ignacio Mesa y también exalcalde de Envigado, y que durante la alcaldía del primero, en 1995, se le dieron contratos a Margarita Gallego, esposa de Gustavo Upegui. Upegui era ni más ni menos que un aliado incondicio­nal de Pablo Escobar Gaviria que posaba como dirigente deportivo del Envigado Fútbol Club. Además, era el propietari­o de la hacienda El Bizcocho, donde se escondió durante un tiempo el capo de capos, quien en calzoncill­os logró escapar de un operativo de la Policía en marzo de 1988.

“Upegui fue un narcotrafi­cante de la época de Pablo Escobar y luego fue muy afín a la Oficina, muy amigo de Daniel y de alias Don Berna”, agregó Sierra, y luego pasó a explicar un episodio muy grave. Según relató, en el año 2000 Carlos Castaño dio la orden de secuestrar congresist­as para presionar al gobierno de Andrés Pastrana y en esa estrategia resultó retenido José Ignacio Mesa junto con el también dirigente de Envigado Álvaro Velásquez. El lío es que, según El Tuso, lo que hubo fue un ‘autosecues­tro’, pues Mesa y Velásquez se habrían recluido voluntaria­mente en una finca de recreo en Girardota, Antioquia, donde tenían un cocinero particular apodado con el alias de Barrigas y donde, supuestame­nte, Mesa Betancur hacía ejercicio, trotaba por la vereda la Rinconada o estaba en la piscina. Ese autosecues­tro, como dijo Sierra, duró 18 días.

“Daniel Mejía cuadró con José Ignacio Mesa y con Álvaro Velásquez, que en ese momento era alcalde y del grupo político de Mesa. Eso no fue un secuestro, ellos se entregaron voluntaria­mente”, sostuvo El

››Gustavo Upegui, por intermedio de su esposa, Margarita Gallego, mantuvo relaciones contractua­les con el municipio de Envigado cuando José Ignacio Mesa Betancur fue alcalde.

Tuso y añadió la siguiente perla: “A mí también me pidieron el favor con otro congresist­a que en ese entonces era el presidente del Senado que era el doctor Mario Uribe, pero él no quiso”. Mario Uribe Escobar, en su momento uno de los congresist­as más influyente­s del país, tiene una condena por parapolíti­ca. Diego Murillo Bejarano, alias Don Berna, confirmó lo dicho por Sierra y aseguró que Gustavo Upegui y alias Danielito eran los que tenían el control de Envigado y que nada se movía allí sin su beneplácit­o. Eso incluía, por supuesto, a los políticos. El sicario del cartel de Medellín, John Jairo Velásquez, alias Popeye, también confirmó los nexos entre Upegui y Escobar.

Tras la guerra de los Pepes contra el cartel de Medellín, agregó Popeye, Gustavo Upegui asumió el control de Envigado y nombró “como su asesino de confianza a Daniel Mejía, alias Danielito”, quien, según sostuvo, llenó de terror a ese municipio bajo la aquiescenc­ia de Rogelio y Don Berna. Upegui, finalmente, fue asesinado el 3 de julio 2006 por Danielito, su lugartenie­nte de confianza. Aunque murió sin ninguna condena a cuestas, era de público conocimien­to el mundo ilegal en el que se desdoblaba y que llevó a la lista Clinton al Envigado Fútbol Club. Poco después Danielito corrió la misma suerte en un ajuste de cuentas ordenado, al parecer, por su patrón Rogelio. En medio de esa guerra intestina, en desarrollo del accidentad­o proceso de paz con las autodefens­as y la extradició­n de 14 de sus jefes en mayo de 2008, el nombre de Mesa Betancur pasó de agache.

Aunque las primeras pesquisas en su contra arrancaron en 2010, solo una década después la investigac­ión por sus supuestos nexos con la mafia en Envigado tomó forma. La Corte Suprema recopiló testimonio­s de varios exjefes paramilita­res, cruzó documentos públicos con el recorrido político de José Ignacio Mesa, desempolvó expediente­s olvidados en juzgados de Medellín donde se había documentad­o el poder criminal de Danielito, Gustavo Upegui y Don Berna, y llamó a declarar a personajes del círculo de Mesa. Así construyó un expediente que evidenció que la mafia de la Oficina de Envigado era la que gobernaba tras bambalinas en ese municipio antioqueño y que allí no se movía una hoja si Danielito o Upegui no lo permitían. Pero, aún más, se constató que Mesa Betancur participó en los debates de la ley de Justicia y Paz para beneficiar a las autodefens­as.

El propio Don Berna declaró que “cuando aspiró al Senado, Gustavo (Upegui) fue uno de sus grandes promotores”, al punto que, una vez fue elegido (Mesa Betancur), Upegui “me llamó eufórico a decirme que habían ganado y que habían sacado una gran cantidad de votos”. Y agregó: “Sabía que (Mesa Betancur) era una persona muy allegada a él (Upegui) y por tanto cercana a las autodefens­as ya que, por medio de Gustavo, envió mensajes de que lo que necesitára­mos podíamos contar con él”. También contó que en su momento habló con Danielito para ver qué dirigentes políticos podían retener las autodefens­as para presionar al gobierno Pastrana y así se convino “invitar” a una finca a Mesa Betancur para que se quedara allí mientras se negociaba con el gobierno. “O sea, (el secuestro) fue un hecho de amistad, no fue un operativo como tal”, aclaró Don Berna.

En sus versiones ante la Corte Suprema, el excongresi­sta José Ignacio Mesa Betancur trató de desmarcars­e de todas estas acusacione­s o de su presunta cercanía con Danielito. Reconoció que sí lo conoció, pero porque un primo suyo, Juan Carlos Mejía, era primo de él y que supo que en el pasado también había sido escolta de su padre, pero que no tuvo mayores nexos con él y que incluso su relación personal nunca fue buena porque Danielito le parecía “un arrogante”. También declaró que solo supo que Danielito andaba en vueltas ilegales muchos años después cuando lo vio en Santa Fe de Ralito (Córdoba), donde aceptó que se dieron la mano. De hecho, el excongresi­sta recalcó que no creía que Danielito fuera “un ser tan caritativo” como para recogerle o entregarle plata para sus campañas políticas.

En esencia, Mesa Betancur negó cualquier pasado criminal o contactos ilegales y dijo que cuando fungió como alcalde de Envigado, Danielito era un “funcionari­o más”. Y seguidamen­te explicó sus logros en seguridad durante su mandato: “Cuando fui alcalde tuve muy de cerca a las autoridade­s como es el caso del general Gallego, le di todo mi apoyo a la Policía para que nos ayudara con la seguridad de Envigado, hicimos mucha gestión con el señor general de ese momento (…) No sé si está muy mal hecho que yo lo diga, pero el trabajo y el esfuerzo grande que se hizo en mi administra­ción fue por la seguridad de Envigado y eso la Policía lo reconoció públicamen­te”. Sobre Gustavo Upegui, Mesa Betancur dijo que era “un líder social” que fue muy amigo de su padre y que sobre sus actividade­s ilícitas lo único que supo eran los “chismes en los medios”.

“Procura el procesado Mesa Betancur presentar a esta persona como un común y corriente dirigente o empresario deportivo, cuando como ya quedó dicho en precedenci­a fue documentad­o suficiente­mente cuál era su posición de poder y cercanía en la administra­ción municipal de Envigado, habiendo sido primero muy cercano a Pablo Escobar y luego a Diego Fernando Murillo Bejarano. Luego era él, junto con Daniel Mejía, quienes ejercían la hegemonía en la región y determinab­an quiénes y cómo podían trabajar y convivir”, sostuvo la Corte Suprema de Justicia en una providenci­a de 80 páginas, en poder de El Espectador, en la que resolvió la situación jurídica de Mesa Betancur. Para el alto tribunal, los contratos que le dio la alcaldía de Mesa Betancur a la esposa de Upegui resultan ilustrativ­os de su relación con la mafia de Envigado.

“Está demostrado que Gustavo Upegui, por lo menos por intermedio de su esposa Margarita Gallego, sí mantuvo relaciones contractua­les con el municipio de Envigado cuando José Ignacio Mesa Betancur fue mandatario local, como también se había hecho cuando el padre del procesado ostentó la misma dignidad. Hecho claramente indicador del conocimien­to, cercanía y estrecha relación del indagado con el ya acreditado miembro de la Oficina de Envigado, Gustavo Upegui”, resaltó la Corte Suprema. Y al analizar el contexto de violencia y la cooptación de esta organizaci­ón criminal en Envigado y Antioquia, sostuvo que resulta muy difícil de creer que Mesa Betancur haya sido completame­nte ajeno “al conocimien­to de este inexcusabl­e panorama”. La Corte también llamó la atención sobre las particular­idades del extraño secuestro que “sufrió” el parlamenta­rio.

“Resultan llamativas las circunstan­cias en que se dice fueron retenidos, ambos cuando estaban solos, Álvaro Velásquez cuando llegaba a su casa y Mesa Betancur en la calle, pero al parecer dentro de su vehículo, sin explicar qué sucedió con éste, por qué sus escoltas se tardaron en llegar a la cita que les había indicado y, sobre todo, por qué razón las personas que supuestame­nte lo estaban esperando para un evento de campaña, no lo busquen, no pregunten y no enciendan las alarmas de inmediato”, advirtió la Corte. Con estas evidencias, el alto tribunal señaló que hay muchas probabilid­ades de que Mesa Betancur optara por aliarse con un grupo irregular “poniendo al servicio de la ilegalidad su función” como congresist­a. Por eso ordenó su detención. Hoy, Mesa Betancur hace parte de la unidad de trabajo legislativ­o de un senador cuyo nombre no le dio a la Corte.

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/ Archivo Particular José Ignacio Mesa Betancur, excongresi­sta antioqueño.
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