De la opulencia a la penuria
Con esta frase Mario Jaramillo, en su magnífica biografía de Esteban Jaramillo, resume la situación fiscal de Colombia durante el gobierno de Miguel Abadía Méndez, que terminó en 1930. Después de un largo período de prosperidad y crecimiento económico durante los primeros años del siglo XX, el país entró en barrena y la convulsión política y el descontento social fueron el escenario del fin de la hegemonía conservadora.
La elección de Enrique Olaya Herrera dio inicio a la República Liberal, como se denominó el período de 16 años, durante los cuales ejercieron la presidencia representantes de ese partido. Olaya tuvo que enfrentar los devastadores efectos que padeció la economía colombiana en medio de la crisis económica mundial que imposibilitó el acceso al crédito internacional del que dependían vitalmente las finanzas públicas. El peor momento hasta entonces de nuestra historia económica.
Esteban Jaramillo, de filiación conservadora, había sido ministro de Hacienda de Abadía, y jefes liberales como Alberto Lleras eran sus críticos acérrimos. Sin embargo, en medio de la más profunda crisis económica, fue llamado por el presidente Olaya para ocupar nuevamente esa cartera.
Jaramillo enfrentó esa crisis -exacerbada por la guerra con Perú- con medidas heterodoxas que el presidente Olaya apoyó con un pragmatismo pocas veces visto en la historia de nuestra nación.
Esteban Jaramillo, padre de la hacienda pública en Colombia, fue el primer representante de esa tecnocracia que, aunque se haya equivocado muchas veces, ha evitado el naufragio de las finanzas del Estado persiguiendo cantos de sirena. A esa élite se le reprocha su insensibilidad ante las necesidades sociales. Sin embargo, hay que reconocerle que muchas veces ha sabido enfrentar las mañas y egoísmos de los intereses privados y las veleidades populistas y prácticas corruptas de nuestra clase política que sumen a este país en el subdesarrollo.
En el prólogo del libro que comentamos, Armando Montenegro hace una acertada reflexión acerca de la compleja y delicada relación de los ministros de Hacienda con los presidentes de la República. Según Montenegro, esa relación es “de importancia fundamental para el éxito o fracaso de la gestión de ambos.” Han debido tenerlo presente en este gobierno.