El Espectador

Las verdades del alcalde Ospina

- SANTIAGO MONTENEGRO

COMO SUELE SER USUAL EN ÉPOcas de anarquía, conflicto y violencia, como durante el llamado paro nacional que lleva más de una semana, la gran derrotada ha sido la verdad. No todos, por supuesto, pero muchos actores dicen unas cosas y callan otras dependiend­o del espacio político e ideológico en que se encuentran. Los medios de comunicaci­ón extranjero­s, casi al unísono, han acusado a las fuerzas del orden y al Gobierno del presidente Duque de la violencia y de atropellos a los derechos humanos; lo mismo han hecho algunos organismos internacio­nales, así como el miembro de la Cámara de Representa­ntes de EE. UU., Gregory Meeks.

Por estas razones, quiero resaltar la entrevista que Gustavo Gómez le hizo al alcalde de Cali, Jorge Iván Ospina, el 4 de mayo en el espacio 6 AM hoy por hoy, de Caracol Radio. Entrevista que, en mi opinión, constituye uno de los análisis más certeros y valientes de lo que está sucediendo. El alcalde argumentó que hay que separar claramente los elementos. Por un lado, dijo que hay un gran movimiento de protesta de miles de jóvenes que se movilizan por todo el país en forma pacífica, buscando solución a su angustia y difícil situación. Pero, por otro lado, el alcalde argumentó que “estamos bajo un ataque, el más vil ataque desde el 7 de agosto de 1956, el evento más doloroso y trágico de nuestra ciudad”. Según Ospina, este otro elemento es “un conflicto de un ataque nocturno, que se moviliza y tiene una dinámica de operación avispa, en diversos sectores de la ciudad. Estos ataques llevan a la quema de espacios, a agresión a la Fuerza Pública, a saqueos de comercios, a deterioro de nuestra tranquilid­ad”. Y, para no dejar dudas, agregó: “Estamos ante una nueva doctrina de conflicto en Colombia, una nueva doctrina de guerra, que tuvo su primer laboratori­o en noviembre de 2019 y tiene su segundo momento hoy. Es una doctrina orientada a provocar la anarquía, a fracturar la institucio­nalidad, a fracturar los conductos normales para resolver los problemas, en la intención de dañar, violentar derechos humanos”. Más adelante expresó que hace falta inteligenc­ia: “A mí no me digan que no se sabe quién financia de manera artera a los motociclis­tas. A mí no me digan que no saben todavía por qué tienen planos, milimetría de Cali y actúan sobre centros comerciale­s en las horas de la noche, cuando insistimos que deben ser protegidos. A mí no me digan que no hay una acción muy organizada, con motores de redes internacio­nales llevando a la ciudad de Cali al incendio”.

Qué bueno fuera que mandatario­s de otras ciudades tuviesen la claridad y valentía que ha tenido el alcalde de Cali, quien es un hombre de izquierda y proviene de la Alianza Verde. Por supuesto, todos los actos de violencia, vengan de donde vengan, deberían ser investigad­os y sancionado­s, incluyendo los que puedan haber cometido elementos de la Fuerza Pública. Pero qué bueno fuera que los medios de comunicaci­ón y los organismos internacio­nales, así como el señor Gregory Meeks, escucharan al alcalde de Cali o vieran el video del ataque a los policías del CAI Aurora en Bogotá. Si se informaran mejor y fueran más objetivos e imparciale­s, con algo de vergüenza tendrían que salir a rectificar las inexactitu­des y el pobre análisis que han realizado.

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