El Espectador

Aserrín, aserrán

- MARÍA TERESA RONDEROS

ESTALLÓ LA INDIGNACIÓ­N EN COlombia.

76.000 familias llorando sus muertos por la pandemia.

El encierro intermiten­te que dejó medio millón de negocios formales quebrados. Vendedores ambulantes, costureras, empleadas domésticas, taxistas y camioneros juntando ahorros, buscando préstamos, empeñando lo que haya.

Desempleo del 18,1 % en las principale­s ciudades en el primer trimestre de 2021. La mayoría, secretaria­s, artistas, obreros cuentaprop­istas, baristas, jornaleros...

3,5 millones de nuevos pobres. Tienen menos de $331.688 al mes para sobrevivir. Así aguantan seis de cada diez personas en Quibdó. De los 21 millones de pobres, hay 7,5 millones de requetepob­res. Ganan menos de $145.004 al mes en promedio, menos de lo que alcanza para reponer las calorías que necesitan. Una de cada cinco personas sobreagua así en Valledupar.

El Gobierno reparte ayudas. Muy poco para pocos. Evitó que en Sincelejo y en Montería

hubiera un 4 % más de pobres. Curitas para atajar una septicemia.

A los grupos criminales les bajó el precio de compra de jóvenes. Acechan. Los tientan con celulares en Tumaco o con palabras falsas de revolución en el Guaviare.

¿Cómo no iba a protestar en Cali Nicolás Guerrero, artista de 21 años? Allí hay 221.000 nuevos pobres extremos, dice el DANE. Lo mataron de un balazo.

Aserrín, aserrán, los maderos de San Juan. Piden pan, no les dan.

Piden queso, les dan un hueso y un balazo en el pescuezo.

Otros 15 jóvenes (tal vez más) han caído muertos por balas durante las marchas. A Marcelo Agredo, Charlie Parra y Santiago Murillo les dispararon policías, según denuncias y videos. A Stiven Sevillano lo mató un tipo vestido de rojo que disparó a quemarropa. Un video en la red mostraba civiles bajándose de un camión repartiend­o fuego a la muchedumbr­e. Todos conocen al “infiltrao”, satirizó con su música Velandia y La Tigra.

El capitán de la Policía Jesús Alberto Solano cayó acuchillad­o. Intentaba evitar un saqueo en Soacha. El DANE midió allí la pobreza en 2014: una tercera parte de la población era pobre. Después de la crisis del último año, quién sabe cuántos más lo son.

El presidente emburbujad­o en su palacio demoró el diálogo por días, como queriendo que la turbulenci­a se agriara con la sangre de inocentes para poder reducirla a vandalismo. El partido de gobierno y su patriarca piden más garrote y difunden mentiras. Bonita manera de liderar un país en crisis.

Duque no ha traído a un negociador que ayude a buscar salidas. Ante la presión, juega a las sillas musicales con los ministros. Nombra como negociador a un fanático. “Nunca vi una élite política tan incapaz de llegar a resolucion­es”, dijo a la BBC Carlos Caballero, de la Escuela de Gobierno de Uniandes.

La protesta no es el problema, es el síntoma. El problema es la pobreza intolerabl­e, el crimen que se nutre de ella, las finanzas públicas en la olla, la política carcomida de mermelada, la falta de voluntad de los pudientes para dejarles realmente un país más vivible a los jóvenes.

De esto no se sale a plomo. Así lo pidan los acomodados en sus grupos de Whatsapp.

La ausencia de liderazgo no es solo del Gobierno. ¿Dónde están los poderosos caballeros del dinero cuidando su futuro? ¿Dónde están los que pueden pagar las mejores mentes, patrocinar las salidas más imaginativ­as? ¿Dónde los que consiguen que todo el mundo venga a la mesa cuando ellos convocan? No los hemos escuchado.

Deben andar tras bambalinas, aserrando los maderos de una nueva reforma tributaria a su medida. Aserrín, aserrán.

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