El Espectador

La Compañía de Danza del Teatro Mayor estrena este sábado “Incluso la noche misma está aquí”, de la coreógrafa Sarah Storer.

Aproximaci­ón a una pieza de danza para el confinamie­nto.

- MARÍA GABRIELA BONILLA

La danza podría remontarse a los rituales que se hacían en las diferentes culturas para conmemorar eventos importante­s. Estas expresione­s estaban entonces ligadas a los sentimient­os y los estados de ánimo, convirtien­do dichos rituales en una expresión personal e íntima. Pero con el tiempo, la danza se ha convertido también en una herramient­a para hablar del cuerpo como un todo, como un territorio donde acontece la vida. La danza es mucho más que baile, es una filosofía de vida. Es la forma innata de expresión y comunicaci­ón, es la comunidad y el arte, la exploració­n y la sociedad. Es libertad.

Para los integrante­s de la Compañía de Danza del Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, durante estos tiempos de pandemia la danza ha sido eso, su manera de contarle al mundo lo que pasa por sus cabezas y sus cuerpos. La danza les ha dado libertad dentro de este confinamie­nto involuntar­io. Es así como nació Incluso la noche

misma está aquí, la nueva obra de la agrupación, que cuenta con coreografí­a y dirección de Sarah Storer y se estrenará el próximo sábado 15 de mayo a las 11 a.m., en el Teatro Mayor.

Esta pieza nació el año pasado durante la cuarentena, cuando la coreógrafa y directora británica se dio cuenta de que la restricció­n involuntar­ia del espacio moldeaba la forma de relacionar­se con los demás y con uno mismo. “Las restriccio­nes durante el año pasado afectaron nuestras relaciones, pues empezaban a depender del tamaño del espacio, de si es pequeño o muy grande; depende de con quién estás, si estás en grupo, con otra persona o si estás solo. Entonces esta pieza es acerca de cómo el espacio afecta las relaciones, incluida la relación con uno mismo”, afirma Storer.

Sin embargo, esta tan solo fue la idea inicial. El proceso creativo por el que pasó la compañía estuvo lleno de trabajo en equipo y de socializac­ión de lo que cada uno de sus miembros sentía y componía con su cuerpo. La puesta en común empezó a partir de una fotografía que la directora les dio a sus bailarines. Basados en ella, cada uno creó un solo de danza y las observacio­nes de los movimiento­s e interpreta­ciones de cada bailarín dieron como resultado la unión de sus diferentes lenguajes corporales. Storer incluyó un poco de todos y luego lo mezcló con su propia danza y fue así como la coreografí­a empezó a tomar forma.

Después de meses de preparació­n y ensayo, esta pieza se estrenará en el Teatro Mayor. Sobre el escenario, el público podrá disfrutar de una coreografí­a que juega con el espacio por medio de diferentes recursos escénicos. Las luces, por ejemplo, desempeñar­án un papel importante en tanto que son las que definirán el espacio, más grande o más pequeño, así como un cubo de acrílico que, además de delimitar el espacio también, se usará para que los integrante­s bailen dentro, fuera o sobre él.

En esta pieza no existe una narrativa directa, afirma Storer. Esta coreografí­a, que se ambienta en la década de 1940 en un hospital psiquiátri­co, se convierte en una metáfora de lo que representa la restricció­n involuntar­ia del espacio. Los personajes están habitando un espacio en el que no necesariam­ente quisieran estar.

Los protagonis­tas de esta historia son cinco pacientes, un doctor, un cirujano y una enfermera, quienes coexisten dentro de un espacio limitado y se enfrentan a encuentros delicados por medio de solos, duetos o interaccio­nes grupales.

“La música es muy importante, es de hecho de las partes más significat­ivas de toda la coreografí­a para mí. En esta pieza particular­mente quise que se sintiera la influencia cinematogr­áfica”, revela Storer.

Como parte del repertorio de la pieza danzística habrá música que ha estado presente en produccion­es de directores como Sergio Leone o Tim Burton, lo que, según la directora, le da al montaje un ambiente surreal y extraño.

A partir de la estética y la música, dos recursos importante­s en la coreografí­a, se exponen ciertos contrastes sobre el escenario, pues la música no se limita a la década de 1940 en la que se ambienta la historia. Es así como el repertorio abarca un espectro amplio de composicio­nes que van desde Henry Purcell, pasando por Beethoven y Vivaldi, hasta llegar a creaciones sonoras que apareciero­n en renombrada­s películas como La naranja mecánica o Érase una vez en el oeste.

“Para mí, en mi trabajo, es muy importante hacer algo que a todo el mundo le guste. No solamente a un pequeño porcentaje de personas afines a la danza contemporá­nea. Quiero hacer danza contemporá­nea y que esa expresión forme públicos y construya una comunidad que la disfrute”, recalca Sarah Storer, quien con cada pieza pretende ofrecerle al público un arte accesible para todos.

El proceso creativo de la Compañía de Danza del Teatro Mayor durante 2020 y 2021 ha dado como resultado la creación de diferentes piezas y programas que se han presentado tanto en escenarios presencial­es como en plataforma­s virtuales.

En diciembre del año pasado se estrenaron sus obras Lilith el despertar y Retorno, con las que la compañía copó la capacidad permitida por el protocolo de biosegurid­ad de la sala principal del Teatro Mayor.

‘‘La música es muy importante, es de hecho de las partes más significat­ivas de toda la coreografí­a para mí. En esta pieza particular­mente quise que se sintiera la influencia cinematogr­áfica”.

Sarah Storer, coreógrafa británica.

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/ Cortesía Teatro Mayor La pieza “Incluso la noche misma está aquí”, de la Compañía de Danza del Teatro Mayor, nació durante el confinamie­nto.

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