El Espectador

Ciro Guerra y el millón de dólares

- CATALINA URIBE RINCÓN

EN JUNIO DEL AÑO PASADO, EL REportaje “Ocho denuncias de acoso y abuso sexual contra Ciro Guerra” hizo hablar de un #MeToo colombiano. Hoy el debate es otro: el acoso judicial al periodismo. En lugar de ofrecer su testimonio y clarificar los hechos, Guerra optó por la vía judicial. Y lo hizo, como se dice, con todos los juguetes: una denuncia penal, una demanda civil y una tutela. Hoy, las periodista­s Catalina Ruiz-Navarro y Matilde de los Milagros Londoño se enfrentan, por un lado, a una demanda de reparación por un millón de dólares. Y, por el otro, a la cárcel.

Pocas cosas tan importante­s como la honra y el buen nombre. Pero también pocas cosas tan fundamenta­les como el buen periodismo. Es entonces cuando me cuestiono la gravedad de la relación que está teniendo el Estado con su contrapode­r. Leyendo el reportaje original de las periodista­s, puedo decir que el trabajo que hicieron es serio. ¿Se están usando los tribunales para censurarla­s? Antes de entrar al caso, creo que vale la pena recordar que el periodismo no establece ni administra justicia. El periodismo informa. Y esto, en algunos casos, equivale a llamar la atención de la opinión pública para que los ciudadanos se enteren de que hay razones para creer que se está cometiendo alguna injusticia. El periodismo no obliga justicia. Sólo llama la atención de la mirada.

Ahora bien, el periodismo está en la obligación de mostrar que su llamado es justificad­o. Para esto hay unos criterios que guían la labor investigat­iva y desde donde esta labor debe ser juzgada. El primer criterio es la elección del tema. No cualquier asunto es de interés periodísti­co. Para “interrumpi­r” a la ciudadanía, el asunto tiene que ser de interés público. En el artículo de Volcánicas, la selección del tema es relevante. ¿Qué más de interés público que los abusos sexuales que siguen padeciendo las mujeres por parte de hombres poderosos? La discusión que suscitó el primer reportaje demuestra que este tema no sólo nos debe importar, sino que de hecho nos importa.

La pieza periodísti­ca tiene además que enfocarse en los hechos con precisión. Las periodista­s de Volcánicas trabajaron durante cinco meses corroboran­do cada uno de los testimonio­s y revisando que no hubiera contradicc­iones. Para ello, adjuntaron correos electrónic­os, pantallazo­s de WhatsApp, fotografía­s de Ciro Guerra que lo ponen en el lugar de los hechos y otros testigos que confirman parte del testimonio de las denunciant­es. El texto cumple además con otros elementos claves: claridad, lenguaje directo y fuentes contrastad­as. Al inicio el reportaje presentó 14 fuentes y después añadió más, para un total de 20 fuentes periodísti­cas.

¿Hace el reportaje a Guerra culpable? No. De nuevo, la labor periodísti­ca es mostrar que, por razones serias, hay algo ahí sobre lo que vale la pena alertar. La labor del ciudadano no es sentarse a especular si Guerra lo hizo o no. Es leer el reportaje y evaluar si su mirada fue interrumpi­da por razones justificad­as. En otras palabras: si el trabajo de las periodista­s se hizo con la precisión y el rigor del caso. Los invito a leer el reportaje y juzgar, por su cuenta, no si el cineasta del millón de dólares es culpable o no, sino si las periodista­s hicieron su parte de la división social del trabajo.

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