El Espectador

¿Suficiente democracia?

- YESID REYES ALVARADO

EL EJERCICIO DE LA DEMOCRACIA es mucho más complejo de lo que parece desprender­se de sus genéricas definicion­es. La separación de los poderes, por ejemplo, debe ser real y no meramente formal. La Constituci­ón del 91 propuso una articulaci­ón que, aun cuando no perfecta, buscaba mantener esa independen­cia mediante la inclusión de frenos y la creación de contrapeso­s a sus poderes. Pero si el Ejecutivo consigue que quienes dirigen los organismos de control sean cercanos a él, o si logra mermar la independen­cia de la rama judicial con figuras como la eliminació­n de la Corte Constituci­onal o la restricció­n de la acción de tutela, la impresión ciudadana será la de que no se está gobernando para garantizar los derechos de toda la población, sino de una parte de ella.

Escuchar a los gobernados es indispensa­ble para el buen funcionami­ento de un sistema democrátic­o, lo que a veces se consigue gracias a la intermedia­ción de los concejales, diputados, congresist­as, alcaldes o gobernador­es elegidos popularmen­te. Pero hay ocasiones en las que esa vía resulta insuficien­te, bien sea porque los ciudadanos no se sienten representa­dos por esas figuras, o porque una visión exageradam­ente centralist­a del Estado hace ineficient­e esa forma de interacció­n, o por el aumento de la percepción sobre el manejo corrupto de los recursos públicos.

Las prolongada­s marchas y protestas de las últimas semanas son un síntoma del deterioro de esa comunicaci­ón entre la ciudanía y el Gobierno; aun cuando muchas de las demandas que se están haciendo quizás requieran la expedición de leyes por parte del Congreso, es indispensa­ble que antes de que ello ocurra se abran espacios de diálogo con quienes están reclamando. No basta, por ejemplo, con decir que el próximo semestre habrá matrícula gratis para los estudiante­s de estratos uno, dos y tres en los centros educativos oficiales, no solo porque temporalme­nte es un remedio insuficien­te, descuida el tema de la calidad y no plantea estrategia­s que permitan abrirle a esos muchachos una opción real en el mundo laboral que le de sentido a su formación técnica o profesiona­l, sino porque puede conducir a la desaparici­ón de las universida­des privadas que ofrecen programas de alta calidad a jóvenes de esos estratos que las entidades oficiales no tienen capacidad para recibir.

Antes de llevar al Parlamento decenas de sugerencia­s para ofrecer respuestas normativas a los reclamos de distintos sectores de la población, se los debería escuchar con más atención y de manera más directa; así podrían identifica­rse correctame­nte los problemas y buscarles soluciones efectivas —no meramente legales— en instancias locales, departamen­tales o regionales y no exclusivam­ente en el Congreso. Para eso puede resultar útil la activación de mecanismos como los cabildos abiertos o los consejos territoria­les de paz, como recienteme­nte se ha propuesto por un grupo de académicos. Una negociació­n adelantada en distintos planos facilita el conocimien­to de las necesidade­s locales, hace posible agruparlas en una segunda etapa y diseñar variadas fórmulas de superación que, a su vez, puedan ser puestas en práctica en esos diversos niveles.

‘‘Se debería escuchar a los distintos sectores de la población con más atención y de manera más directa”.

Apoyo total al sacerdote Francisco de Roux y a monseñor Darío Monsalve.

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