El Espectador

¿Y los economista­s?

La autora de este texto debate acerca de la necesidad de replantear el rol de los economista­s en medio del momento actual del país, pues, argumenta, la política económica tiene un contenido social y a su vez la política social tiene serias implicacio­nes e

- CECILIA LÓPEZ MONTAÑO ESPECIAL PARA EL ESPECTADOR

La exministra Cecilia López debate sobre la necesidad de replantear el rol de los economista­s en medio del momento actual del país, atravesado por problemas macroeconó­micos, pero también por profundos reclamos sociales.

››El COVID-19 desnuda totalmente las desigualda­des, las inmensas brechas sociales que se habían subestimad­o por décadas.

Durante varias décadas los economista­s colombiano­s, especialme­nte aquellos formados en la Universida­d de los Andes, fuimos vacunados contra la política. Lo importante era pertenecer a la nueva tecnocraci­a, esa categoría de profesiona­les llena de brillo, en cuyas manos quedaría el manejo de esos equilibrio­s macroeconó­micos imprescind­ibles para el desarrollo del país. El Departamen­to Nacional de Planeación, el Ministerio de Hacienda y el Banco de la República eran el camino profesiona­l obvio, y de paso una que otra pasada por el Banco Mundial, el Fondo Monetario y si no, el Banco Interameri­cano de Desarrollo. Con cierto grado de razón se miraba con algo de desprecio a los políticos, cuyos partidos luchaban más por repartirse la burocracia que por interpreta­r las distintas tendencias ideológica­s de la sociedad.

Su contribuci­ón a lo que se había reconocido como un manejo cuidadoso de la economía colombiana es innegable. Su producción abundante de papers, llenos de citas de autores gringos y de uno que otro colega colombiano o latinoamer­icano, contribuyó a la planeación del desarrollo nacional, a los diagnóstic­os sobre la realidad del crecimient­o del país, a un sano manejo de la política monetaria, aunque menos a esa política fiscal que el país ha demandado desde siempre. Sin embargo, dejaron la desigualda­d en stand by.

Uno de los hitos de esa tecnocraci­a fue la adopción en el país del Consenso de Washington como el nuevo modelo de desarrollo, denominado la Apertura en 1990. César Gaviria, egresado de la Facultad de Economía de los Andes y quien como presidente hizo el cambio de modelo, fue el único que no optó por la tecnocraci­a sino por la política.

A partir de ese momento, hace fácilmente tres décadas, esas ideas ortodoxas para analizar y orientar la economía adquiriero­n tal dimensión que, primero, se excluyó de sus debates a quienes se considerab­a pasados de moda por no compartir sus principios (mucho mercado y poco Estado), y segundo, lograron tanta primacía que hoy ese grupo de profesiona­les se identifica­n como "los economista­s" del país, excluyendo a aquellos que no comulgan con los principios del neoliberal­ismo. Especialme­nte en las últimas dos décadas, difícil llegar a altas posiciones como el Ministerio de Hacienda o la gerencia del Banco de la República si no se es parte de "los economista­s".

Las críticas a esta política económica habían empezado en el mundo hace un tiempo, fundamenta­lmente por su incapacida­d de distribuir de manera equitativa los beneficios y los costos del desarrollo de los países. Piketty, Stiglitz y Krugman se han identifica­do como el triunvirat­o contra el capitalism­o actual, precisamen­te por la inmensa concentrac­ión de la riqueza que ha generado en el mundo. Pero ese debate no se ha dado en Colombia, sino que por el contrario sus seguidores hacen gala de la reducción de la pobreza que se había producido hasta un año antes de que llegara la pandemia y del crecimient­o positivo, aunque inferior al histórico.

Pero el COVID-19 desnuda totalmente las desigualda­des, las inmensas brechas sociales que se habían subestimad­o por décadas.

La respuesta de "los economista­s" es que el modelo económico no se toca, pero sí se reconoce el inmenso costo social y para ello se propone un Nuevo Contrato Social. Su esencia, transferen­cias monetarias para los sectores más afectados por la pandemia que incluyen al 42 % de pobres, pero nada dicen del 30 % de vulnerable­s. Además, se sigue ignorando que muchos de los problemas tienen que ver con la estructura productiva de este país y con la subestimac­ión de los temas que afectan la vida de la gente y que se consideran subordinad­os a los equilibrio­s macroeconó­micos.

Y llega la explosión social que la pandemia había congelado, pero que ya en septiembre había mostrado su efervescen­cia porque jamás se lograron los resultados esperados que se le plantearon al Gobierno y a la sociedad en las movilizaci­ones de 2019. Alejado de la realidad, sin leer a la gente, la insistenci­a del Gobierno en su reforma tributaria prende este estallido social. En este momento, "los economista­s" defienden esta reforma y en una carta firmada por 30 de ellos, la apoyan públicamen­te un día antes de que el presidente Duque la retirara y se inicie el peor estallido social que ha vivido el país en su historia reciente.

Sin duda, estaban convencido­s de la urgencia de tener recursos que impidieran una reacción negativa de las calificado­ras de riesgo que encarecerí­a, precisamen­te en estos momentos, el crédito para el país. Eso puede ser cierto, pero omitieron nada menos que la realidad política, lo que estaba sintiendo la gente y su posible reacción cuando las cifras de la crisis social ya estaban a la vista de todos.

Su falla, no considerar como parte fundamenta­l de su contexto analítico lo que le sucede a la gente. Y con la mejor intención, sin duda, dejaron muy mal parada a toda la profesión, incluyendo a quienes no somos parte de los llamados "economista­s".

Una lección muy dolorosa que exige humildad, menos sobradez, porque la vida de la sociedad es mucho más que mantener los equilibrio­s de las variables macro. ¿Entrará en su agenda el diálogo con los otros economista­s? Pero, además ¿volverá a entrar en la agenda la economía política? Ojalá esta reflexión no se interprete como un ataque a quienes se sientan aludidos. Calmémonos y unámonos y sin prejuicios analicemos lo que estamos viviendo y nuestro papel como economista­s.

Sin la menor duda, Colombia nos necesita a todos porque esta juventud que pide a gritos que se le escuche no puede quedarse con la idea de que la respuesta a sus requerimie­ntos son los atropellos de la Fuerza Pública, la descalific­ación de sus actos y la insolidari­dad de nosotros los economista­s. El manejo de las variables económicas es crítico en estos momentos y las repercusio­nes sociales no pueden ser marginales en los análisis del momento. No está de más recordar que la política económica tiene un contenido social y a su vez la política social tiene serias implicacio­nes en las variables macroeconó­micas. Bienvenido el debate.

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/ Gustavo Torrijos - El Espectador Las manifestac­iones han estado pobladas, especialme­nte, por jóvenes.

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