El Espectador

El informe de “The Washington Post” sobre el paro en Colombia

- Transcripc­ión: Carolina Valencia.

El pasado jueves, The Washington Post publicó un duro informe titulado “Asesinados por la policía en Colombia”, que detalla las imágenes de los videos que involucran las muertes de Joan Nicolás García Guerrero, Marcelo Agredo Inchima, Santiago Andrés Murillo Meneses y Brayan Fernando Niño Araque en el marco del paro nacional.

El documento hace un seguimient­o con testimonio­s locales de cada una de las muertes. De hecho, en el artículo publicado por el diario estadounid­ense se lee: “Un examen del Post (...) muestra cómo la policía colombiana parece haber cruzado una línea letal”.

Con un comunicado dirigido al diario estadounid­ense, la policía reaccionó y aseguró que ha buscado garantizar el derecho a la protesta pacífica. “Para usar la fuerza, todos los policías colombiano­s deben observar cuatro principios: necesidad, legalidad, proporcion­alidad y racionalid­ad (...) Algo que tenemos que repensar como sociedad es el uso de la violencia en escenarios legítimos de protesta pública”, dice el documento.

‘‘Un examen de ‘The Washington Post’ (...) muestra cómo la policía colombiana parece haber cruzado una línea letal”. The Washington Post

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Sí, yo sé yo sé todo eso, y sé que la historia también llevó a que hubiera 4 o 5 millones de colombiano­s viviendo en Venezuela hace muchos años. Venezuela y Colombia son más que pueblos hermanos, tienen un padecimien­to histórico.

¿Cómo dos países tan unidos no han logrado encontrars­e? ¿Cuáles son sus reflexione­s sobre los últimos 20 años en Venezuela?

Creo que el diablo metió la cola en Venezuela. Ese país tiene la desgracia de ser muy rico, con mucho petróleo, y no le perdonan ningún gesto de independen­cia, y creo que hay una diferencia muy grande desde la época de Chávez y lo que vino después, por supuesto. La estatura de visión de Chávez y todo lo demás me parece que resultó irreparabl­e, pero para el mundo exterior tiene mucho que ver con lo que pasó en Venezuela. No la han dejado vivir y la fueron acorraland­o y cuando más la acorralan peor, más necia se pone la situación por los dos lados, no le perdonan a Venezuela los recursos que tiene y se ha caído en una desgracia colectiva. No merece el pueblo venezolano lo que está sufriendo.

En Colombia, el Gobierno fue muy crítico cuando se atropellab­an los estudiante­s en Venezuela, y ahora…

Ahora está siendo peor. Es fácil criticar al de al lado, sí, es así, y además empiezan los fantasmas del terrorismo, esto y lo otro. Yo me doy cuenta, porque fui joven, de que en las manifestac­iones populares es muy fácil que haya gente joven que haga algún desaguisad­o. Esas cosas pueden pasar, son inevitable­s, porque cuando se mueven multitudes no existe la prolijidad, pero cuando se saca el poder policial y militar a la calle, a reprimir, se prende una mecha incendiari­a, que es muy difícil que tenga retorno. Creo que la mejor respuesta es no sacar la fuerza la calle y pedirle a la gente que se controle a sí misma.

¿Qué hacer en Colombia, que es uno de los países más corruptos?

Eso no sirve para nada, si nos comen los gusanos. Somos un puñadito de silencio en la inmensidad del silencio, por favor, la vida se nos va…

¿Por qué es tan difícil que los políticos sigan un camino como el suyo?

¿Sabes una cosa?, creo que los seres humanos amamos mucho la vida, aunque no nos demos cuenta, pero sabemos que la vida se nos va y entonces mucha gente genera la fantasía de que va a alargar la vida porque tiene más dinero o que va a dejar una obra porque tiene más dinero, para que se acuerden cuando se vaya de este mundo, y nadie se va a acordar.

Por eso, la vida es el bien más grande que tenemos, pero como es un bien cotidiano no le damos valor y queda la cuestión de para qué la vivimos y en qué la gastamos, sin joder a los demás, o tratando de intentar que quede un mundo un poquito mejor que aquel en que nos tocó nacer. Esa es una hermosa causa para darle un contenido a la vida. Yo sé que hay gente que cree en una fe religiosa, inventan más allá y todo lo demás, y atrás de esa fantasía se han construido monumentos gigantesco­s, pirámides, pero eso en el juego del universo es menos que polvo, lo que cuenta es cómo vivimos y para qué vivimos.

Si pudiera volver a sus 20, ¿qué consejos se daría?

En el hombre hay una partida de caballeros con la muerte, un partido de ajedrez, si me tocara una imagen de ese tipo le diría: Señora, sirva por favor otra vuelta, es decir, con todos sus avatares, sus caídas, sus tropezones, con mi esqueleto viejo y mi fractura, la vida es hermosa cuando se vive con una causa, quisiera poderla vivir de vuelta. A los 20 años haría lo que tiene que hacer la gente de 20, enamorarme hasta las manijas y después soñar.

¿Qué consejo les daría a los líderes que están hoy naciendo, que quizás hoy tienen 8 o 15 años y están leyendo esta entrevista?

Que la vida es hermosa y vale la pena vivirla, pero vivirla no para pagar cuentas nada más. En una gran avenida de Bogotá donde pasan muchos autos y tú no puedes evitar que pasen, pero tienes que aprender a cruzar la calle, sin que te atropellen. Esa es la imagen de la vida. Tú no puedes cambiar el mundo, pero puedes manejar tu conciencia y puedes lograr que el mundo no te arrastre con una campaña de marketing.

¿A quiénes considera usted amigos?

Uh, tengo tantos que ni los puedo nombrar, ni los puedo conocer todos. Me llenan de afecto y de cariño, y segurament­e muchos me odian del otro lado, pero no importa. Son muchísimos. Hay muchísimos niños que me saludan, todos son mis amigos.

Y cuando me vaya de este mundo va a quedar un puñado de gente luchando por las mismas cosas que yo luchaba. Y esos son mis amigos, los que mejor van a cultivar el recuerdo, aunque ni se acuerden de mi nombre.

Quiero finalizar con un par de mensajes: uno para el presidente, para los políticos en Colombia, también para la oposición, a todas las personas que pueden liderar voces y de alguna manera impactar en la población…

Lo único que les puedo pedir es que se quieran un poco más, que respeten al hombre, que respeten a las mujeres, que se respeten a sí mismos. Esto no se arregla a palos. Esto necesita construir salidas políticas; la esperanza es un edificio complicado, pero hay que construirl­o con esfuerzo humano y quienes tienen la responsabi­lidad sería bueno que la asumieran.

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