Con el agua al cuello: la tragedia de los ríos que se desbordan
Esta temporada de lluvias dejó a Puerto Asís, en Putumayo, sin planta de tratamiento de aguas tras un desbordamiento. En Salamina el Magdalena arrastró un kilómetro de muro de contención y gran parte de la vía nacional. Varios ríos del país están en alerta roja. ¿Por qué nos seguimos inundando?
Esta semana hubo una serie de noticias que pasaron casi desapercibidas. En el municipio de Viterbo, Caldas, las insistentes lluvias desbordaron una quebrada, que inundó el municipio y dejó cinco muertos. El jueves 20 de mayo, uno de los jarillones que contenían al río Risaralda, a la altura del municipio La Virginia, se rompió, haciendo que el agua se desbordara por la mitad de los barrios. Días antes en Bolombolo, Antioquia, medios locales reportaron que la intensidad de las lluvias fue tan fuerte que afectó a 150 familias que, además, se quedaron sin energía por algunas horas.
A pesar de que a mediados de la semana pasada la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos anunció que el fenómeno de la Niña había llegado a su fin, en Colombia aún no hemos salido de nuestra primera temporada de lluvias. “Hemos lanzado una advertencia de que en el segundo semestre el océano Pacífico tropical puede tener un enfriamiento significativo y, cuando esto sucede, las temporadas de lluvias se acentúan”, dice Yolanda González, directora del Ideam.
Hacia mitad de año, indica, hay una gran diversidad climática en el territorio nacional, y los patrones de lluvia son diferentes desde San Andrés hasta Leticia. En la región Andina, por ejemplo, comienza la primera temporada de lluvias, mientras que la Amazonia se encuentra con precipitaciones crecientes. En la Orinoquia se está consolidando la temporada de lluvias y para la región Caribe se espera para junio, al igual que el inicio de la temporada de huracanes. En este momento, en la mayoría de regiones del país, hay ríos en alerta roja por inundaciones. Los ríos Atrato (Caribe), San Juan y Baudó (Pacífico) se encuentran en permanente monitoreo por niveles altos del caudal. Las cuencas medias y bajas de los ríos Magdalena y Cauca también, ya que por ellas están transitando todas las aguas del inicio de la temporada lluviosa en el sur del país. Las cuencas de los ríos Guape, Guejar, Ariari, Meta y Casanare, en la Orinoquia, están igualmente en alerta roja, según la entidad.
Un escenario que, como sucede casi periódicamente, vuelve a plantear una pregunta: ¿Por qué Colombia se inunda desastrosamente cada vez que llueve?
Para empezar, unos 190.935 km cuadrados de Colombia tienen condiciones que los hacen propensos a las inundaciones, sobre todo en la Orinoquia, donde según el Estudio Nacional de Agua 2018, el 31 % del área no solo puede inundarse, sino que debe hacerlo. Que Colombia se inunde es necesario. El problema es que hemos atravesado cultivos agrícolas, edificios y barrios enteros en esas zonas que deben inundarse, y hemos canalizado, enjaulado e impermeabilizado ríos haciendo que su agua corra más fuerte.
“De forma histórica se ha intentado gestionar el agua solo como recurso hídrico, pensando en cómo ponerla en un tubo, un acueducto o que vaya a un distrito de riego”, explica Sandra Vilardy, bióloga marina y PhD en ecología y medio ambiente. “Pero se ha desligado el agua de su ciclo, de su relación con los ecosistemas e, incluso, de la captación de carbono en suelos”.
Se ha intentado mitigar las inundaciones con muros de contención, dragados y murallas, pero los ríos las resisten y vuelven a sus cauces. Y parte de por qué no funcionan es que esta perspectiva olvida recuperar los ríos desde sus funciones ecosistémicas que son, precisamente, las que evitarían que se desboquen.
Una alternativa que plantean los expertos, y que de hecho se convirtió en el mandato del Informe Mundial sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos de las Naciones Unidas en el 2018, son las Soluciones Basadas en la Naturaleza, que consisten en usar o imitar los procesos naturales de los ecosistemas. “Se trata de soluciones generales, como conservar las coberturas de bosques o restaurar ecosistemas, hasta imitar procesos naturales como los que se dan en un humedal”, comenta Carlos Rogéliz, líder del programa de conservación en gestión integrada de recursos hídricos para The Nature Conservancy.
Pero los casos de aguas manejadas bajo esta estrategia son pocos. Por ahora, según Vilardy, la regla parece seguir siendo dragar los ríos como solución a las inundaciones.
Los errores de Salamina
Si hay un buen ejemplo de los esfuerzos fallidos por contener el caudal de un río con diques, dragas y muros de contención, es el de Salamina, en Magdalena. La vía-dique que construyeron no solo conectaba este municipio con El Piñón, sino que también funcionaba como una barrera entre el río y la ciénaga más importante del país. ¿El objetivo? Prevenir inundaciones y habilitar tierras fértiles para otros usos, como cultivos y ganadería.
En octubre de 2020 los habitantes de Salamina vieron cómo el río se llevaba la orilla y la caseta de dos pisos del ferry en segundos. El pasado 15 de mayo vieron nuevamente el colapso del 75 % de la vía-dique y, tan solo dos días después, la erosión se encontraba al borde de una finca de plantación de palma. Los sacos que había instalado la Unidad Nacional de Gestión de Riesgos y Desastres (UNGRD) el día anterior –como parte de la protección de la orilla– fueron arrastrados en menos de 24 horas por el río. Tan solo en el último año se han invertido cerca de 14 mil millones de pesos en obras de dragado, protección de orilla y muros de contención en los puntos más vulnerables a la erosión. Pero la emergencia no ha sido controlada.
“¿Qué está pasando? ¡Que los sacos se van flotando!”, decía el cartel de uno de los habitantes de la zona que protestaban ante la falta de soluciones. “Salamina necesita soluciones, no pañitos de agua”, se leía en otro cartel. En las últimas semanas, los pobladores aledaños al río no han podido dormir por el temor a inundaciones. De acuerdo con el informe más reciente del Ideam, Salamina y El Piñón están en alerta roja luego de que el río se llevara más de un kilómetro del muro de contención.
Lo que sucede en este punto no es nuevo, ni único. Según Alfredo Martínez, subdirector de Gestión Ambiental de Corpomag, el departamento del Magdalena tiene cerca de 370 kilómetros paralelos al río Magdalena en la parte baja. “Por lo menos el 70 % es una zona muy inestable en la que se presentan constantes erosiones, producto de la dinámica del río”, señala. Lo grave es que muy cerca de este punto críti
››Cerca de 190.935 kilómetros cuadrados en Colombia tienen condiciones que hacen propenso el territorio a las inundaciones, sobre todo en la Orinoquia.
co hay poblaciones que llevan años asentadas. “Lo que se está tratando de hacer es proteger a esas poblaciones”.
Ante la emergencia, el Tribunal del Magdalena pidió la elaboración de un Plan Maestro, que agrupara a instituciones como la UNGRD, la Gobernación del Magdalena, el Invías, las alcaldías de Salamina y El Piñón y Cormagdalena (entidad encargada de coordinarlo), con el fin de entregar una “solución definitiva” en un plazo de 90 días, que se cumplen el 15 de junio. La base principal de ese Plan Maestro es un estudio llevado a cabo, y entregado en marzo pasado, por la Sociedad Colombiana de Ingenieros (SIC). En pocas palabras, en más de 400 páginas el trabajo presenta cuatro alternativas para hacer frente al progreso inminente de la erosión en la carretera, desplazándola algunos kilómetros hacia el lado contrario de la orilla. El costo aproximado es de 90 mil millones de pesos.
Expertos llevan años diciéndolo: este es un problema de manejo de la cuenca. Si aguas arriba no se permite que el flujo del agua se libere, en las planicies va a llegar más agua, más rápido, profundizando la erosión en zonas que, además, ya están definidas como altamente vulnerables. Según el informe de la SIC, el 72 % del área donde se espera reubicar la vía con el Plan de Manejo se encuentra en alto riesgo por inundaciones y el 62 % pertenece a zonas inundables.
“La erosión en Salamina y las constantes inundaciones en los municipios del norte del Magdalena durante las lluvias son una muestra de la pérdida de regulación hídrica del humedal Ramsar Ciénaga Grande”, asegura Vilardy. “Salamina es el resultado del manejo que se ha tenido de la cuenca históricamente, y que genera problemas principalmente en la parte baja”, dicen desde Corpomag. La deforestación, la pérdida de zonas de amortiguación de los pulsos de inundación, la transformación de pantanos y ciénagas que servían para almacenar los excesos de agua, la construcción de diques y la desconexión de la cuenca son parte de las causas que no están siendo consideradas para la solución “definitiva”.
El río Putumayo retoma su “madre vieja”
Otra inundación catastrófica pasó de agache este mes. En mayo, en el municipio de Puerto Asís, las crecientes del río Putumayo pusieron en riesgo a ocho barrios y un territorio indígena del corregimiento de Puerto Vega, dañaron la planta de tratamiento de agua de Puerto Asís y afectaron a cinco mil personas.
Ya ha sucedido antes, y tanto autoridades como pobladores saben que Puerto Asís siempre ha estado en riesgo de inundación por estar sobre el cauce activo del río Putumayo.
Un informe de 2017 hecho por Corpoamazonia sobre la dinámica de este río (cuyo cauce alcanza los 300 metros en este punto) traza una línea azul que demuestra que, hace 60 años, el río Putumayo pasaba por donde ahora es el centro del pueblo. La sedimentación y los años han hecho que modifique su cauce, sin embargo, su memoria podría hacer que el agua retome su antiguo paso y borre barrios enteros como sucedió hace dos semanas. “Nuestros fundadores ordenan construir Puerto Asís en 1912 totalmente a la orilla del río. Por lo tanto el cauce antiguo es este que están viendo. Rogamos a Dios para que nunca más regrese”, dice una imagen que muestra los cambios del río.
A pesar de las oraciones, es justamente eso lo que está pasando: entre 2013 y 2017, el río se corrió unos 200 metros hacia Puerto Asís. “El río intenta volver por sus antiguos lechos, pero encuentra barreras y entra por nuevos ‘rompederos’”.
Precisamente, la Corporación está estudiando cómo proteger a Puerto Asís de las inundaciones naturales del río Putumayo, dado que la totalidad del municipio hace parte de la vieja madre del río. En el puerto de descarga de mercancías de Puerto Asís hay una obra de protección de 150 metros que aún se sostiene, pero que ha cambiado el flujo del agua. Por decirlo de algún modo, el puerto está a salvo de la socavación del río, pero el río se ha movido “hacia la curva externa por efecto de la socavación. Se hizo una estructura con una longitud que aplica para el cauce de una quebrada o río con ancho menor a 30 metros, y aquí el cauce oscila entre 250 y 300 metros”. En otras palabras, el agua está entrando por el ladito.
“Llama la atención el buen número obras de protección construidas en el río Putumayo mediante geomallas, bolsacretos, gaviones y hasta muros en concreto ciclópeo. Se puede concluir que prácticamente todas han fallado por una sola causa fundamental: ausencia de un análisis detallado de la dinámica fluvial”, concluye Corpoamazonia en otro análisis de 2018.