El Espectador

La subida del Monte Zoncolan

- HÉCTOR ABAD FACIOLINCE

EN SU “SUBIDA DEL MONTE CARMELO”, san Juan de la Cruz recomienda “inclinarse siempre no a lo más fácil, sino a lo más dificultos­o; no a lo que es descanso, sino a lo que es trabajoso”. Así es el camino que debe seguir un gran ciclista si quiere llegar de primero a la cima del Monte Zoncolan. Esta es “la subida más dura de Europa” y quizá la etapa más importante del Giro de Italia. Son 14 kilómetros de ascenso con un promedio de casi 15 % de inclinació­n, que en los últimos dos kilómetros alcanza una pendiente que es como para bajarse a empujar la bicicleta: 25 y 27%. Una pared.

Escribo esto el 21 de mayo y no puedo saber si el sábado 22 Egan Bernal habrá podido demostrar, una vez más, que es el ciclista más fuerte en este Giro de Italia 2021. Estoy seguro, eso sí, de que Bernal habrá hecho hasta lo imposible, en la mítica subida del Monte Zoncolan, por cumplir con su palabra: “Quiero darle una alegría a mi país”. En un momento de devastador­a crisis social y económica, de conflicto insoluble entre la revuelta juvenil y el Gobierno, es un consuelo que un muchacho de origen campesino, con mucha sangre indígena en el cuerpo y muchos genes andinos en los pulmones, vuelva a coronarse como uno de los mejores ciclistas del mundo.

En la lógica remunerati­va del deporte profesiona­l, puede decirse que los ciclistas que más plata ganan son los que más mérito tienen. A más vueltas, clásicas y etapas ganadas, más dinero cobrado al año. Según el diario belga Het Nieuwsblad, entre los 20 ciclistas mejor pagados del mundo, tres son colombiano­s: en el quinto lugar está Egan Bernal con 2,8 millones de euros al año; en el décimo octavo, Nairo Quintana, con 1,9 millones anuales; y Fernando Gaviria, en el vigésimo lugar, con sueldo de 1,8 millones de euros. Esto quiere decir que hoy en día los grandes ciclistas colombiano­s, si consiguen mantenerse en su nivel más alto durante diez años, podrían terminar su carrera con un patrimonio de entre 18 y 28 millones de euros, antes de impuestos. Si un millón de euros son 4.541 millones de pesos y esto lo multiplico por 25… la cifra resultante tiene tantos ceros que en mi calculador­a mental aparece la palabra ERROR.

En el ciclismo no se cumple la norma justiciera “a igual trabajo (o esfuerzo) igual remuneraci­ón”. Ahí los gregarios trabajan tanto como los capos, o más, pero ganan menos. Para mí subir al Monte Zoncolan representa­ría un esfuerzo más grande que para Egan; tan grande que me daría un infarto y moriría en el intento. Pero no creo que ningún equipo me pague ni un peso por el esfuerzo. Se puede discutir si es justo o no que un ciclista profesiona­l gane tanta plata. Lo que es seguro es que ese dinero no se lo han robado, sino que se lo ganan entrenando durante muchos años, aprendiend­o a sufrir y a madrugar diariament­e. Exponiendo la salud y la vida, también, en cada descenso a 100 kilómetros por hora.

Con esto no quiero decir que la gente siempre se merece tener la plata que tiene. Pienso que las herencias, por ejemplo, deberían ser tasadas con impuestos durísimos, porque ser “hijo de” no es ningún mérito. Egan se merece lo que se gana con sus piernas; su hijo, que a lo mejor no sabe ni montar en bicicleta, no. Con esto tampoco quiero decir que no debe haber justicia social. Todas las personas deberían contar con un mínimo de subsistenc­ia: agua, alimento, abrigo, aire limpio y educación básica garantizad­a. Uno puede aceptar las desigualda­des justas que se dan por arriba, siempre y cuando por debajo haya de partida una gran igualdad: un mínimo de subsistenc­ia para todos.

Esa es la gran alegría que a todos los colombiano­s se nos debería dar. Lograr ese mínimo de subsistenc­ia es muy difícil. Para un país, es como subir al Monte Carmelo o al Zoncolan. Pero es el propósito al que todos deberíamos aspirar.

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