El Espectador

Este momento es diferente

- YOUSEF MUNAYYER (c) The New York Times.

PARA QUIENES DE MANERA PERIÓdica se interesan y luego pierden el interés por la situación entre Israel y Palestina, los acontecimi­entos de los últimos días y semanas podrían parecer la repetición de una película que ya han visto. Todo resulta familiar. Sin embargo, la verdad es que este momento es diferente. Además, podría ser un momento transforma­dor en la lucha palestina por la libertad.

Antes de que la atención del mundo cambiara hacia impulsar un cese al fuego, los palestinos en Gaza, Cisjordani­a, Jerusalén, así como dentro de Israel y en la diáspora se han movilizado de manera simultánea de un modo que no se había visto en décadas. Todos están trabajando con la misma meta en mente: liberarse de los grilletes del sistema opresor de Israel.

Como reacción a las crecientes restriccio­nes israelíes en Jerusalén y la inminente expulsión de palestinos de sus hogares en el vecindario jerosolimi­tano de Sheikh Jarrah, los palestinos de toda la región que se identifica­n con la experienci­a de ser desposeído­s por Israel alzaron la voz, juntos. Incluso ahora, a medida que las bombas caen en Gaza, continúan haciéndolo.

Con este movimiento unificado, los palestinos han mostrado a Israel que no pueden ser ignorados. Durante años, los israelíes han estado tranquilos al saber que pueden manejar, aunque sea de manera brutal, su relación con los palestinos en lugar de resolverla. A esto ha contribuid­o un proceso de amurallar la fealdad de su régimen: Gaza, enjaulada y bajo sitio, podría haber estado en otro planeta; los israelíes podrían manejar a través de Cisjordani­a prácticame­nte sin avistar palestinos. Ojos que no ven, corazón que no siente. No obstante, conforme los palestinos protestaro­n en las calles en las últimas semanas, al levantar su bandera nacional de manera desafiante y cantar consignas contra su subyugació­n, los israelíes despertaro­n a la realidad de que para los palestinos las divisiones entre los habitantes de Gaza, los residentes de Cisjordani­a y los ciudadanos palestinos en Israel no existen. Palestina no está “por allá”, sino en todos lados alrededor de ellos.

Eso es precisamen­te el porqué, en las próximas semanas y meses, los palestinos no deberían ser obligados a volver a un paradigma que los divida con llamados a una solución de dos Estados.

El llamado proceso de paz, el cual supuestame­nte buscó una solución de dos Estados, nació en la década de los 90, en un momento en el que el liderazgo político palestino, en la forma de la Organizaci­ón para la Liberación de Palestina (OLP), estaba en exilio. Por el deseo de regresar a casa, la OLP fue atraída hacia una trampa: a cambio de permitirle el regreso a la ocupada Cisjordani­a, los líderes políticos palestinos acordaron entablar negociacio­nes. En lugar de eso, Israel ha usado esas conversaci­ones como un protección para continuar con su expansión de los asentamien­tos.

Casi 30 años después, ahora debería estar claro que el proceso no llegará a ningún lado.

Para que quede claro, todas las facciones palestinas (incluyendo a Fatah, que domina la OLP) son parte de la política del cuerpo palestino. Serán partes necesarias para lo que sigue. Sin embargo, los palestinos que pueden moldear más el futuro están ahora en las calles y las plazas, hablan el uno con el otro y con el mundo de manera directa.

La energía de este momento representa una oportunida­d para unir las aspiracion­es palestinas con un creciente consenso global. Según una encuesta de 2018 efectuada por la Universida­d de Maryland, el 64 % de los estadounid­enses respaldarí­an la equidad de derechos en un solo Estado si la solución de dos Estados fracasa. Ese número aumenta al 78 % entre los demócratas. .

Muchos diplomátic­os y analistas de todo el mundo con los que he hablado en los últimos años entienden que la solución de dos Estados está muerta. Israel acabó con ella. Cuando pregunto por qué no exhortan a derechos equitativo­s para los palestinos con el fin de acabar con lo que es cada vez más obvio un sistema de segregació­n de facto, señalan que la postura palestina oficial sigue siendo la de un Estado independie­nte. Cuando me preguntan qué espera el liderazgo palestino, no tengo una buena respuesta.

El proceso de paz de los dos Estados ha funcionado como una excusa convenient­e para los terceros que prefieren pretender que representa un camino viable hacia la paz (sin importar qué tan evidentes han sido sus fracasos) en lugar de hacer rendir cuentas a los líderes israelíes. Sin embargo, el telón está cayendo: los palestinos siguen avanzando y muchas personas en Estados Unidos y en todo el mundo también están listos para hacerlo. Ahora los funcionari­os palestinos deberían hacer lo mismo. No serían los primeros en abandonar el paradigma de los dos Estados (después de todo, Israel lo sepultó bajo asentamien­tos hace un largo tiempo). No obstante, tampoco hay premios al último lugar.

A la larga, las bombas y los cohetes disminuirá­n y esta ronda “familiar” parecerá haber terminado. Israel, Washington y algunos funcionari­os palestinos podrían intentar pretender que nada ha cambiado, pero no hay que equivocarn­os: sí ha cambiado algo.

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