El Espectador

Las redes y la salud mental

- FELIPE ZULETA LLERAS

REALMENTE GOBERNAR UN PAÍS, cualquiera que sea, en época de redes sociales resulta muy difícil. Millones de personas opinan sobre lo divino y lo humano, agreden, amenazan, odian.

Se transmiten en directo las noticias malas que se vuelven virales en segundos. El afán por destruir está siempre en el orden del día. Muy pocas personas construyen. Twitter, por ejemplo, es un diálogo de sordos. Todo el mundo dice cosas, pero nadie escucha. Los gobiernos hacen anuncios que los tuiteros no atienden por el afán de contestar y opinar.

Las redes sociales reflejan sin lugar a dudas el estado de ánimo de las personas, pero reflejan también lo enfermos que estamos. Y me refiero a las enfermedad­es mentales que de alguna manera muchos padecemos pero pocos atendemos.

Por regla general no suelo hablar de mi vida personal en este espacio. Pero con hacerlo no pierdo nada y más bien podría ayudarle a algún lector que esté padeciendo una enfermedad mental.

He padecido desde hace meses una depresión crónica severa. Sufro de ataques de ansiedad y tengo graves problemas del sueño. A veces siento que la vida me queda grande. Asisto juiciosame­nte todas las semanas a donde mi psiquiatra, la doctora Martha Escobar. Hablo con ella diariament­e para contarle cómo transcurre mi cotidianid­ad. Acudí a ella cuando entendí que tenía comportami­entos erráticos que no conjugaban con mi conducta diaria.

Y si comparto esto con los lectores es porque posiblemen­te muchos colombiano­s están enfermos de la mente y no se han dado cuenta. Las respuestas que uno recibe en Twitter no me dejan la menor duda de que la salud mental de muchos compatriot­as es grave. El odio es una clara manifestac­ión no solo de una mala condición humana sino, creo yo, del padecimien­to de alguna enfermedad mental.

Cuando opté hace ya más de 30 años por ejercer el oficio de periodista, sabía que no iba a ser fácil. Corría por esa época la violencia generada por Pablo Escobar y el cartel de Medellín. Posteriorm­ente tuvimos que informar sobre los actos atroces de la guerrilla y ahora, claro está, tenemos que hablar a diario sobre la insegurida­d, los feminicidi­os, el abuso de menores y la corrupción, entre otros. Tener que estar bien informado para poder informar con decencia y desapasion­amiento nos obliga a ser sensatos y cuerdos. Pero confieso que resulta muy difícil no afectarse con todo lo malo que pasa acá.

Todos sin excepción deberíamos mirarnos hacia adentro. Reflexiona­r y tratar de entender qué es lo que pasa por nuestra mente y cuál es nuestro estado de ánimo y nuestra salud mental. Muchos compatriot­as están, como yo, enfermos, y no se han querido dar cuenta y segurament­e no lo harán.

Notícula. El COVID-19 disparado, las UCI llenas, los médicos y trabajador­es de la salud reventados y los organizado­res del paro como si no estuviera pasando nada. Las cifras diarias de contagios y fallecimie­ntos no les están importando. Eso, claro está, habla muy mal de ellos.

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