El Espectador

Carrascal y otros

- LA COLUMNA DE PELÁEZ HERNÁN PELÁEZ R.

Lo que viene ocurriendo con Jorge Carrascal se puede extender al fútbol colombiano. Sin adoptar posición de juez ni nada parecido, es importante adentrarse en un tema muy común y del momento. Jorge Carrascal tiene condicione­s innatas, si no para jugar con continuida­d, al menos su técnica y control de balón se reconocen como sus mejores atributos. Le falta, para consolidar­se como gran jugador, determinan­te y de peso dentro de un equipo, como River Plate o la selección Colombia, algo que solo él puede descubrir y entender: Convencers­e en primera instancia de que puede, sacudir la indolencia que lo lleva a extraviars­e en los partidos. Se va quedando en zonas cómodas, algunos las llaman lagunas mentales. Ya en una selección sub-20 se le notaba esa tendencia. Ahora no puede quejarse de falta de oportunida­des, porque en River su técnico Gallardo lo sostiene y le brinda confianza. Pero Carrascal ya está en hora de hacer mucho más por él y el equipo. No basta estar esperando que el balón le llegue para iniciar actividad. Eso era normal en jugadores de épocas remotas, que si no les entregaban el balón al pie, no trabajaban. Recuerdo a un jugador, Urriolabei­tia, que lideraba ese estilo. A Carrascal le falta tener a su lado una persona capaz de motivarlo, explicarle las dotes que tiene y ponerlas al servicio del equipo y de sí mismo. Espero no se quede en el camino, dejando de lado su técnica y dando paso a un conformism­o inconvenie­nte. Es cuestión de creer en él mismo.

Lo anotado sobre Carrascal puede proyectars­e a otros jugadores, como James Rodríguez, quien bordeando los 30 años, perseguido por lesiones reiteradas de orden muscular, debe hacer un esfuerzo para rendir a tope, ahora que regresa a la selección, en la que él mismo ha dicho sentirse a gusto. Sin embargo, hace poco dio a entender que su retiro no estaba lejano. Mala conclusión, así sea respetable, porque es comenzar a justificar su nivel futbolísti­co actual.

A él y a muchos se les nota la escasa ambición para ganar y triunfar. Santa Fe en su desteñida presentaci­ón en Copa Libertador­es, casi abúlica, señaló un mal que aqueja a nuestro fútbol: el temor a perder, el salir a jugar sin ganas, cohibidos, temerosos. Sufren más que lo que se divierten. Uno de los principios básicos de un futbolista es jugar con alegría, con afán de conseguir títulos, aplausos y billete. Con cierta crudeza, Santa Fe reflejó el momento social que vivimos, hizo paro y protestó y no pudo bloquear el entusiasmo ni la vergüenza deportiva del River.

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