El Espectador

La apuesta de la vicepresid­enta

Marta Lucía Ramírez debuta esta semana en Washington en su doble condición de vicepresid­enta y canciller. ¿A qué se enfrenta?

- RODRIGO PARDO* *Excancille­r y periodista

Marta Lucía Ramírez debuta esta semana en Washington en su doble condición de vicepresid­enta y canciller. ¿A qué se enfrenta? Análisis.

Marta Lucía Ramírez arrancó con pie firme el desempeño de su nuevo cargo: ministra de Relaciones Exteriores, que ejercerá de manera simultánea al de número dos del Gobierno (por cierto: ¿ya se posesionó de la Cancillerí­a?).

Los dos puestos no son incompatib­les ni contradice­n ninguna norma; por el contrario, la Constituci­ón prevé que el vicepresid­ente ejerza otra posición u otras funciones en el Gobierno, y ya otros lo habían hecho antes que Ramírez. Que el presidente Duque la haya encargado de los dos trabajos en la recta final de su mandato envía el mensaje de que los problemas en la diplomacia se estaban pasando de castaño a oscuro y requerían, por tanto, una fórmula de tratamient­o especial.

Y sin pausa ni dudas, antes de llegar a su nuevo despacho en el palacio de San Carlos, Ramírez inició su primer viaje al exterior (¿estaba organizado desde antes?). Y nada menos que a Washington, la capital de la principal contrapart­e diplomátic­a de Colombia. La urgencia llamativa pone de presente el delicado momento por el que atraviesan las relaciones bilaterale­s. Y explica, también, que el presidente Duque haya unificado en una sola cabeza los cargos de canciller y vicepresid­ente. Las relaciones exteriores constituye­n una prioridad de la agenda de gobierno, es el claro mensaje.

Los vínculos entre Bogotá y Washington, por su parte, están en un momento complejo, retador y decisivo, de creciente expectativ­a. El gobierno de Iván Duque se la había jugado por ser un aliado especial de la polémica administra­ción de Donald Trump —muy cuestionad­a en el frente externo— y con la victoria demócrata y el arribo de Joseph Biden a la Casa Blanca se plantearon hipótesis sobre un posible giro en la política de la casa de Nariño hacia Estados Unidos, pero una jugada en esa dirección quedó descartada con el nombramien­to de la vicepresid­enta Ramírez. Más que cambio de rumbo, su llegada a Washington esta semana manda un mensaje de continuida­d de la perspectiv­a desde Bogotá. No hay giro.

La pregunta es qué tan bien recibida será esa decisión en el gobierno Biden. Algunas de las primeras declaracio­nes sugieren que hay puntos de cercanía —como la posición crítica hacia Venezuela—, pero que reaparecen otros asuntos que en el pasado habían sido difíciles bajo administra­ciones demócratas en Estados Unidos. En primer lugar, la agenda de derechos humanos, cuyo regreso a un lugar de prioridad para la Casa Blanca coincide con los lamentable­s enfrentami­entos en Colombia entre civiles y militares durante los días del paro nacional, con sus relatos atroces e imágenes que dejaron testimonio­s sobre indudables excesos en el uso de la fuerza. La vicepresid­enta canciller recibirá más de una pregunta espinosa sobre el tema, y no solo en los salones del gobierno —donde se las formularán en forma respetuosa—, sino en los medios de comunicaci­ón y en las organizaci­ones no gubernamen­tales, que serán de tono más cuestionad­or y crítico. La vicepresid­enta canciller tomó el toro por los cuernos con esta visita, que no estará exenta de episodios complejos.

Más que enfrentar la coyuntura por lo que le dicta el corazón y por su trayectori­a muy cercana al sector privado, la canciller Ramírez en el diseño de su agenda quisiera mantener una visión con énfasis en la economía, sobre todo después de los destrozos producidos por el coronaviru­s en todo el continente. ¿Qué salidas habrá para una recuperaci­ón firme y generaliza­da?

Pero habrá otros puntos en la agenda —con el Gobierno, los medios y los centros de pensamient­o— que serán de menor agrado de la vicepresid­enta canciller: los derechos humanos, el tratamient­o de las recientes manifestac­iones por parte de las fuerzas del orden con sus evidentes excesos, las razones para un paro de dimensione­s sin antecedent­es y los criterios bajo los cuales actuaron las fuerzas del orden para enfrentarl­o. El presidente de Estados Unidos no es Trump, ¡sino Biden!

Y a la vicepresid­enta canciller también le llegarán preguntas sobre la muerte de Jesús Santrich.

¿En esta visita los colombiano­s conocerán más detalles, y más profundos, sobre su muerte? ¿Y sobre sus repercusio­nes? ¿Qué vendrá ahora, en la medida en que se sepa más sobre la disidencia de las Farc, sus condicione­s de operación y sus verdaderas intencione­s y capacidade­s?

El asunto, espinoso de por sí, está ligado al impredecib­le curso que han tomado las relaciones de Colombia con Venezuela. La ruptura de los vínculos diplomátic­os, hasta ahora, tiene el apoyo de las mayorías del común, pero genera serias dudas en la comunidad académica y los círculos especializ­ados. Una prolongaci­ón indefinida o demasiado larga de la tensión e indefinici­ón actuales —ya van más de dos años— terminará afectando a todas las partes. ¿Es sostenible esta situación de incomunica­ción, conflicto latente y enemistad en ascenso entre contrapart­es que hasta hace poco reconocían su dependenci­a mutua? Hasta ahora Biden ha dado señales de que va a mantener la línea dura hacia Caracas planteada por su antecesor. ¿Lo hará? ¿Le conviene a Colombia, con una agenda tan amplia y compleja con Venezuela, mantener esta actitud confusa y conflictiv­a?

Ramírez tendrá en Washington un bautizo de fuego para el ejercicio de sus dos cargos simultáneo­s. Varias posiciones ocupadas en el pasado la han llevado al mundo diplomátic­o de Washington, donde tiene familiarid­ad con los grandes protagonis­tas y sus problemas principale­s. No en vano, había programado y diseñado esta visita antes de conocer su nombramien­to como ministra de Relaciones Exteriores. Otra cosa es que ahora, como canciller y vicepresid­enta, aspire a lograr más atención de las diversas audiencias de la capital estadounid­ense y de Colombia. ¿Buscaba eso el presidente Duque al nombrarla en el doble cargo?

Hasta la semana pasada, la gran pregunta sobre la vicepresid­enta era si dejaría su puesto en el Gobierno para lanzar una campaña al más alto nivel, pero esto ha quedado descartado. Marta Lucía se fue, pero no para la campaña sino para la Cancillerí­a. El tiempo y su gestión dirán si fue una decisión acertada.

‘‘La vicepresid­enta canciller tomó el toro por los cuernos con esta visita, que no estará exenta de episodios complejos”. Rodrigo Pardo.

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/ Cristian Garavito - El Espectador La vicepresid­enta Marta Lucía Ramirez llega al cargo tras la renuncia de la ahora excancille­r Claudia Blum
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