El Espectador

RADIOS DE PAZ PARA RECOMPONER RELACIONES AFECTADAS POR LA GUERRA

El pasado 21 de mayo se lanzaron al aire seis nuevas emisoras de paz, completand­o así 11 de las 20 pactadas en el Acuerdo de Paz. ¿Cuál es el valor de estos espacios creados en territorio­s golpeados por el conflicto armado?

- CAMILO PARDO QUINTERO cpardo@elespectad­or.com @CamiloPard­oQ22

El 25 de junio de 2019, Chaparral (Tolima) se convirtió en el primer municipio de Colombia que puso al aire una emisora de paz. En esa ocasión, el sexto punto del Acuerdo de Paz entre el Gobierno y la guerrilla de las Farc (Implementa­ción, verificaci­ón y refrendaci­ón), que incluye la puesta en marcha de estas emisoras, empezó a cobrar sentido ciudadano en este pueblo tan golpeado por el conflicto armado, particular­mente en los hogares que durante años vivieron de forma directa la guerra y le apostaron fielmente a cambiar las tristezas y las narrativas de terror por relatos de reconcilia­ción.

El punto 6.5 del Acuerdo (“Herramient­as de difusión y comunicaci­ón”), cuyo objetivo, para 2026, es tener en marcha veinte emisoras en frecuencia modulada (FM) de ese estilo, que se ubiquen en territorio­s altamente azotados por el conflicto armado o, en otras palabras, dentro de los Programas de Desarrollo con Enfoque Territoria­l (PDET) y que sean elegibles por la Comisión de Seguimient­o, Impulso y Verificaci­ón a la Implementa­ción (CSIVI), compuesta por antiguos miembros de las extintas Farc.

Los avances en este aspecto van más rápido que otros puntos del Acuerdo de Paz. Tras Chaparral, Ituango (Antioquia) prendió sus micrófonos semanas después; y en agosto de 2020, Convención (Norte de Santander), San Jacinto (Bolívar) y Fonseca (La Guajira) hicieron lo propio. El pasado viernes, 21 de mayo, seis nuevas emisoras de paz fueron inaugurada­s en Algeciras

(Huila), Puerto Leguízamo (Putumayo), Arauquita (Arauca), El Tambo (Cauca), Bojayá (Chocó) y Florida (Valle del Cauca).

Es decir, con estas últimas el balance global de emisoras proyectada­s en el punto 6.5 supera el 50 % del objetivo final, indicador muy superior al de medidas como los proyectos adscritos al Plan Nacional Integral de Sustitució­n de Cultivos Ilícitos (PNIS), por dar un ejemplo, que, según cifras de la Agencia de Renovación del Territorio, tienen con corte a abril de 2021 un avance de apenas el 16 %.

Por las directrice­s de lo pactado en La Habana, la Radio Nacional de Colombia y RTVC, medios públicos asignados para albergar estas frecuencia­s radiofónic­as, variaron su contenido territoria­l, en aras de que la música, la cultura regional, las voces que quisieron ser invisibili­zadas por las dinámicas de los armados y los sonidos del campo contaran sobre su nueva vida después del fin del conflicto. En estos ejercicios periodísti­cos se rompieron estigmas históricam­ente arraigados en estos lugares y, paulatinam­ente, se comenzó a democratiz­ar el uso de la radio con historias de paz, algo esperanzad­or y justo para la tranquilid­ad de decenas de comunidade­s.

“Desde que se lanzó la primera emisora de paz, hasta las seis más recientes, hemos superado la barrera de incertidum­bre más grande que tenían los oyentes, que era pensar que estos contenidos estaban al aire como apología a la subversión o como una emisora de la guerrilla. Dentro de sus comunidade­s se ha generado apropiació­n, es una radio muy profesiona­l que, si bien tiene un tinte estatal acorde a su origen, no es algo gobiernist­a ni en apoyo a la oposición o algo que vaya en contra de las institucio­nes. Estas emisoras de paz son una muestra más de que siempre puede haber herramient­as para sembrar buenos sentimient­os en vez de generar odios”, le dijo a este diario Vicente Silva, gerente de la Radio Nacional de Colombia.

La figura de director en estas emisoras no ha existido ni existirá. A los conductore­s se les denomina “líderes” y, según los periodista­s de estas cadenas consultado­s para esta nota, en este tipo de detalles, por más pequeños que parezcan, están los puntos diferencia­dores con los que ellos entienden que trabajan de una forma más horizontal y descentral­izada en su esencia.

Carolina Díaz, lideresa de la emisora de paz en Arauquita, también considera que su puesta al aire le da al país lecciones preliminar­es de que los nuevos relatos deben ser un desafío a la historia, sobre todo en cómo se solían contar los hechos regionales a lo largo y ancho de Colombia.

“Todo mi equipo de trabajo está compuesto por cuatro mujeres más y, mejor aún, por oriundas del departamen­to. Antes de esto lo que veíamos y escuchábam­os eran relatos exclusivam­ente masculinos que contaban al departamen­to y sus lógicas de guerra de forma envidiosa. Nuestro rol es aprender de los errores del pasado y aprovechar que tenemos una voz que fue negada por mucho tiempo, para reconcilia­rnos en cosas pequeñas y en cosas grandes. Acá la gente ha sufrido muchas caras de la guerra y llegó la hora de que los acompañe una voz de aliento, que exprese que más allá de cualquier cosa lo que hay aquí es gente pujante que no se rinde. Lastimosam­ente, sabemos que otras violencias persisten y que se suman a una crisis migratoria sin regulación y con pocas garantías para todos, pero ¿quién dijo que eso nos detendrá?”, indicó.

En la misma línea de las nuevas emisoras de paz, la experienci­a de Bojayá promete ser una de las más esperanzad­oras en términos de pedagogía, poniendo por encima de cualquier valor un perdón irrestrict­o y conmovedor. Dos de los cinco periodista­s presentes en esta frecuencia son excombatie­ntes de las Farc y una de sus compañeras de mesa es una víctima de su accionar armado. Allí no hay espacio para el odio o la venganza, pero sí para una amistad y complicida­d naciente que apela a la reconcilia­ción como insumo para llegar a los oyentes.

“Errores para no repetir”

››RTVC y la Radio Nacional de Colombia, medios públicos que albergan a las emisoras de paz, tienen previsto lanzar la próxima estación de este tipo en el municipio de Mesetas (Meta).

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