El Espectador

Editoriale­s repetitivo­s, parcializa­dos e incompleto­s

- NICOLÁS MUÑOZ M.*

SOY LECTOR DE TERCERA GENERACIÓN DE El Espectador, mis abuelos madrugaban a conocer la actualidad nacional en sus páginas, también era la fuente de noticias de mis padres y yo hoy también lo reviso para conocer la visión y la expresión de un grupo, de una ideología, de una posición inamovible y parcial de la situación del país, respetable, claro está, aunque muchos no la compartamo­s.

Repetitivo­s, porque cada dos o tres editoriale­s se afirman, pregonan y repiten, con visos de adoctrinam­iento, hechos sobre los cuales se conoce solo la verdad de la galería, de las bodegas y de las noticias falsas, a horas de un hecho ya se ha investigad­o, juzgado y condenado, por lo general, a la institucio­nalidad. El triunfo de las redes manipulada­s sobre la prensa seria. Es mejor y más productivo siempre ir con la fuerza de las olas que arrasan.

Parcializa­dos, porque sobreponen, justifican y apoyan el supuesto derecho de unas minorías a entorpecer, complicar y sacrificar la vida, la salud y el bienestar económico de la mayoría. Claro está que quien quiera puede protestar, marchar y plantonear, ¿pero también puede cerrar las vías por donde se transporta la señora que vive en Soacha y trabaja en la calle 170 y condenarla a recorrer interminab­les kilómetros a pie, bajo la noche, la lluvia y la insegurida­d? ¿Alcanza el derecho a la protesta para cerrar las vías por donde se transporta­n los insumos de la vida y la industria que mueve a un país? La respuesta es no, pero estas actuacione­s nunca encontrará­n reproche en los editoriale­s de su periódico, que “justifican la ofensa religiosa como un atributo de la libertad de expresión”, de la misma manera que por omisión justifican el caos y la ofensa a la ciudadanía creada por plantones y cierres “no violentos”.

Incompleto­s, porque juzgan y condenan a priori, porque las víctimas siempre serán las mismas y los supuestos victimario­s serán tirados a la hoguera de manera expedita y apasionada sin que medie siquiera amago de análisis. Para el libreto, todo aquello que se interponga entre el caos, la anarquía y el abuso de las libertades será motivo de censura.

En su editorial del 16 de mayo no se habla de la violación sistemátic­a del libre derecho a la locomoción de millones de colombiano­s violentado­s por una minoría; no se hace el reclamo a quienes pretenden quemar vivos a sus policías, a quienes lanzan excremento­s a su humanidad en el más bajo y ruin acto de infamia; no se condena con energía cuando se quema la justicia y sus instalacio­nes, cuando se pretende dejar sin agua y sin comida a ciudades enteras... en fin, para ellos solo prejuzgami­ento e ingratitud.

La prensa no está para adular, pero tampoco para condenar con inusitado encono y rapidez. La pluma que debe llamar a la calma y la reconcilia­ción se mancha de ideología cuando apoya el abuso de unos sobre las libertades atropellad­as de otros, cuando calla la barbarie contra servidores públicos. O se es una prensa neutral y libre de prejuicios, o se pierde la credibilid­ad periodísti­ca de una institució­n centenaria como el diario El Espectador.

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