Una reforma tributaria ecológica
EN ESTOS ÚLTIMOS DÍAS mucho se ha hablado de la fallida reforma tributaria presentada por el Gobierno colombiano. Sin embargo, poco se ha discutido sobre la manera de encadenar estos esfuerzos por adquirir más recursos con la mitigación y adaptación al cambio climático. Siguiendo al economista ecológico Joan Martínez Alier, esta podría ser la oportunidad para que los impuestos ecológicos sean un pilar de la estructura tributaria del país. Si bien es cierto que el gasto público y la distribución de la riqueza son objetivos fundamentales del sistema fiscal, también debe serlo penalizar actividades socialmente indeseables, como la contaminación y afectación de la naturaleza.
Es bastante conocida la relación entre el uso de combustibles fósiles y la emisión de CO2, por lo que encarecer su uso parece ser la vía correcta para lograr mejorar las arcas del Estado. Sin embargo, el famoso impuesto al carbono está lejos de desincentivar el uso de energías contaminantes y en varias partes del mundo han surgido dudas sobre su progresividad. Pagar $15.000 por cada tonelada de CO2 emitida es una cifra irrisoria si se quiere alcanzar la neutralidad de emisiones en 2050. Es necesario que se considere la responsabilidad diferenciada en la emisión mediante un mecanismo que sea ecológicamente justo.
Por otro lado, ¿qué tan viable podría ser modificar las categorías de productos y servicios sobre los que se aplica el IVA considerando su impacto al medio ambiente? Podría pensarse en una comisión de expertos que determinara una canasta de productos altamente contaminantes para que sea gravada con altas tarifas. Además, si queremos evitar la catástrofe climática, por qué no se piensa en usar la estructura fiscal para detener la deforestación. Si las selvas se están volviendo pastizales para ganado, es fundamental que se avance en la Reforma Rural Integral. Adicional a ello se podría pensar en crear un impuesto para gravar la afectación ambiental causada por las emisiones de metano generadas por la ganadería. Podrían quedar excluidas las producciones silvopastoriles y ecológicas. De esta manera se crearían incentivos a la protección de sumideros de carbono como las selvas, así como la conservación de un recurso tan valioso como la biodiversidad.
Si bien la tributación ecológica busca cambiar comportamientos, también puede ser una herramienta de recaudación de impuestos. ¿Qué mejor forma de recaudar dinero que penalizando la contaminación y degradación ambiental? Frente a los efectos distributivos de este tipo de impuestos, es claro que se pretende beneficiar a las generaciones futuras, pues busca detener el rápido deterioro ambiental. Y si bien cierto tipo de tributación puede resultar regresiva, se debe empezar a discutir sobre devoluciones o cheques climáticos, que compensen las afectaciones de la tributación ecológica a los más vulnerables.
Resulta extraño que no se impulse la discusión sobre este tema, dado que la supervivencia del ser humano como especie depende de todos los esfuerzos que hagamos para mitigar y adaptarnos al cambio climático. Es tiempo ya de que como ciudadanos hagamos un llamado al Ministerio de Hacienda y al Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible para que tomen el tema con seriedad y le presenten a la sociedad una discusión sobre una tributación que vaya en sintonía con el medio ambiente. Nos queda poco tiempo para actuar.
‘‘Resulta extraño que no se impulse la discusión sobre los impuestos ecológicos, dado que la supervivencia del ser humano como especie depende de todos los esfuerzos que hagamos para mitigar y adaptarnos al cambio climático”.