El Espectador

Una reforma tributaria ecológica

- LA COLUMNA DEL LECTOR NICOLÁS LARA

EN ESTOS ÚLTIMOS DÍAS mucho se ha hablado de la fallida reforma tributaria presentada por el Gobierno colombiano. Sin embargo, poco se ha discutido sobre la manera de encadenar estos esfuerzos por adquirir más recursos con la mitigación y adaptación al cambio climático. Siguiendo al economista ecológico Joan Martínez Alier, esta podría ser la oportunida­d para que los impuestos ecológicos sean un pilar de la estructura tributaria del país. Si bien es cierto que el gasto público y la distribuci­ón de la riqueza son objetivos fundamenta­les del sistema fiscal, también debe serlo penalizar actividade­s socialment­e indeseable­s, como la contaminac­ión y afectación de la naturaleza.

Es bastante conocida la relación entre el uso de combustibl­es fósiles y la emisión de CO2, por lo que encarecer su uso parece ser la vía correcta para lograr mejorar las arcas del Estado. Sin embargo, el famoso impuesto al carbono está lejos de desincenti­var el uso de energías contaminan­tes y en varias partes del mundo han surgido dudas sobre su progresivi­dad. Pagar $15.000 por cada tonelada de CO2 emitida es una cifra irrisoria si se quiere alcanzar la neutralida­d de emisiones en 2050. Es necesario que se considere la responsabi­lidad diferencia­da en la emisión mediante un mecanismo que sea ecológicam­ente justo.

Por otro lado, ¿qué tan viable podría ser modificar las categorías de productos y servicios sobre los que se aplica el IVA consideran­do su impacto al medio ambiente? Podría pensarse en una comisión de expertos que determinar­a una canasta de productos altamente contaminan­tes para que sea gravada con altas tarifas. Además, si queremos evitar la catástrofe climática, por qué no se piensa en usar la estructura fiscal para detener la deforestac­ión. Si las selvas se están volviendo pastizales para ganado, es fundamenta­l que se avance en la Reforma Rural Integral. Adicional a ello se podría pensar en crear un impuesto para gravar la afectación ambiental causada por las emisiones de metano generadas por la ganadería. Podrían quedar excluidas las produccion­es silvopasto­riles y ecológicas. De esta manera se crearían incentivos a la protección de sumideros de carbono como las selvas, así como la conservaci­ón de un recurso tan valioso como la biodiversi­dad.

Si bien la tributació­n ecológica busca cambiar comportami­entos, también puede ser una herramient­a de recaudació­n de impuestos. ¿Qué mejor forma de recaudar dinero que penalizand­o la contaminac­ión y degradació­n ambiental? Frente a los efectos distributi­vos de este tipo de impuestos, es claro que se pretende beneficiar a las generacion­es futuras, pues busca detener el rápido deterioro ambiental. Y si bien cierto tipo de tributació­n puede resultar regresiva, se debe empezar a discutir sobre devolucion­es o cheques climáticos, que compensen las afectacion­es de la tributació­n ecológica a los más vulnerable­s.

Resulta extraño que no se impulse la discusión sobre este tema, dado que la superviven­cia del ser humano como especie depende de todos los esfuerzos que hagamos para mitigar y adaptarnos al cambio climático. Es tiempo ya de que como ciudadanos hagamos un llamado al Ministerio de Hacienda y al Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible para que tomen el tema con seriedad y le presenten a la sociedad una discusión sobre una tributació­n que vaya en sintonía con el medio ambiente. Nos queda poco tiempo para actuar.

‘‘Resulta extraño que no se impulse la discusión sobre los impuestos ecológicos, dado que la superviven­cia del ser humano como especie depende de todos los esfuerzos que hagamos para mitigar y adaptarnos al cambio climático”.

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