El Espectador

Hay que sufrir, pero al menos acompañado

Egan Bernal no la pasó bien en el premio de montaña más duro del Giro, Yates le descontó tiempo y el colombiano reconoció que cometió un error. De jornadas así es de las que más se aprende. Ahora, a rematar con más energía.

- CAMILO AMAYA ENVIADO ESPECIAL A ROVERETO icamaya@elespectad­or.com @CamiloGAma­ya

Luego de la etapa 17 del Giro, Tonina Pantani, la mamá de Marco Pantani, se acercó a Egan Bernal con el trofeo Senza Fine, le mostró el nombre de su hijo en una de las espirales y le susurró un par de palabras. Cuando le preguntaro­n qué le había dicho al colombiano, la mujer, con la voz entrecorta­da y conmovida, dijo: “Fue como abrazar a mi hijo”. Pantani todavía duele. Y entonces viene una de sus tantas frases: “me caí y me levanté muchas veces, esta no sé si lo lograré”, y la nostalgia de una madre que no olvida al que iba para arriba para dejar de lado la agonía de la vida, de su vida. Bernal posteó en sus redes el instante, y emocionado puso: “Pantani, por siempre”. El líder del Ineos recibió el apoyo y de paso un bálsamo de energía tras no pasarla nada bien, de sufrir en el ascenso a Sega Di Ala, de padecer, de mostrarse frágil, humano, como cualquier otro.

Y Bernal, más sereno que las veces que ganó, reconoció que se equivocó, que no debió salir por Adam Yates en el primer arranque, que quizá hubiera sido mejor dejarlo ir, seguir a ritmo y luego, con una última parte más suave, recuperar terreno. Pero hay ocasiones en que la mente está tan fuerte que olvida que todo pesa en las piernas, que hasta los más grandes se quiebran, y que dejarse llevar por los impulsos, después de 16 días de pedalear y gastar, puede ser un error. Como poner a Jonathan Castroviej­o a halar del grupo apenas la vía se empinó. O pedirle a Gianni Moscon que esperara y pusiera rueda. Una serie de confusione­s que a estas alturas, por fortuna, fueron permitidas. Y se olvida, con el calor de la carretera y con el frenesí de los instantes, que el verdadero rival, Damiano Caruso, viene por detrás, que es de él que hay que pegarse, como hizo para cruzar la meta.

Bernal lo sabe, y como si se tratara del confiteor, repite tres veces: “me equivoqué, me equivoqué, me equivoqué”. Y así se libra de las culpas, que al fin y al cabo no fueron tantas, pero que lo tocaron luego de venir haciendo un trabajo impecable. El resistente en esta ocasión fue el débil, el que tuvo que acompañar al otro con la mirada, una mirada desnuda, como días atrás lo hicieron con él.

La etapa 17 fue pesadilla, pero hay tiempo para despertars­e, para saber que Carusso está a 2:21 y Yates, al que le encanta el sol, que sube sin inmutarse como si no estuviera haciendo un descomunal esfuerzo, a 3:23. Y malos días, por montones, lo que importa es que Bernal lo deje en uno, no permita que la suma aumente y sepa entender que hay ocasiones en que no se necesita ser impetuoso, sino rodar y aguardar, agazapado, a lo estratega, como venía siendo. Claro, está el detalle del cumpleaños de Flor Gómez, su mamá, y el hijo que quería una victoria de regalo. Y cómo culparlo, imposible. Ahora a recuperar energías, a pensar.

Cumpliendo la labor

El panorama no fue alentador, pero se hizo más llevadero, al menos por quienes sufrimos con Bernal, cuando Daniel Felipe Martínez puso su rueda y lo llevó como pudo, con sus fuerzas, con su ánimo, con un “vamos, que se puede”, y con la mano que en un vaivén impulsó a un jefe de filas con la vista clavada en el asfalto, tomando bocanadas, buscando el paso para regular y alejar la fatiga, al menos esconderla. “Me esperó e hizo un gran trabajo para mí. Estoy agradecido, sé que tengo un equipo que me respalda y que conmigo va hasta el final”.

Pesó no conocer el ascenso, no haber hecho un reconocimi­ento previo a la carrera para saber mejor dónde apretar o soltar, si valía la pena hacer las veces de cazador, una, dos y hasta en tres oportunida­des, y pasar a ser la presa, indefensa, tan desarmada. Pero de todo se aprende y estos fenómenos de ahora no son tan orgullosos como los de antes, y dicen sin pudor “no pude, pero podré”.

Los gregarios pueden obligar y Martínez lo hizo a su manera, puño cerrado, gritos al aire, levantando la moral, que es lo valioso, porque si el que va detrás no tiene con qué, hay que atacarlo a la cabeza y hacerle creer que sí hay una salida. Esto es ciclismo, oficio ingrato, tan querido. Y se trata de soportar cuando el deseo no es acorde con la necesidad y, sobre todo, con la oportunida­d. Pero hay que saber que ahora el pelotón, o algunos líderes, saben que el inquebrant­able es vulnerable, que hay cómo hacerle daño, y cuando eso suceda, como segurament­e pasará en estos días, habrá que confiar en el alguien que siempre está ahí, en Daniel Martínez.

Lo que todavía falta

Hoy, por fortuna –aunque ya no se sabe– hay una etapa llana entre Rovereto y Stradella, de 231 kilómetros (la más larga de esta edición) y con un premio de montaña de cuarta. En principio puede que la orden del Ineos sea ir a ritmo calmo, dejar que se arme la fuga y, por qué no, que peleen la victoria. Pero están los Bora y Peter Sagan, que segurament­e querrán sumar más puntos y sentenciar del todo la Maglia Ciclamino .Y quizá sean los que impongan el ritmo, y lo sosegado pase a ser excitación: rodar a 45 o 50 km/h.

Más allá viene un viernes du

‘‘Cuando le preguntaro­n a la mamá de Marco Pantani lo que había sentido al encontrars­e con Egan Bernal, respondió: “Fue como abrazar a mi hijo”. ‘El Pirata’ todavía duele

ro, sin el paso por Mottarone, por la tragedia ocurrida (14 personas muertas tras la caída de una cabina de funicular), pero en el que habrá que llegar al Alpe di Mera y sus 9,7 kilómetros al 9 % de inclinació­n, con rampas del 14 y curvas de herradura propicias para cualquier arrancón. Ya el sábado serán 164 km, tres premios de primera y otra lucha, sin dejar de lado el domingo y la contrarrel­oj de 30,3 km. Hace un año, Tao Geoghegan logró el título del Giro en una jornada así, claro, estaba segundo con el mismo tiempo de Jai Hindley (el británico le sacó 39 segundos). Y ni hablar del Tour de Francia de 2020, con la prueba contra el reloj en La Planche des Belles Filles, y la victoria de Tadej Pogacar a pesar de que Primoz Roglic le llevaba 57 segundos de ventaja. Situacione­s diferentes, sí, pero antecedent­es importante­s.

“No soy imbatible, nadie lo es”, afirmó Bernal, unas horas antes de que se supiera que la dureza del Giro generó el retiro de Remco Evenepoel. El belga no aguantó la caída y prefirió decir no más. “Es triste irme así en mi primera gran vuelta. Ha sido una gran experienci­a y espero regresar más fuerte”. El secreto deberá ser, como decía Gino Bartali, el deseo y no la fuerza en las piernas, pues con ese empujón se pedalea y se pedalea así no se quiera.

››La carrera se definirá en las dos etapas montañosas que quedan, entre viernes y sábado. Por las caracterís­ticas de los aspirantes al título, Bernal, Caruso y Yates, en la crono final de Milán, sobre 30 kilómetros, no se sacarán grandes diferencia­s.

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/ AFP Daniel Felipe Martínez fue el salvador de Egan Bernal en la etapa 17 del Giro de Italia.
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