Migración y salud menstrual: más allá de los mitos y la desinformación
Las migrantes venezolanas no sólo tienen dificultades para acceder a productos para la higiene menstrual, los tabúes sobre el período también las exponen a riesgos de salud, violencia de género y deserción escolar.
El ciclo menstrual, que mujeres y niñas tienen cada mes, sigue siendo un obstáculo para la igualdad de género. Cosas tan naturales como la primera menstruación (menarquia) o la menopausia, están rodeadas de creencias falsas y estigmas. Además, no tener acceso a baños o a agua potable es una discriminación que les dificulta asumir sus tareas diarias, y a miles de migrantes esto les hace el camino mucho más difícil.
“Cuando salí de Venezuela yo tenía el período y se me complicó todo porque el bus solo hizo dos paradas y fueron tres días de viaje. Además, el baño no estaba en funcionamiento y yo no sabía qué hacer. También sentí muchos cólicos, porque el frío durante el viaje fue muy fuerte”, cuenta Paola Lozano, una venezolana que luego de vivir tres años en Quito, Ecuador, viajó a Medellín para buscar atención médica y conseguir trabajo. “En Colombia he tenido dificultades por temas de dinero para comprar toallas higiénicas y opté por utilizar telas o trapos en dos ocasiones, algo que hacía en Venezuela cuando las toallas escaseaban. En esa época, en mi país, hubo momentos en los que no había forma de comprar toallas así tuvieras dinero”.
Poder manejar el ciclo menstrual higiénicamente es un derecho que se vulnera a las mujeres y por esto muchas están más expuestas a infecciones relacionadas con su sistema reproductivo, estrés, ansiedad e incluso violencia de género. “Con el tema de la menstruación tenemos tabúes que se empeoran en el contexto de las migrantes. Si de por sí percibimos que la menstruación es un problema que interfiere con nuestra vida, cuando estamos en una situación donde no tenemos ingresos, o donde no está resuelto el acceso a servicios sanitarios, esto se convierte en un problema real agravado por el contexto sociocultural en el que se desenvuelven las migrantes”, explica la ginecóloga Libia Perdomo Dávila.
Un escenario difícil que deben enfrentar las venezolanas cada vez que les llega el período. Andreína Mota, de 20 años, y quien llegó a Medellín desde Venezuela, cuenta que afortunadamente no le tocó cruzar la frontera con la menstruación. “Para comprar toallas higiénicas tenías que esperar hasta llegar a Cúcuta. Allá sí había baños y supermercados, pero antes no se encontraba nada”. Dice que llegó a Colombia como muchos venezolanos que quieren salir adelante, pues en su país la situación es complicada, sobre todo para las mujeres. “En Venezuela nunca fui al ginecólogo, porque es muy costoso y el seguro que le daban a mi papá en el trabajo no cubría eso; de hecho, el seguro en mi país prácticamente no cubre nada”.
¿Cómo empezar a resolver esta problemática? Medellín acogió este jueves el primer Festival de la Salud Menstrual en la ciudad, una iniciativa de la Secretaría de la Mujer de la Alcaldía de Medellín, con el apoyo del programa Avanzando El Futuro de Mercy Corps, financiado por el Gobierno de Estados Unidos. En el evento se realizaron consultas de plantificación familiar, citologías y pruebas rápidas de enfermedades de transmisión sexual. También se impulsaron, a través de carruseles de pedagogía, temas como menstruación consciente, mitos sobre el período e higiene menstrual. Mercy Corps Colombia entregó 100 kits de higiene con copas y/o toallas ecológicas.
En el evento participaron Ana María Londoño y Yeraldine Castaño, ambas de 10 años, que transmitieron información sobre la primera menstruación y les explicaron a las demás niñas cuáles son los nombres de los órganos sexuales. “Les estamos diciendo esto porque si no saben qué es la menstruación, cuando les llegue se van a desesperar”, dijo una de ellas. Además, un grupo de mujeres emberas también asistió al evento y se realizó la traducción de toda la información a su idioma.
“Alrededor de este tema se ha mantenido una narrativa llena de prejuicios y creencias cargadas de desinformación que entorpecen y dificultan la relación de las niñas y las mujeres con su cuerpo y su ciclo, y el acceso a métodos para su gestión que sean amigables con el medio ambiente, como copas menstruales y toallas reutilizables”, dijo la secretaria de las Mujeres, Juliana Martínez Londoño.
Algo que compartió Paola Lozano: “En Venezuela yo no recibí información sobre mi menstruación, ni siquiera en el colegio. Pero cuando llegué a Colombia, Mercy Corps nos dio charlas sobre el ciclo menstrual y la higiene. De hecho, yo solamente he ido una vez al ginecólogo, y fue gracias a ellos que me enteré cómo podía acceder al médico. Muchas veces indagué por internet, pero encontré información contradictoria”.
Esta falta de información, com
››La falta de información, combinada con acceso limitado al agua durante el período, puede dejar a las mujeres expuestas a enfermedades.
››Cada día, más de 300 millones de mujeres en el mundo están menstruando, pero no todas tienen acceso a una buena higiene menstrual.
binada con acceso limitado al agua y a lugares seguros para mantener su higiene durante el período, puede dejarlas expuestas a enfermedades e infecciones. “Si las mujeres sólo conocen cómo funcionan los tampones, por ejemplo, y encima no tienen acceso a ellos para todos los días que dura la menstruación, pues hay casos en que algunas de ellas se dejan los tampones por tres días y ahí es cuando hay riesgo de un shock tóxico y de vaginosis bacteriana. Es decir, todo esto va ligado al tema cultural y al conocimiento que se tenga sobre los productos de higiene íntima”, agregó Libia Perdomo. De hecho, unos dos millones de niñas y mujeres venezolanas en Colombia, Perú y Ecuador no tienen acceso a los recursos, ni a la educación necesaria para manejar sus períodos, según datos citados por Relief Web.
Dayana Chirinos, venezolana que vive en Medellín, dice que para ella sería muy importante conocer más sobre su salud menstrual. “A mí me gustaría aprender sobre los quistes, entender por qué salen y cómo debo tratarlos. Cuando llegué a Colombia fui a ginecología y me dijeron que tenía un quiste más grande que el ovario izquierdo. Esto me genera dolores muy fuertes y, en ocasiones, me impide ir a trabajar”. Como ella, unas 800.000 mujeres venezolanas, del total de 1800.000 migrantes de ese país, llegaron a Colombia para buscar mejores oportunidades; pero muchas de ellas aún están enfrentando condiciones complicadas que no garantizan los mínimos necesarios para tener una buena higiene menstrual.
¿Cuál es el panorama en Venezuela?
En el país, nueve de cada diez mujeres están bajo pobreza menstrual, según datos de una encuesta realizada en 2020 por la Asociación Venezolana para una Educación Sexual Alternativa (Avesa). Esto quiere decir que millones de ellas enfrentan dificultades para acceder a productos de higiene, a buenas condiciones sanitarias y a información confiable sobre la menstruación. Esto a la vez conduce a una baja asistencia escolar e incluso eleva los índices de deserción entre las niñas. “Si los productos menstruales quedan fuera del alcance de las mujeres y niñas migrantes, esto constituye una barrera potencial para su reinserción en la educación una vez que se levanten las restricciones de COVID-19”, se lee en un informe de CARE, una agencia humanitaria internacional.
Algo que sin duda podría pasar en Venezuela, pues cuatro de cada diez mujeres dicen que debido a la escasez de productos, o a la falta de recursos económicos, no pueden alcanzar una buena higiene menstrual, según cifras de Avesa, lo que obliga a las venezolanas a buscar alternativas que ponen en riesgo su salud.
“En mi país nos pasaba mucho que cuando no teníamos para toallas, en mi casa nos daban telas que ya no se usaran, y utilizábamos recortes de trapitos”, cuenta Andreína. Y es que comprar un paquete de toallas sanitarias puede superar el 25 % del salario mínimo mensual en Venezuela, mientras que una caja de 40 tampones puede costar hasta tres meses de salario, según datos de Relief Web de febrero de 2021. En ese momento el salario mínimo mensual en ese país era de aproximadamente US$1,50, lo que significa que muchas familias deben elegir si comprar alimentos o productos para la higiene menstrual. Esto sin mencionar que el 53,7 % de las venezolanas dice haber presentado complicaciones de salud por el uso de alternativas caseras no adecuadas para manejar su menstruación, según Avesa.
A esto se suma que siete de cada diez mujeres, niñas y adolescentes en Venezuela deben proveerse de agua en camiones cisterna, tuberías comunes, pozos, o incluso comprarla en supermercados, en vista de no tener acceso mediante una tubería conectada, de acuerdo con la organización. A todo esto habría que agregar que en Venezuela los centros de salud tienen una inoperatividad del 80 %, según datos de la Federación Médica Venezolana citados por Chicas Poderosas, una organización de periodistas que le apostó a nuevas formas de contar la migración. Esto sin mencionar que en el país hay un 90 % de escasez de suministros y medicamentos en el aparato público de salud, según datos de la Asociación Civil de Planificación Familiar (Plafam).
Cada día, más de 300 millones de mujeres en el mundo están menstruando, pero no todas tienen acceso a una buena higiene menstrual. Se estima que actualmente unos 500 millones de mujeres y niñas no tienen acceso a todo lo necesario para la menstruación, estamos hablando de una cuarta parte de la población mundial femenina en edad reproductiva, según un informe publicado por FSG, una consultora que apoya a líderes mundiales en la creación de un cambio social.
Según un estudio de Unicef Colombia sobre higiene menstrual en las niñas de las escuelas del área rural en el Pacífico colombiano, realizado entre 2015 y 2016, una de cada cuatro encuestadas alguna vez en su vida había faltado a la escuela por causa de la menstruación. 86 % lo hizo debido a los cólicos menstruales y el 28 % por incomodidad o miedo a mancharse. El 38,8 % dijo que prefieren no pasar al tablero, por incomodidad y temor a que exista algún manchado.