La marcha del silencio
EL PASADO MARTES SE REALIZÓ EN Cali la marcha del silencio, con gran éxito en cuanto a la asistencia, el orden y el respeto. De manera ejemplar demostró que sí es posible salir a las calles a ejercer el sagrado derecho de la protesta.
Se trató de un evento sin antecedentes en esta ciudad, que congregó de manera improvisada a los caleños de todas las condiciones sociales, étnicas y económicas en torno a la paz, la convivencia, el respeto, la no violencia y la urgencia de desarmar los espíritus.
Se marchó también para exigir que cesen los bloqueos —que han paralizado a esta ciudad de 2,5 millones de habitantes— y, lógico, los destrozos de instalaciones públicas y privadas, con un saldo de más de $1 billón en pérdidas. Cientos de empresas industriales y de servicios, restaurantes y pequeños negocios han quebrado y cerrado sus puertas, generando más desempleo y desasosiego.
Se marchó contra la desesperanza, la angustia y el pesimismo, con la inaplazable necesidad de lograr acuerdos para recuperar el rumbo de la tercera ciudad del país, en un clima de cordialidad y compañerismo que hizo recordar el civismo que se fue perdiendo y fue ejemplo para todo el país.
Algo muy importante fue exigir que vuelva la libertad de movilización coartada por los retenes, que han sido aprovechados por los vándalos para saquear a quienes hacen interminables filas esperando que les den paso —previo el pago de un peaje—, so pena de destrozar los vehículos y agredir a sus ocupantes en un vulgar y descarado chantaje.
Con esta marcha, en la que hubo un tácito apoyo a las autoridades de bien, no existió protagonismo político de ninguna clase, lo que convalidó aún más su realización.
Hubo, desafortunadamente, un pequeño grupo que al final del recorrido coreó la palabra “renuncie”, pidiendo frente a la sede de la Alcaldía la cabeza del burgomaestre, lo cual no estaba programado y tuvo el rechazo de los concurrentes a este acto cívico de enorme trascendencia para los días venideros. news