La derecha elige a la izquierda
¿QUIÉN ELIGIÓ A LÓPEZ OBRADOR EN México, y a Chávez y a Maduro en Venezuela? La respuesta, curiosamente, es la misma: la clase dirigente en ambos países. Aunque el pueblo depositó los votos en las urnas, el fracaso de la clase dirigente, incapaz de solucionar los problemas más básicos y urgentes, llevó al desastre. Y lo mismo está a punto de ocurrir en Colombia.
Lo irónico es que teniendo estos ejemplos tan cerca sus lecciones pasaron volando sobre la cabeza de la dirigencia colombiana.
Estuve en México en las últimas elecciones y me llamó la atención que todas las personas con las que hablé, desde la gente en la calle hasta las figuras más influyentes, todas querían votar por AMLO. Era lógico: compartían el mismo repudio por la corrupción política y querían algo diferente. Esa figura diferente era López Obrador.
La corrupción en México, y más en el gobierno pasado de Peña Nieto, rebosó la paciencia nacional. No olvidemos que casi todos sus presidentes salieron billonarios del poder. Igual, incontables gobernadores y alcaldes. Esa corrupción sistemática e insaciable llevó a que un pueblo hastiado eligiera a una figura carismática pero obsoleta, que confunde gobernar con prometer. Los costos han sido colosales.
Igual pasó en Venezuela. No es raro oír a los venezolanos lamentarse por el daño ocasionado por Chávez y Maduro. Y tienen razón. Pero, cosa curiosa, nunca se oye su autocrítica, como miembros de una clase dirigente corrupta, señalando que fue justamente esa corrupción la que llevó a Chávez al poder. La corrupción en Venezuela, como en México, fue endémica y descarada, los presidentes, como muchos alcaldes y gobernadores, salieron billonarios del poder. ¿Qué esperaban? ¿Seguir así para siempre, sin que el pueblo estallara y diera un salto al vacío, eligiendo a una figura populista que llevara el país al desastre? Pues eso ocurrió. Y, como digo, está a punto de ocurrir en Colombia.
A pesar de todas las reformas en Colombia, de la Constitución del 91 y del progreso en muchos frentes, el balance actual de nuestra clase dirigente es patético. Una de las mayores tasas de desigualdad del hemisferio, una pobreza que tortura a la mitad del país, un encierro de los más severos del continente a raíz del virus, con la crisis económica que eso implicó, pero sin una exitosa política de vacunación para volver a la normalidad. Además, una reforma tributaria indolente e inoportuna, y una reacción ante las marchas populares excesiva de parte de las autoridades, que ha empeorado la inconformidad.
Esa es la palabra clave. La inconformidad suele ganar las elecciones en el mundo. En el 2002 la gente en Colombia, inconforme por décadas de abusos de la guerrilla, eligió a la extrema derecha de Uribe. La clase media blanca en EE. UU., en gran parte racista e inconforme por el auge de las minorías, eligió a Trump. Ahora en Colombia, ¿por quién votarán los inconformes, que son mayoría? Por Petro. Es la derecha, otra vez, eligiendo a la izquierda. Porque a pesar de todas las riñas entre Santos y Uribe y Pastrana y Gaviria y los demás, para gran parte del pueblo colombiano todos ellos son lo mismo. El que ahora se perfila como diferente es Petro. Por no aprender la lección de los vecinos, Colombia acabará bailando con el diablo. Y eso lo lamentaremos todos.