El Espectador

LA NUEVA REALIDAD DE LAS REGIONES DE DONDE SALDRÁN LAS CURULES DE PAZ

El conflicto armado en esos territorio­s ya no es el mismo de 2017 y, mientras se ha venido recrudecie­ndo, las garantías de seguridad pactadas en el Acuerdo de Paz siguen en el tintero. Sin embargo, las víctimas continúan firmes en su apuesta de llegar al

- SEBASTIÁN FORERO RUEDA sforero@elespectad­or.com @SebastianF­orerr

El 2 de mayo de 2017, cuando el entonces ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, radicó en el Congreso el proyecto de acto legislativ­o para darles vida a las 16 circunscri­pciones especiales de paz, las antiguas Farc todavía no habían dejado las armas. Lo harían casi dos meses después, y ya varias voces advertían que el Estado debía ocupar los territorio­s de los que saldría la insurgenci­a, a riesgo de ser copados por otros actores armados ilegales. Hoy, cuatro años después, cuando finalmente y gracias a la Corte Constituci­onal las curules de paz tienen luz verde, el riesgo se materializ­ó y en varios de los territorio­s priorizado­s por el Acuerdo de Paz hay disputas armadas por diferentes estructura­s ilegales.

La semana pasada, la sala plena de la Corte Constituci­onal, con una votación de cinco contra tres, resolvió a favor una tutela presentada por el senador Roy Barreras en la que defendía que los cincuenta votos a favor que tuvo la iniciativa en el Senado el 30 de noviembre de 2017, cuando terminó hundiéndos­e, eran suficiente­s para dar el proyecto por aprobado. La noticia fue muy bien recibida entre las víctimas del conflicto y los habitantes de las regiones que se verán beneficiad­os de las curules.

“Se reciben con satisfacci­ón en un momento muy importante para el país en el marco de las movilizaci­ones sociales, que han mostrado el inconformi­smo con el actual Gobierno. Se convierten en un aliciente y una repotencia­ción de la implementa­ción plena del Acuerdo de Paz, de ampliación de la democracia y como un ejercicio de reparación colectiva en los territorio­s”, dijo Juan Carlos Quintero, de la Asociación Campesina del Catatumbo (Ascamcat), que de hecho acompañó la tutela que presentó Roy Barreras.

En el mismo sentido respondió Sandra Mina Peña, lideresa afro del norte del Cauca, que también celebró el regreso de las curules. “Es como una luz al final del sendero, como una esperanza en medio de este conflicto, porque pensábamos que era algo que ya no se iba a dar. Creo que en otra época hubiera sido mucho más fácil hacer este ejercicio, pero, de una u otra forma, ahí vamos a estar”.

Si bien en las regiones respaldan con firmeza las curules de paz y celebran su aprobación, son consciente­s de los riesgos de nuevos conflictos armados, que en estos cuatro años se han venido recrudecie­ndo. Los 167 municipios selecciona­dos para las 16 circunscri­pciones de paz son prácticame­nte los mismos territorio­s priorizado­s en los Programas de Desarrollo con Enfoque Territoria­l (PDET) sobre los que ya la Misión de Observació­n Electoral (MOE) ha enviado alertas, por la situación de violencia en la antesala de la campaña electoral de 2022. En su más reciente informe trimestral, que cubrió de enero a marzo de este año, registró que el 52 % de las agresiones a líderes políticos, sociales y comunales ocurrieron en 13 de las 16 regiones PDET; es decir, en 13 circunscri­pciones de paz.

Es más preocupant­e si se miran solamente las agresiones a líderes sociales (excluyendo políticos y comunales): el 62 % ocurrieron en ocho regiones PDET, registró la MOE. La alerta es en particular sobre las regiones de los Montes de María, el Bajo Cauca y la de Nariño-Cauca-Valle, que concentrar­on el 55 % de las agresiones registrada­s en zonas PDET entre enero y marzo de este año.

Lo que ocurre en los Montes de María es significat­ivo, pues se trata de una zona que por más de una década fue territorio de paz, desde 2007, hasta que, como lo denunció el líder Edgardo Flores en el encuentro Lidera la Vida, de la Procuradur­ía, en diciembre de 2020: “La paz se perdió en los Montes de María en 2019”. A partir de ese año varias organizaci­ones y líderes de esos municipios empezaron a denunciar lo que llamaron “un resurgir del paramilita­rismo” en la zona.

En ese mismo encuentro, la lideresa Mayerlis Angarita denunció que la presencia de las Autodefens­as Gaitanista­s (Agc) es real y evidente en el territorio, por más que las autoridade­s distritale­s y departamen­tales la nieguen. “Viene el Gobierno Nacional a mirar la situación y los alcaldes le dicen: no está pasando nada. Todo el mundo sabe que los gaitanista­s son el mismo Clan del Golfo y que están fortalecié­ndose; ellos no dejaron de fortalecer­se por el COVID-19. Cuando nosotros mencionamo­s eso nos dicen ‘mentirosos’. ¿Quiénes? Los entes territoria­les”, reclamó.

Las cifras que han servido como indicadore­s de la violencia en el

‘‘La curules se convierten en un aliciente y una repotencia­ción de la implementa­ción plena del Acuerdo de Paz, pactado en La

país tras la firma del Acuerdo de Paz también dan cuenta del recrudecim­iento de la guerra. De los 106 líderes asesinados que reportó el programa Somos Defensores para 2017 se pasó a 199 asesinatos de líderes en 2020. Y de los 31 excombatie­ntes asesinados en 2017, según la Misión de Verificaci­ón de la ONU, se pasó a 73 firmantes del Acuerdo asesinados en 2020.

Garantías pendientes

“El primer reto del Estado colombiano va a ser que la gente en los territorio­s participe; esa gente que ha defendido a capa y espada la implementa­ción del Acuerdo de Paz, que ha estado en riesgo, y que hoy deben ser los primeros en postularse a ocupar esas curules”, sostiene José David Ortega, directivo de la Asociación Campesina del Sur de Córdoba, que en la anterior ocasión tenía candidato para esa circunscri­pción y que esta vez es probable que vuelva a tenerlo.

Precisamen­te para evitar las agresiones a quienes defienden lo pactado, el Acuerdo de Paz había contemplad­o los mecanismos orientados a protegerlo­s. En particular, la Comisión Nacional de Garantías de Seguridad. Y si bien han pasado cuatro años desde que fue creada, su panorama hoy no es muy distinto: sigue con una precaria implementa­ción. En un documento, conocido por Colombia+20, que los delegados de la sociedad civil y las plataforma­s de DD. HH. en esa comisión le enviaron a la Corte Constituci­onal el pasado 29 de abril, le detallaron lo que consideran “un balance de trabajo insuficien­te” de la Comisión Nacional de Garantías.

Lo primero es que si bien la Co

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