La calle joven
NOS QUEJÁBAMOS DE LA AUSENCIA de jóvenes en la escena pública. Ahora, en la calle, donde estar implica el riesgo de caer bajo un balazo, los muchachos colombianos nos dan una lección de compromiso consigo mismos, jugándosela y poniendo muertos. El proyecto de ley de reforma tributaria, eufemística y cínicamente llamado “de solidaridad sostenible”, fue el factor que precipitó reclamos más profundos de una población nacida en la frontera intersecular, algunos de cuyos miembros llegaron a la vida ya en la centuria que vivimos y hoy plantean con razón sus necesidades más vitales.
El hecho de la protesta se enmarca en un momento de crisis del neoliberalismo, que en la medida de sus debilidades –pero con su aliento vivo todavía– se torna más agresivo. Una vez más se hace evidente que las castas son siempre ajenas a las lecciones de la historia. El surgimiento de Espartaco no se asumió por el poder como fenómeno que ameritaba reacomodos en la estructura de propiedad y de poder de Roma, y, siglos más tarde, en vísperas de la Revolución Francesa, la cúpula dominante, en este caso la nobleza, se mostró incapaz de interpretar el momento y fue indiferente a la angustia popular.
De modo que en los acontecimientos colombianos, la multitudinaria queja en las calles resulta alentadora y genera esperanzas. Desde luego que hay desórdenes y fuertes actos simbólicos en las marchas, que reciben de la sinrazón oficial una desproporcionada respuesta. Bajo tales condiciones no se puede esperar un comportamiento de kínder delicado.
De otro lado, la conducta policial permite sospechar que “algo huele mal en Dinamarca” –o en Cundinamarca o en Colombia– para que aparezcan “vándalos” como a la medida. Y si fueran vándalos de verdad, ¿ello no responde a lo que produce un patrón de gobierno que no se interesa en la formación y la salud integral de los ciudadanos? ¿Qué más puede surgir de tanta gente a la deriva, sin medios ni caminos claros para su desarrollo social? Esto último es demasiado serio como para no tomarlo en cuenta. Podemos decir que la cosecha es buena si el cultivador aplica las técnicas adecuadas. ¿Cuál es el cultivador que tenemos?
Ante la continuidad de la protesta, es pertinente volver a preguntar: dada la índole del proyecto de ley, retirado después, ¿qué esperaba el gobierno –o lo que haya detrás como poder real– en el tremendo escenario de la pandemia y sus secuelas? ¿Acaso que nada pasara en la cabeza de tantos que ya no pueden más con la marginalidad en aumento? ¿Será que precisamente se buscaba enverracar a quienes carecen hasta de los recursos para el desayuno de mañana?
No se requiere un diagnóstico de los augures de la política para entender que el establecimiento tiene culillo ante los comicios de 2022. Frente a eso, algo de perspicacia se nos atraviesa en las cavilaciones que nos ocupan en estos días.
Tris más 1. “Un gobierno que emplea la fuerza para imponer su dominio enseña a los oprimidos a usar la fuerza para oponerse a él”. Nelson Mandela.
Tris más 2. La transcripción que sigue no corresponde al castrochavismo. Es de Luis Carlos Galán: “Colombia está dominada por una oligarquía política que convirtió la administración del Estado en un botín que se reparte a pedazos”.