Cambiar al mensajero es como cambiar el sillón
PÉSIMO MOMENTO PARA SAcar un editorial laudatorio sobre Marta Lucía Ramírez (su nombramiento es descrito allí como una “buena noticia”), a la luz de las declaraciones que dio la funcionaria sobre el Acuerdo de Paz. El nombramiento de la canciller tal vez se convierta, como está ocurriendo en general con este Gobierno del Centro Democrático enemigo de la paz, en una pésima noticia. Un editorial que les hace eco (con una larguísima cita entre comillas) a las palabras vacías y mil veces repetidas pero no aplicadas de Duque (donde él mismo se pinta como el gran defensor de los derechos humanos y de las soluciones democráticas) es una lambonería indigna del pensamiento liberal y crítico que alguna vez encarnó El Espectador.
Muchas veces, el nombramiento de los cancilleres en Colombia se ha utilizado como instrumento de manejo de imagen en el extranjero (es decir, se nombra al jefe del Ministerio de Relaciones Exteriores pensando en que sus oficios sirvan para lavarle la cara sucia al país, sin pensar primero en la resolución de los problemas que están en la base de la “mala imagen” que se percibe en el exterior sobre nosotros).
La supuesta “habilidad para moverse en escenarios internacionales” de la nueva canciller no tiene su corolario en ningún cargo público que justifique la afirmación. No es lo mismo el comercio internacional que la política internacional. Y pregunto: ¿para qué sirve esa supuesta habilidad si el sustrato ideológico de la funcionaria y de todo el equipo de gobierno es la negación de la pertinencia de unos acuerdos que, precisamente, buscaban que el país saliera de su dinámica de desigualdades económicas y violencias atávicas?
Esos dos factores no resueltos son los motivadores centrales de las protestas que han sacudido al país en los últimos días. El Gobierno sigue aplicando pañitos de agua tibia. El editorial parece soñar (ingenuamente, digo yo) con que el Gobierno autorice así no más una visita sobre el terreno tras la solicitud formal de la CIDH, por el simple hecho de que se cambió a una funcionaria por otra.
Mucho me temo que el nombramiento de Marta Lucía Ramírez producirá el mismo efecto del cambio de sillón en el cuento popular de la infidelidad en una pareja. Sin embargo, creo que el cambio de mensajero en la interlocución con nuestro aliado principal, que son los Estados Unidos, debe tener en cuenta el espíritu de los tiempos y no la pura forma externa (el nuevo sillón, que vendría a ser Marta Lucía Ramírez). Hoy más que nunca, en Colombia y el planeta entero, estamos obligados a pensar en soluciones estructurales de verdadera democratización, que vayan más allá de las palabras bonitas.
‘‘Pésimo momento para sacar un editorial laudatorio sobre Marta Lucía Ramírez, a la luz de las declaraciones que dio la funcionaria sobre el Acuerdo de Paz”.