El Espectador

Verdades absolutas y fútbol

- MUCHA BOLA ANTONIO CASALE

Las verdades absolutas en el fútbol no existen. La semana pasada, después de la confirmaci­ón del estruendos­o fracaso de los equipos colombiano­s en las copas internacio­nales, todos salimos a pontificar sobre posibles soluciones y una de esas, unánime, tenía que ver con que en nuestro país no se respetan los procesos. Dijimos cosas que son ciertas: los entrenador­es a duras penas completan un año en su cargo, los jugadores van y vuelven, son rotativos entre los equipos y los que tienen suerte se van al exterior apenas florecen. Así es muy difícil emprender verdaderos procesos.

Pero llegó el sábado y con él lo más importante que se juega en el fútbol mundial. La final de la Champions, que enfrentaba a la cocina de autor, de cocción lenta, de paciencia, de la definición en su máxima expresión de la palabra; proceso encarnado en Guardiola y su Manchester City, contra la estrategia reactiva desde el escritorio de Chelsea. Roman Abramovic, su dueño, golpeó la mesa aburrido de los malos resultados esta temporada. Salió de 25 jugadores e incorporó a 24, al mejor estilo del Deportivo Pasto. En la mitad de la temporada despidió a su entrenador, Frank Lampard, y contrató a Thomas Touchel, el alemán que a su vez fue despedido del PSG por las pataletas de Neymar como consecuenc­ia de lo que los jugadores llaman mano dura.

Si los procesos fueran la garantía del éxito el City habría ganado la final con cierto margen o al menos la hubiera disputado a un ritmo parejo, pero no fue así. Los de Guardiola se demoraron 97 minutos para disparar al arco contrario. Pep y sus movimiento­s memorizado­s se vieron impotentes ante las virtudes en materia de equilibrio del Chelsea, que apostó, al igual que en los dos partidos que ambos habían disputado este año, con victorias también para Chelsea, a sumar más hombres en la mitad, ocupar el campo a lo ancho y así cortar las posesiones largas de su rival para después contragolp­ear.

Touchel se demoró ocho días en implantar este modelo en su equipo. Cuando llegó los blues tenían el arco más vulnerado entre los equipos grandes de la Premier League. Desde que llegó hasta el final fue el que menos tuvo que sacar la pelota de su red. Cambió el 4-2-3-1 de su antecesor por un 3-4-2-1 en el que sus volantes centrales Kanté y Jorginho, así como los externos, que lejos de ser ultraofens­ivos, cumplen con las dos funciones: marcan y atacan, James y Chilwell lograron imponer la calma.

Chelsea tampoco hace parte de la moda del fútbol mundial. No es un equipo que presiona la salida de sus rivales, como el Bayern, el PSG o la Juve. Entonces este campeón de Champions rompió con tres mitos: los procesos no son el único camino al éxito, los entrenador­es de “mano dura” también pueden ganar y la presión alta no es verdad absoluta en el fútbol moderno.

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