Egan, agradecido
A pesar de la fatiga luego de tres semanas de carrera, el campeón del Giro de Italia habló un día después de quedarse con la “Maglia Rosa”. Mano a mano con El Espectador.
En entrevista con El Espectador, un día después de ganar el Giro de Italia, el ciclista colombiano confesó que “desde muy temprano puse a mis compañeros a trabajar a fondo, a desgastarse. Y hacer eso durante once días no es fácil. Tuve el mejor equipo de todos”.
Egan Bernal camina pausado. Ya no es tiempo para ir de prisa. Y regala saludos, sonrisas, puño cerrado porque no se puede un apretón de manos. Pero que la cordialidad no engañe. El ganador del Giro de Italia 2021 está cansado, pero es consciente de que ser campeón tiene varias etapas: la de pedalear, sufrir y trabajar para poder serlo –puede que la más sencilla– y la que viene después de los festejos y las celebraciones, la de la atención exclusiva a unos cuantos medios. El colombiano lo hace, entiende la obligación, no refuta, y no le importa que le repitan una y otra vez las mismas preguntas en diferentes idiomas.
Y con calma responde. Firma camisetas, unas cuantas, también botellas de champán similares a las que abrió desde la etapa nueve hasta la veintiuna. Aceptar tantos elogios puede ser saturante, y cualquiera estallaría con cámaras detrás, personas moviéndose al compás, con los ojos clavados en uno, pendientes de un gesto, de un suspiro, de cualquier cosa. Hasta para ser el vencedor de una grande se necesita paciencia, y no hablamos de situaciones de carrera, sino de las que vienen después, tan desgastantes, y sofocantes.
En un hotel ubicado en un punto estratégico de Milán (de un lado la ciudad antigua; del otro, la parte más moderna), la organización de la Corsa Rosa cita a unos cuantos periodistas, entre ellos El Espectador, para tener un mano a mano con Bernal y para dialogar en un espacio más cómodo y sin el trajín de las salas de prensa o las zonas mixtas, un salón pequeño para que surja la naturalidad. Siendo sincero, ¿cuántas horas durmió el domingo?
La verdad es que no sé. Estuvimos con el equipo como hasta las dos o tres de la mañana, tomándonos unas cervezas, molestando, hablando de todo lo que no se puede hablar durante la carrera por falta de tiempo. Pero no creo que hayan sido las suficientes. Por lo menos no hubo la presión de madrugar y de seguir con la rutina de la carrera…
Uy, sí. Es extraño, pero agradable, levantarse y no tener que estar pendiente del cronograma, de que tienes que desayunar a tal hora, alistarte y salir a tal otra. Es un calendario muy apretado que no te da respiro, porque hay que mirar dónde está el casco, las zapatillas, que esto y aquello. Te puedo decir que si en estos momentos vas a mi habitación acá en Milán, la encuentras hecha un desastre. Ni siquiera sé dónde están las zapatillas, nada. Pero de cierta forma eso me alegra, me relaja. Pero esto no ha acabado, al menos por ahora, porque habrá más compromisos…
Ha sido un mes largo y desgastante, en lo físico y lo mental. Mira: si el Giro siguiera, seguramente estaría concentrado, enfocado y dándole a tope, pero apenas crucé la meta en la crono, me desconecté. Es como si sintieras un alivio y dijeras, uf, ya está, hasta acá llego, hasta acá estaba planeado que llegara. Creo que en el Tour no fue igual. ¿Por qué?
Porque acá cogimos la camiseta de líder