Un acuerdo fundamental
“PARA CORROMPER AL INDIVIDUO basta enseñarle llamar derechos a sus anhelos personales y abusos a los derechos ajenos”: Nicolás Gómez Dávila.
En un día normal, a Cali entran entre 1.300 y 1.500 toneladas de alimento diario. Hoy en día están entrando alrededor de 500, y hace unas semanas entraban menos de 300. Si esto no es una expresión violenta, no sé que lo es.
Los bloqueos —y la defensa de algunos sectores sociales de los mismos— reflejan una gran parte del problema de resolución de conflictos en Colombia. Desde hace decenas de años, hay algunos sectores de la política y la sociedad que no rechazan, de manera contundente, real, y con hechos, las expresiones de violencia como forma de lucha. Los de la izquierda, porque consideran que la lucha armada y de clases, de manera equivocada, es una vía para llegar al poder, para imponer su ideología, para revindicar sus derechos. Los de la derecha, porque consideran que las armas, erróneamente, son una forma de defender lo privado, de mantener el orden.
Eso explica la apología de algunos a la guerrilla, de otros a los paramilitares, de otros más a armarse para defender lo suyo. La historia de Colombia está plagada de esto.
¿Por qué algunos dirigentes de las marchas consideran los bloqueos como una herramienta legítima de protesta? ¿Desconocer los derechos de millones de colombianos por imponer los suyos no es violentar a los demás? Yo no me explico por qué los líderes del paro no han reclamado de manera tajante y contundente el levantamiento de los bloqueos. No todos los métodos valen para lograr un fin. Es intolerable, es lamentable, que haya algunos buscando justificación para mantener ciudades bloqueadas y sitiadas. Eso es, por decir lo menos, una barbaridad.
Y no es lo mismo el actuar legítimo de la Fuerza Pública, después de agotar todos los mecanismos y caminos, que la expresión de la violencia ilegítima. Por supuesto que hay individuos dentro de la Policía y las Fuerzas Armadas que han cometido atropellos y abusos Esto hay que investigarlo, combatirlo y no tolerarlo. Pero confundir estos episodios, o aprovecharse de ellos para minar la confianza en la institución legítima de la fuerza del Estado, es jugar con candela. Es, otra vez, una expresión de violencia que muchos defienden y promueven.
Hasta tanto todos los sectores de la política y la sociedad rechacen todas las formas de violencia, de manera unánime, sin ambages, dejando sus demás diferencias a un lado, la resolución de conflictos en Colombia será tortuosa, compleja, peligrosa. En este país apenas estamos aprendiendo a conversar, y aún hay quienes pretenden resolver los problemas sin utilizar las vías institucionales, legítimas y pacíficas. La defensa de los derechos de unos a través de la violación de los derechos de otros constituye sin duda una expresión de violencia que la sociedad, independientemente de ideologías, haría bien en rechazar de manera contundente.
Los problemas se resuelven con reformas, con presupuesto, con el aporte de todos. No se resuelven bloqueando alimentos, medicinas, quemando y acabando con la infraestructura pública o privada, o impidiendo a la fuerza que la gente vaya a trabajar.
Una cosa es la marcha pacífica necesaria y fundamental para la democracia y la libertad. Otra cosa son los bloqueos y el vandalismo, que se constituyen sin duda en la expresión más preocupante de las manifestaciones del último mes. Esto hay que rechazarlo con contundencia, de frente y sin ambigüedades.