El Espectador

¿Es posible bajar la dosis de odio?

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En las mañanas recibo El Espectador y lo primero que pienso es en qué páginas, qué columnas no voy a leer. En casa tenemos respeto por el señor expresiden­te Uribe y por el señor presidente Duque.

Por supuesto que El Espectador

debe hacer la tarea de informar sobre los yerros del Gobierno, de las personas y de la sociedad. Pero debe seguir trabajando en bien de la Patria con criterio liberal. Ahora es difícil trabajar por los principios liberales porque han perecido al paso de como pereció el partido liberal y otros partidos, reemplazad­os ahora por asociacion­es para repartirse los contratos y las prebendas del erario y del patrimonio privado.

No leo varias de las columnas de El Espectador porque destilan antipatía, pasión de la mala y porque su único objetivo parece que es destruir física y moralmente al presidente Duque y al expresiden­te Uribe.

Gobernar en tiempos normales es difícil, ¿cómo no será hacerlo en tiempos de pandemia universal? No me quiero poner en los zapatos del señor presidente y de su equipo de trabajo.

La crisis que vivimos es responsabi­lidad de las cinco ramas del poder público, ejecutiva, legislativ­a, judicial, de control fiscal y régimen electoral y de todos nosotros por acción o por omisión. Viene de varias décadas.

La Constituci­ón del 91, la esperanza de un nuevo futuro, ha generado la muerte de los partidos, ha incrementa­do la corrupción con las listas abiertas y la elección de funcionari­os a quienes se les permite invertir miles de millones en sus campañas para cargos en los que recibirán, en bruto, una décima parte de lo invertido. Es evidente que se hacen elegir para robar y las noticias informan sobre los pocos condenados pero nada dicen sobre las causas de esa corrupción. Terminó con el poco de familia que quedaba y echó al suelo el respeto y la sana convivenci­a.

Los controles son amañados y como se hacen sobre hechos cumplidos solo quedan constancia­s de robos y malas inversione­s.

Poco a poco voy decantando El Espectador

para no encontrarm­e con los columnista­s y redactores de notas que destilan malestar y resentimie­nto. ¿Es posible bajar la dosis de odio?

Con mi aprecio de siempre por El

y la familia Cano.

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