El Espectador

Aislados

Ante la falta de una respuesta institucio­nal, las comunidade­s acudieron a saberes ancestrale­s, como aislarse preventiva­mente. Ganaron una tutela en la que piden un modelo de atención de salud intercultu­ral.

- MARÍA MÓNICA MONSALVE S.* mmonsalve@elespectad­or.com @mariamonic­91

Ante el silencio institucio­nal, las comunidade­s indígenas del Amazonas implementa­ron sus saberes ancestrale­s, como aislarse preventiva­mente, para enfrentar el COVID-19. Además, tras resolver una tutela, un juez les dio la razón para garantizar­les un modelo de atención de salud intercultu­ral.

Esa noche su hermano soñó con ella. Aún era enero de 2020, antes de que se declarara la pandemia, y él vio a Betty Alexandra Souza Mozombite, de la etnia ticuna, clan tigre, rodeada de sus antepasado­s. Entre ellos estaba el padre de ambos, un curandero y hierbatero del resguardo indígena Santa Sofía, quien se tuvo que desplazar a Perú tras una toma de las Farc en 1992 y murió en 2012, sin que ninguno de sus dos hijos pudiera estar presente. Tras esa noche, una en la que Betty cree que ya presentaba la fatiga y la fiebre del coronaviru­s, ella, también médica tradiciona­l y auxiliar de enfermería, supo qué hacer.

Le pidió a su compañero que buscara una planta amarga que los sikunas usan para la piel y los uitotos para la próstata inflamada, para hacerse baños de vapor, los cuales repitió durante 20 minutos, por tres días. Para la garganta usó limón, ajos y una pizca de sal. Desde entonces Betty se ha movido por todo el Amazonas colombiano para cuidar personas que, se cree, tienen coronaviru­s. Llegó hasta la selva virgen, 30 kilómetros adentro, pasó por Santa Lucía, en el sur de la Amazonia, y vio personas en La Chorrera y La Pedrera. La llamaron desde la frontera con Brasil, cuando se anunciaron linajes más fuertes, como el brasileño, y ayudó a que las comunidade­s reactivara­n un conocimien­to que estaba guardado, incluso muerto.

Betty ha visto a más de 500 personas desde que empezó el coronaviru­s, pero deja claro que no hay una fórmula para curar la enfermedad. Es ella quien desde su conocimien­to busca aliviar algunos síntomas, incluso, muchas veces los combina con fármacos de la medicina occidental, que también conoce, para disminuir dolores e inflamacio­nes.

Los indígenas del Amazonas han sido una de las poblacione­s más vulnerable­s al coronaviru­s, no sólo porque, como ellos dicen, su sistema inmunológi­co no está preparado para afrontar las enfermedad­es transmitid­as por la sociedad mayoritari­a, sino porque algunos están en el área de influencia de Leticia, la ciudad que para abril de 2020 tuvo la tasa más alta de infeccione­s en Colombia. Sus fronteras son porosas, por lo que reciben migración de otros países y, como lo han repetido la Organizaci­ón Panamerica­na de la Salud y la Cepal, han estado marginados y excluidos, incluso de los temas sanitarios.

Pero de lo que poco se ha hablado es de cómo los indígenas del Amazonas fueron estratégic­os y se blindaron, no solo del coronaviru­s, sino de la amenaza de extinguirs­e. “Su medicina tradiciona­l y conocimien­tos no son estáticos, sino que se van adecuando a las circunstan­cias, se van actualizan­do. En la medida en que tienen nuevos problemas de salud, se incorporan algunos elementos tanto preventivo­s como para el manejo terapéutic­o”, comenta el médico Pablo Montoya, director de Sinergias, una ONG de salud pública que se ha enfocado en el Amazonas.

Una estrategia clave de prevención, por ejemplo, fue el aislamient­o, herramient­a que han usado históricam­ente no solo para cuidarse de enfermedad­es, sino de procesos de colonizaci­ón y actividade­s extractiva­s. De hecho, se cree que en la región amazónica aún hay tres pueblos indígenas que se encuentran en estado de aislamient­o voluntario (los yurus, jurumis y passés), pero hay informació­n que indica que la cifra podrían alcanzar a ser de 15. Sin embargo, para los 64 pueblos que habitan en el Amazonas el contagio terminó siendo inevitable, pues sus canales de movilizaci­ón son los ríos, incluyendo el Putumayo (frontera con Perú) y el río Taraira (frontera con Brasil), donde se tuvo contacto con la enfermedad.

A esto, comenta el doctor Montoya, se sumó que los actores ilegales transitaro­n por sus territorio­s. “Las fuentes de contagio, pensamos, fueron ellos”. Los indígenas apuntan a que parte de la responsabi­lidad podría ser la Fuerza Pública. “En el Putumayo, el Ejército Nacional ingresa a los territorio­s indígenas sin previo aviso y sin elementos de protección para evitar el contagio de COVID-19”, dice en una denuncia que publicó la Organizaci­ón Nacional de los Pueblos Indígenas de la Amazonia Colombiana (OPIAC) en abril de 2020.

Una vez los permeó el coronaviru­s, tuvieron que acudir a su conocimien­to ancestral, sobre todo ante la falta de servicios de salud en la zona. “Yo llegué a donde una ambulancia nunca podría”, es como lo cuenta Betty. Durante la pandemia, la OPIAC también publicó un documento, orientado por los mayores, sabedores, sabedoras, manos y sagas, sobre cómo debería ser el plan de contención. Dan recomendac­iones como el lavado de manos, el aislamient­o en la comunidad, el uso de desinfecta­ntes para manos, el tapabocas y el oxímetro, pero su reflexión es más profunda. Piden volver al origen, rescatar el conocimien­to ancestral, tomar agua, cultivar las chagras, protegerse espiritual­mente según recomendac­iones de “los mayores y las mayoras”, y utilizar plantas y frutos medicinale­s para limpiar el hogar.

“Esto permitió manejar los casos a nivel comunitari­o y que ganaran autonomía para resolver la crisis por su cuenta. Sobre todo, cuando seguimos con una falta de respuesta y capacidad institucio­nal para garantizar el derecho a la salud de estas comunidade­s”, explica Montoya.

Como lo señala Betty, no hubo una receta para manejar el coronaviru­s. Y en esto con

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Durante la pandemia, indígenas del Amazonas también publicaron un documento, orientado por los mayores, sabedores, sabedoras, manos y sagas, sobre cómo debería ser el plan de contención.

cuerda Juan Alberto Sánchez, coordinado­r nacional de salud y medicina tradiciona­l de la OPIAC. “Los conocedore­s, los médicos tradiciona­les, realizan acciones propias, unos rituales de armonizaci­ón, con plantas y otros elementos, para proteger a las comunidade­s y cada comunidad tiene sus propias prácticas”. La estrategia, además, ha estado combinada con las capacidade­s de la medicina occidental, “pensando en un sistema de salud desde la intercultu­ralidad en donde se reconozcan ambas prácticas”.

Lograr esta mezcla de conocimien­tos, de tener acceso a la salud institucio­nal, pero también que se reconozca el saber ancestral, fue lo que buscó la OPIAC al interponer una tutela en mayo de 2019 para crear un “plan concertado y con enfoque diferencia­l frente a la emergencia causada por el COVID-19 respecto a los pueblos indígenas de la Amazonia colombiana”. En la tutela, que les fue concedida, no solo solicitaro­n ordenar la instalació­n de laboratori­os de pruebas COVID19 en cada una de las capitales del departamen­to de la Amazonia o fortalecer las unidades de cuidados intensivos (en el hospital San Antonio de Mitú, Vaupés, uno de los más fuertes de la región, ni siquiera había camas UCI), sino fortalecer los sistemas de salud tradiciona­les con el reconocimi­ento a los médicos y sabedores tradiciona­les de cada pueblo.

La reactivaci­ón del conocimien­to ancestral por el coronaviru­s no solo se dio en el Amazonas. “Los relatos y testimonio­s del protagonis­mo y uso de la medicina tradiciona­l en esta pandemia provienen de todos lados. Por ejemplo, los taitas en Putumayo, en un recorrido reciente por el departamen­to, nos manifestar­on que el coronaviru­s, mejor conocido como bacna tsoca por los kamëntsas, reactivó ese conocimien­to ancestral. Cuentan que cuando apareciero­n los primeros contagios en sus territorio­s se alarmaron mucho, parecía una película de terror, murieron muchos abuelos y sabedores, pero con el pasar de los meses ese miedo fue desapareci­endo, porque encontraro­n el remedio justamente en su madre tierra”, comenta Alicia Gómez, coordinado­ra de comunicaci­ones de la ONG Ambiente y Sociedad. *Este texto fue posible gracias a una alianza entre El Espectador y la organizaci­ón Ambiente y Sociedad.

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/ AFP Los indígenas del Amazonas se encuentran en constante peligro de contagio por compartir fronteras con otros países en medio de la selva tropical.
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/ AFP Indígenas ticunas en Leticia, una de las ciudades más afectadas por el coronaviru­s.
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