Pobre marinero: donde manda capitán...
UN MES DESPUÉS DE QUE AFLORARA la protesta ciudadana en casi todos los rincones del país por las acciones de un Ejecutivo torpe, insensible y desconectado, nada avanza en la supuesta mesa de conversaciones con el Comité del Paro, pese a las graves perturbaciones públicas que amenazan la vida y los bienes de la gente. Por el contrario, Colombia, cuyos bolsillos venían estropeados por el año largo de pandemia, retrocede en posibilidades de alcanzar paz, convivencia y desarrollo en al menos tres décadas, de acuerdo con el análisis de los expertos. Hoy nadie invertiría en esta nación ni daría un centavo por su progreso. Finalmente Fernando Londoño, pájaro de mal agüero del extremismo gobernante, podrá dar su parte de victoria: él, su líder Uribe, su presidente y su partido volvieron trizas el Acuerdo de Paz; y con la destrucción de este pacto civilizado que, duélale a quien le duela, despertó la admiración internacional y la ilusión nacional, provocaron el descuartizamiento del territorio. Ahí tienen su obra.
Lo que viene es previsible y no debe sorprender a nadie: mano dura, represión, suspensión de derechos, militarización, sofocación —cuando no, eliminación— de los rebeldes o de quienes parezcan serlo, como el estudiante de música de Cali Álvaro Herrera, que fue obligado, después de una serie de puñetazos y patadas de los policías que lo detuvieron, a “admitir”, frente a una cámara y con su rostro ensangrentado, que era un vándalo. Por casos como este, la alta comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, ha expresado que “es necesario garantizar los derechos... a las garantías procesales de los detenidos”. Supongo que ni el oscuro ministro de Justicia ni Andrés Pastrana se referían a Bachelet como uno de los conspiradores que, junto a Maduro, estarían propiciando la violencia en Colombia, solemne estupidez que nadie cree.
Entre tanto, y con la degradación de las protestas sospechosamente conveniente para los extremistas de todos los pelambres, se descubre, ahora sin tapujos ni disimulos, quién es el verdadero amo del rejo. Según una entrevista de Uribe con Blu Radio, el jefe del jefe de Estado visitó reservadamente a este, el jueves pasado, después de decirle a El Mundo, de España, que a Duque “sí le ha faltado (autoridad para manejar el paro)”, frase que adobó con esta otra: “La tiene que fortalecer... y es factible por el profesionalismo de las Fuerzas Armadas”. El viernes, a medianoche, el presidente pareció obedecerle: decretó la “máxima” militarización de media Colombia y anunció que “este despliegue se hará en cabeza de oficiales de la más alta experiencia”, tal como se lo había solicitado (exigido) Uribe Vélez. No por casualidad, el dialogante alcalde de Cali tuvo que modificar, en cosa de horas, su posición para nombrar a un secretario de Seguridad Militar (r) de rango de coronel como quería Uribe quien pronunció la siguiente afirmación inolvidable por las consecuencias que sobrevendrán pronto: “El Gobierno no puede supeditar el ejercicio de autoridad a que el alcalde (de cada municipio) ayude... No (se puede) condicionar el ejercicio de autoridad a los alcaldes” (oír en web). De acuerdo con la conclusión del entrevistado, no hay que destituir alcaldes ni gobernadores, basta con hacerlos a un lado. Nadie quiere vivir en medio del caos, sin Estado, sin Gobierno, sin Constitución que obedecer. La cuestión es cómo se ejerce el mando: en democracia y con sujeción a las leyes o en autocracia y con garrote y armas de fuego en la mano.
Entre paréntesis. Atención: el uribismo aprovecha la confusión generalizada para promover, en la Cámara, un proyecto de censura previa a contenidos de prensa con la disculpa de proteger derechos de los niños. Propone crear una comisión oficial para revisar qué pueden o no pueden publicar los medios. ¡Lo que faltaba!