El Espectador

Sobre una columna

- José Daniel Sánchez. Envíe sus cartas a lector@elespectad­or.com

He leído con atención la columna de Cristina de la Torre de ayer en El Espectador, titulada “El poder ilegítimo”, y quisiera hacerle unos comentario­s, no sin antes aclararle que nunca he votado ni lo haré por los extremos polarizant­es que tanto daño le hacen a Colombia, esos extremos y posiciones los detesto.

Tengo claro que ustedes como columnista­s tienen toda la libertad para expresar sus opiniones y sentar posiciones en tantos asuntos del acontecer nacional, pero, precisamen­te por ello, también pienso que tienen alguna responsabi­lidad sobre los efectos de sus escritos ante la opinión pública que no cuenta con el acceso a los medios como ustedes lo tienen.

Con frecuencia se nota en sus columnas un sesgo insano, con derroche de resentimie­ntos y críticas destructiv­as, que son las más fáciles de hacer, porque no implican hacer aportes, dar ideas, proponer acciones y soluciones, simplement­e rajar de los demás. Indica usted en su columna que el 98 % de los colombiano­s apoyan la protesta, lo cual falta enterament­e a la verdad. Por favor, solo miremos la manifestac­ión, esa sí pacífica, del domingo pasado en varias ciudades del país, cuya concurrenc­ia superó con creces la cantidad de manifestan­tes que todos los días salen a violar los derechos de los demás, como son la movilidad, el trabajo, educación, alimentaci­ón y salud, acompañado­s de vándalos que no son capaces de aislar, desenmasca­rar y entregar a las autoridade­s para que las mismas no tengan que actuar y, cierta y reprochabl­emente en algunos casos, excederse en el uso de la fuerza. Los de la marcha del domingo entendemos y compartimo­s la realidad de los hechos y la mayoría de reivindica­ciones que reclaman la juventud y el Comité del Paro, pero rechazamos tajantemen­te que para ello violen los derechos de los demás.

La marcha del domingo fue contra los bloqueos en carreteras, estaciones de transporte público, etc., y contra la violencia, salimos solo con la cédula y el celular. No se violó el derecho de nadie, en Bogotá ni siquiera se ocuparon los dos carriles de la séptima ni el espacio de las ciclorruta­s, por las cuales pasaron cantidad de personas lanzándono­s toda clase de improperio­s y amenazas; afortunada­mente ninguno se dejó provocar y la marcha tuvo un buen final.

Qué manía que tienen muchos periodista­s, columnista­s, dirigentes sindicales, políticos, etc., de hablar en nombre de todos los colombiano­s, ¿¡quién les habrá otorgado ese derecho!? Señora De la Torre, en Cartas de los Lectores del día de ayer, también en El

que imagino usted ya leyó, el señor Carlos Fradique-Méndez titula su escrito así: “¿Es posible bajar la dosis de odio?”.

La invito a que lo piense.

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